Ambici¨®n de Catalu?a
En Catalu?a faltaba ambici¨®n. Este pa¨ªs tiene, en distinta medida, casi de todo. Casi todos los sectores: desde la arqueolog¨ªa manufacturera remozada, el textil, hasta el software m¨¢s inimaginable; casi todos los tipos de empresas: peque?as o medianas, familiares o cotizantes en bolsa, industriales o de servicios, an¨®nimas laborales, p¨²blicas y semip¨²blicas... Casi todo, es decir, no todo. Ven¨ªa faltando la dimensi¨®n. La econom¨ªa catalana sigue siendo un pi¨¦lago de pyme imaginativas y flexibles, un tejido industrial apretadamente urdido, y una cultura empresarial vivaz pero cr¨®nicamente aquejada por la vieja y criticada lacra del individualismo que anega cualquier tentativa de estructurar grandes corporaciones.Una econom¨ªa con capacidad de expansi¨®n, una industria competitiva, un comercio agresivo, necesitan una columna vertebral, especialmente cuando se afrontan los nuevos aires provocados por la apertura al exterior y la integraci¨®n comunitaria. Todos los Estados y todas las grandes regiones industrializadas europeas se arraciman en torno a empresas o sectores vertebrales, de dimensi¨®n importante, que constituyen por s¨ª solos una s¨®lida base econ¨®mica y son al tiempo inductores y cohesionadores de innumerables actividades derivadas: las grandes qu¨ªmicas alemanas, la Fiat italiana, la Philips holandesa. Hay, tanto en sectores b¨¢sicos como en la transformaci¨®n manufacturera, decenas de ejemplos.
En Espa?a escasean hasta la pesadilla. Apenas se cuenta un banco, el Bilbao Vizcaya, y una empresa energ¨¦tica p¨²blica, Repsol, que por cierto tienen en com¨²n la caracter¨ªstica de ser reci¨¦n nacidos. Pero el reto de la dimensi¨®n ha comenzado ya. Desde hace algunos a?os se registra una movida, en ocasiones vertiginosa, en las finanzas, la construcci¨®n, la energ¨ªa, el sector inmobiliario, el alimentario, la distribuci¨®n.
Ins¨®litamente, la primera regi¨®n industrial del pa¨ªs, la comadrona de la revoluci¨®n industrial del siglo pasado, una de las que aguant¨® los peores efectos de la crisis energ¨¦tico-industrial y fue de las primeras en sobreponerse a ella, segu¨ªa hormigueando en unidades encanijadas: Catalu?a segu¨ªa so?ando en que lo peque?o es hermoso -hermosa consigna para tiempos de descalabro-, en las virtudes de los despliegues intersticiales y en una fe renovada en la acogida a los complejos multinacionales.
En realidad, desde que a finales de 1973 estall¨® la crisis del petr¨®leo, Catalu?a ha venido perdiendo oportunidades econ¨®micas por falta de ambici¨®n de su burgues¨ªa y de su tecnoestructura y por la escasez de audac¨ªa responsable en su clase pol¨ªtica, si se except¨²a una ?niciat¨ªva trascendental, la de los Juegos Ol¨ªmpicos de Barcelona.
Hay responsabilidades por on¨²si¨®n en designio de liderazgo o de presencia creativa, como indican claramente los hechos. Conviene recordar algunas de las oportunidades perdidas en relaci¨®n con el problema del tama?o. Por ejemplo, el nunca cumplido dise?o de una gran compa?¨ªa el¨¦ctrica equilibrada a partir de las empresas existentes. La visi¨®n patrimonialista y compartimentada de cada direcci¨®n acab¨® por hacer inevitable la crisis despu¨¦s de que se hubiera adoptado un excesivo compromiso nuclear con ribetes c¨®micos: "cada empresa, con su grupo nuclear", era el desgraciado lema. Se perdi¨® con ello la posibilidad de una gran plataforma.
Lo mismo sucedi¨® -aunque en este caso quiz¨¢ tenga remedio- en el sector de las autopistas, que han funcionado como grandes arterias de dinamizaci¨®n, pero no como polo de referencia empresarial. Las ¨²ltimas iniciativas (Cad¨ª, Terrassa-Manresa, Garraf), unas m¨¢s acertadas que otras, van cada una por su lado, y el papel de algunos de sus socios principales -cajas de ahorro- se acerca m¨¢s al del jubilado que corta el cup¨®n que al del empresario emprendedor.
