Un 'maldito' aplaudido por los cr¨ªticos
Contin¨²a in¨¦dita buena parte de la obra de Miguel Espinosa
El escritor murciano Miguel Espinosa muri¨® en 1982, a los 56 a?os, dejando tras de s¨ª la leyenda que surg¨ªa a partir de la publicaci¨®n de su novela Escuela de mandarines y la mayor parte de su obra in¨¦dita. Varios cr¨ªticos literarios consagraron el d¨ªa de ayer a debatir sobre la obra de Espinosa en los cursos de verano que la universidad Complutense celebra en El Escorial.
Parece que Escuela de mandarines se ha unido ya a ese prestigioso grupo de novelas que hubieron de atravesar el desierto antes de alcanzar el reconocimiento que, pese a ser minoritario, las pone a salvo del olvido. A ese grupo pertenecen, por ejemplo, La Regenta, de Clar¨ªn, o Tiempo de silencio, de Luis Mart¨ªn Santos, libro ¨¦ste, por lo dem¨¢s, que a menudo se menciona cuando se habla del de Espinosa. Ambos tienen en com¨²n el ser una par¨¢bola de la dictadura. Pero, no son s¨®lo eso. No habr¨ªan sobrevivido.Escuela de mandarines es, seg¨²n los especialistas, una pieza ¨²nica en la narrativa espa?ola de este siglo, y se dir¨ªa que esa es una de las razones de que haya permanecido relativamente desconocida para el p¨²blico: no es f¨¢cilmente clasificable ni etiquetable, y profesores y cr¨ªticos no saben muy bien d¨®nde meterla.
Con su estilo algo barroco, ¨¦l mismo lo dijo en una entrevista en la revista Quimera: "Actualmente, las literaturas espa?olas y sudamericanas m¨¢s populares y consumidas son narraciones de hechos entecos y llamativos, literaturas de lo pintoresco y de viso, de lo que por definici¨®n sucede a otro, y sirve para acompa?ar y asombrar al lector en sus horas de broma. Mi literatura, por el contrario, es la narraci¨®n de lo que sucede precisamente al lector y sirve para confortarle, o angustiarle, en sus horas serias. Mis personajes no son extra?os a ning¨²n hombre; no soy tan se?orito ni estanciero para disponer de personajes pintorescos que ofrecer a los invitados".
La versi¨®n publicada de Escuela de mandarines (Editorial Regional Murciana) -pues todas sus obras fueron escritas varias veces- ha sido definida como "una especie de ap¨®logo total", de unas 600 p¨¢ginas, en el que un eremita, tan anciano que ya carece de edad, emprende un viaje de tal duraci¨®n que bordea la eternidad a la capital de un imperio, la Feliz Gobernaci¨®n, donde manda una variad¨ªsima caterva de mandarines de todo tama?o, color y pelaje. El tono del libro es en apariencia cl¨¢sico, pero los recursos -conviven casi todos los g¨¦neros- le prestan una contemporaneidad de dif¨ªcil descripci¨®n. El ¨ªndice de personajes ocupa 40 p¨¢ginas.
Marginal entre los marginales, Miguel Espinosa se mantuvo alejado de los centros intelectuales durante toda su vida. "La pasi¨®n de Cristo comienza el domingo de Ramos", dijo en una entrevista, "precisamente cuando debi¨® sufrir m¨¢s, al ver que lo aclamaban. Yo no deseo destacar. No resistir¨ªa ser aclamado. Me parece demon¨ªaco ser aclamado constantemente".
No lo fue. Licenciado en derecho, Espinosa trabaj¨® como agente de una compa?¨ªa japonesa de importaci¨®n y exportaci¨®n, y luego asesor de varias empresas, y muri¨® a causa de un segundo infarto a los 56 a?os. Dej¨® viuda y dos hijos, una extensa obra in¨¦dita que en buena parte as¨ª contin¨²a pese al entusiasmo de los cr¨ªticos y la publicaci¨®n de abundantes estudios sobre su obra, e inacabado un proyecto de gran ambici¨®n.
Cuando muri¨® hab¨ªa publicado, entre otras obras, el ensayo Reflexiones sobre Norteam¨¦rica y el libro de creaci¨®n La Tr¨ªbada Falsaria. Luego se publicaron La Tr¨ªbada Confusa, complemento de la anterior, y Asklepios. El ¨²ltimo griego, obra que nunca hab¨ªa querido publicar. Entre otros, permanecen in¨¦ditos el conjunto de relatos La fea burgues¨ªa y las Cartas Morales.
Sus padrinosfueron Enrique Tierno Galv¨¢n, Jos¨¦ Luis L¨®pez Aranguren y el cr¨ªtico Juan Ram¨®n Masoliver; este ¨²ltimo fue el principal responsable de que le dieran el premio Ciudad de Barcelona por Escuela de mandarines, dedicado a Mercedes Rodr¨ªguez, con quien mantuvo una intensa relaci¨®n intelectual y que fue la destinataria de las Cartas morales.
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