Una revoluci¨®n actual
EL RITO de los centenarios es un invento de principios del siglo XIX. Durante la pasada centuria, la civilizaci¨®n occidental, rebosante del optimismo desencadenado por la revoluci¨®n industrial, convencida de que pod¨ªa conquistar la naturaleza por la ciencia y el saber, comenz¨® a crear aniversarios, a establecer jalones de sus propios ¨¦xitos. Y el mismo moj¨®n divisorio que en la historia creaba la Revoluci¨®n Francesa -de lo que eran muy conscientes sus protagonistas- contribuy¨® no poco a la popularizaci¨®n de esa mirada conmemorativa, que s¨®lo con el tiempo se ha convertido en distra¨ªda ceremonia de no importa qu¨¦ trasunto del pasado.La conmemoraci¨®n, en cambio, del bicentenario de la Revoluci¨®n no es un ejercicio de nostalgia; por el contrario, el debate sobre lo que fue, pudo o debi¨® ser la conmoci¨®n francesa y europea se halla en plena juventud, y ello no ¨²nicamente desde un punto de vista hist¨®rico, sino como examen de un legado pol¨ªtico que enlaza con nuestra m¨¢s directa contemporaneidad. En un reciente debate celebrado en Par¨ªs organizado por EL PA?S -y del que ayer se daba cuenta en un suplemento en estas p¨¢ginas- se produjo un notable consenso entre historiadores, escritores y pol¨ªticos asistentes: cualquiera que sea la interpretaci¨®n que se d¨¦ a la Revoluci¨®n, ¨¦sta ha dejado una huella profunda en nuestras vidas, y se encuentra muy lejos de convertirse, por lo que respecta a sus efectos, en un cap¨ªtulo cerrado de la historia del mundo.
Los ideales de la Revoluci¨®n, s¨®lo parcialmente realizados -la libertad como igualdad, la igualdad como oportunidad suficiente para todos y la fraternidad como el cimiento de las dos anteriores-, son todav¨ªa un objetivo relativamente distante en el mundo desarrollado y apenas un despertar entre el ruido y la furia, como vemos hoy en China, en la Uni¨®n Sovi¨¦tica y en buena parte del Tercer Mundo.
La conmemoraci¨®n de la Revoluci¨®n, por otra parte, se hace en 1989 en un maj-co significativamente distinto de aquella primera de 1889 en que, como aviso para tibios y contrarrevolucionarios, Clemenceau advert¨ªa que "la Revoluci¨®n es un bloque". Hoy, el presidente Fran?ois Mitterrand asegura, con la sutileza del que sabe que las heridas se hallan razonablemente cicatrizadas, que "la Revoluci¨®n es un todo", como abrazando no s¨®lo a Francia, sino a todo el sentimiento progresista internacional. Al mismo tiempo, con el sentido de la pompa y de la circunstancia que posee esa aparici¨®n ya hist¨®rica en que se ha convertido el presidente de la V Rep¨²blica, la gran semana del bicentenario ser¨¢ la de una apoteosis mundial de Francia, con la celebraci¨®n de la cumbre de los pa¨ªses industrializados en Par¨ªs y el comienzo de la presidencia francesa de la Comunidad Europea.
La avalancha de celebraciones, de debates, de papeles doctos que tiene su centro de operaciones en Par¨ªs, pero que irradia al mundo entero, constituye, por a?adidura, una lecci¨®n de sentido de la oportunidad, de comprender y subrayar lo que une y no lo que separa, que no deber¨ªa caer en saco roto para las naciones que hoga?o preparan centenarios en la duda de si llamarles descubrimientos o encuentros.
Junto a ello resulta irrelevante la disputa que ha asolado durante a?os a las universidades occidentales entre ortodoxia y revisionismo en el estudio de la Revoluci¨®n. Si el famoso d¨¦rapage de Frangois Furet fue o no un estrambote innecesario de la conmoci¨®n revolucionaria; si la burgues¨ªa se las estaba arreglando mejor o peor por s¨ª sola sin necesidad del terror, la guerra y la decapitaci¨®n de un rey; si determinados excesos por presentar la Revoluci¨®n como una novela de capa y espada eliminan o no el antiguo clasicismo que se inici¨® con Michelet y se doctor¨® con Jaur¨¦s; todo ello carece de verdadera importancia ante el hecho de que la actualidad subraya hoy la vigencia de aquel referente hist¨®rico, desde Pek¨ªn hasta el B¨¢ltico, desde Centroam¨¦rica hasta ?frica del Sur. ?se es el gran legado de la Revoluci¨®n Francesa que hoy se conmemora en Par¨ªs, estos d¨ªas capital de la humanidad.
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