Se peca por omisi¨®n tambi¨¦n en un sector como el cementero, en el que Catalu?a / Espa?a es l¨ªder mundial junto a Jap¨®n y Grecia. La exportadora com¨²n, Hispacement, que hace m¨¢s de una d¨¦cada constituyeron las poderosas compa?¨ªas familiares catalanas, qued¨® en eso, una simple comercial compartida, eso s¨ª, eficaz. Y m¨¢s recientemente, la diversificaci¨®n y redimensionamiento de Asland como gran holding industrial e internacionalizado ha desembocado en una ?indispensable? venta de un paquete de control al grupo franc¨¦s Lafarge. Las cabeceras de la industria papelera (Torras Hostench) y de la qu¨ªmica aut¨®ctona (grupo Cros), otros sectores en los que Catalu?a dispone de grosor industrial, pasaron a manos kuwait¨ªes. Y en cuanto a la pen¨²ltima aventura de la banca catalana, con may¨²sculas, mejor ser¨¢ que recuerden los archivos.
Pasaron unos trenes y nadie se encaram¨® a ellos. Pero quedan otros muchos: hay zonas del sector agroalimentario y de la distribuci¨®n m¨¢s o menos dispersas, con capacidad de locomotora; la siderurgia no integral ha iniciado algunas estrategias de grupo; en la industria tur¨ªstica est¨¢ casi todo por hacer, y los retos de la dimensi¨®n siguen siendo actuales en el textil, los laboratorios farmac¨¦uticos o la electr¨®nica y la industria de la inteligencia, por no recordar m¨¢s que algunos ejemplos en los que el microcosmos catal¨¢n resulta muy sugerente y bastante completable.
Para que Catalu?a suba a esos trenes, sus agentes econ¨®micos deben enterrar en el ba¨²l de los recuerdos los peores reflejos que se han cultivado en los ¨²ltimos a?os: el victimismo que todo lo ahoga y su complemento, esa orgullosa autosatisfacci¨®n -el cofo?sme- propia de los mediocres que se autorreputan gigantes. Ambos defectos han sido cultivados de forma intensiva mediante la adulaci¨®n frecuentemente practicada desde algunos puestos de la Administraci¨®n aut¨®noma.
Ha llegado un momento ¨®ptimo para rectificar. La liebre ha saltado por donde menos se esperaba, el sector financiero. El proyecto de fusi¨®n de dos importantes cajas de ahorro es,
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sobre todo, una oportunidad de establecer un s¨®lido eje vertebrador de la econom¨ªa catalana y de su aportaci¨®n al conjunto espa?ol y europeo. Y es tambi¨¦n un desencadenante potencial de otros dise?os valientes. Lo es, naturalmente, porque, aunque tenga zonas de mucha sombra -los problemas fiscales y de direcci¨®n existentes uno a cada lado de la operaci¨®n-, se trata de una fusi¨®n que permite crear una gran base operativa, nada menos que la primera entidad financiera espa?ola, con vistas a la presencia en toda Espa?a y en Europa -mediante la afloraci¨®n de numerosas plusval¨ªas latentes- asentada sobre una mayor solvencia.
Dicho de otro modo, la fusi¨®n que se pretende aparece como econ¨®micamente adecuada para las entidades implicadas en tanto suponga conseguir una masa cr¨ªtica de maniobra, un volumen competitivo suficiente; implique resolver los problemas de equilibrio suscitados en el crecimiento de la m¨¢s peque?a de las entidades, y desemboque en una clarificaci¨®n del abigarrado mapa de las cajas (11 en Catalu?a). La unificaci¨®n en ciernes tiene adem¨¢s un doble valor a?adido estrat¨¦gico para la econom¨ªa catalana: prefigura una columna vertebral -cohesionadora desde lo financiero- y act¨²a como mascar¨¢n de proa en la navegaci¨®n hacia una nueva dimensi¨®n de las empresas. Desde que las dos cajas han empezado a dar sus primeros pasos, a los agentes econ¨®micos catalanes les est¨¢ vedado seguir pensando en peque?o.
Claro est¨¢ que esta ambici¨®n podr¨ªa frustrarse. Por ejemplo, porque sus protagonistas acabasen por preferir la c¨®moda administraci¨®n de lo ya adquirido -lo que por desgracia viene siendo la t¨®nica de las cajas en sus empresas participadas, a las que poca innovaci¨®n y estrategias han aportado-. O tambi¨¦n porque los gobernantes auton¨®micos, que deben autorizar formalmente la fusi¨®n, llegasen a caer en el error de asfixiarla por motivos de importancia secundaria. En cualquier caso, ser¨ªan culpas atribuibles ¨²nicamente a ciudadanos de Catalu?a.
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