La dama de hielo
Si Margaret Thatcher es la dama de hierro, el calificativo que se deber¨ªa emplear para definir el car¨¢cter de la magistrada Sandra Day O'Connor deber¨ªa ser el de la dama de hielo o la dama de m¨¢rmol.La madam justice (se?ora magistrada) O'Connor es la primera y ¨²nica mujer que figura entre los nueve miembros del Tribunal Supremo de Estados Unidos, creado hace 200 a?os para desarrollar el papel de centinela de la Constituci¨®n americana. Las decisiones de O'Connor suelen ser las que decantan la actuaci¨®n del tribunal hacia un lado u otro, de ah¨ª que se haya convertido en uno de los personajes preferidos de la Prensa norteamericana.
Sobre sus espaldas ha reca¨ªdo la decisi¨®n de la pena de muerte aplicada a los j¨®venes y a los deficientes mentales, y tambi¨¦n ser¨¢ ella la que deber¨¢ decidir si las americanas seguir¨¢n estando constitucionalmente autorizadas a abortar durante las 12 primeras semanas de embarazo, postura que tiene pendiente a los sectores progresistas del pa¨ªs, quienes se han manifestado masivamente a favor de que la ley no se modifique.
O' Connor, que naci¨® hace 59 a?os en las ¨¢ridas tierras de Arizona, se gradu¨® en derecho en la universidad de Stanford, donde recibi¨® los m¨¢s altos laureles universitarios que se pueden conseguir. Est¨¢ casada con un abogado de Phoenix, tiene tres hijos y fue nombrada magistrada del Tribunal Supremo en 1981 por el entonces presidente Ronald Reagan. La justice O'Connor es una conservadora a ultranza, pero sus sentimientos personales, sin embargo, no parecen influir en algunas de sus m¨¢s pol¨¦micas sentencias.
La magistrada ha demostrado ser, o as¨ª se la considera en los c¨ªrculos dem¨®cratas de Washington, una magistrada independiente a la que le gusta analizar sus casos de acuerdo con sus propias circunstancias.
Sus sentencias sobre los derechos de las minor¨ªas, por ejemplo, siempre la han alineado junto a los magistrados liberales del alto tribunal.
En su ¨²ltima sentencia no crey¨®, sin embargo, que matar a un demente que ha cometido un crimen fuera un atentado a la Constituci¨®n y su firma, al pie de la sentencia, apareci¨® rubricada con firmeza: "Llegar¨¢ el d¨ªa", ha dicho, "en que habr¨¢ un rechazo general legislativo al castigo en tales casos, pero no creo que ese d¨ªa haya llegado ya".
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