"La Marsellesa' de los millones
Francia conmemor¨® su Revoluci¨®n con la exaltaci¨®n del himno y los colores nacionales
El bicentenario, al fin, fue una fiesta. Un mill¨®n de personas asisti¨® en la noche del viernes al s¨¢bado al desfile La Marsellesa, cuyo coste se aproxima a los 2.000 millones de pesetas. M¨¢s de 100 cadenas de televisi¨®n retransmitieron -la mitad de ellas en directo- la ¨®pera ballet a 600 millones de espectadores. Seis mil figurantes recorrieron los Campos El¨ªseos, desde el Arco del Triunfo hasta la plaza de la Concordia, -en una ceremonia de exaltaci¨®n, al ritmo de la m¨²sica del himno y los colores de la bandera tricolor, pero tambi¨¦n del universalismo de la Revoluci¨®n Francesa.
El espect¨¢culo, ideado por el publicitario Jean-Paul Goude, contiene una docena de cuadros en los que los protagonistas de la Revoluci¨®n, Francia y sus provincias, desfilan junto a representantes del Reino Unido, Africa, la Uni¨®n Sovi¨¦tica o Estados Unidos. Aunque algunos medios han avanzado un coste de 150 millones de francos, el productor del espect¨¢culo asegura que no se ha soprepasado un c¨¦ntimo el presupuesto de 98,5 millones de francos (cerca de 2.000 millones de pesetas).De esta suma, la mayor¨ªa ha sido aportada por el Estado, ya sea directamente -la Misi¨®n del Bicentenario ha pagado el 60%- o mediante el patrocinio de empresas nacionalizadas, que han sufragado la mayor parte del 40% restante. El resto corresponde a los derechos de televisi¨®n, cifrados en una media de 25 millones de pesetas para los pa¨ªses ricos y en 3,5 millones para los pobres, excepto el ?frica franc¨®fona, que recibi¨® gratis las im¨¢genes.
Espect¨¢cudo televisivo
Jean-Paul Goude, de 48 a?os, descubridor de la cantante Grace Jones y creador de conocidos anuncios publicitarios, ha reconocido que su espect¨¢culo estaba principalmente destinado a la televisi¨®n, de cuya producci¨®n, con un coste de algo menos de 150 millones de pesetas, se ocup¨® un equipo de 200 profesionales a los mandos de 40 c¨¢maras.Ilustrador de profesi¨®n y ex director art¨ªstico de la revista Esquire, Goude, que cubre permanentemente su cabeza con una gorra de b¨¦isbol, era consciente tambi¨¦n de uno de los problemas de La Marsellesa: deb¨ªa ser a la vez un desfile en los Campos El¨ªseos y un espect¨¢culo est¨¢tico en la plaza de la Concordia, donde esperaban los 35 jefes de Estado o de Gobierno presentes en Par¨ªs y los 16.800 invitados.
El Ministerio de Cultura le ped¨ªa a Goude el oro y el moro -el desfile y el espect¨¢culo- y el creador ya anunci¨® que ganar¨ªa el desfile, es decir, que La MarseIlesa se ver¨ªa mejor por televisi¨®n y en los Campos El¨ªseos que en la Concordia, donde, adem¨¢s, los invitados -personalidades, trabajadores del bicentenario o simples franceses llamados France, Marianne o nacidos un 14 de julio- tiritaban a causa del fr¨ªo de la noche del julio parisiense.
El presidente de la Rep¨²blica francesa, Fran?ois Mitterrand, no sigui¨® el desfile desde los balcones del hotel de la Marina, como estaba anunciado, sino desde una tribuna, acompa?ado por el canciller federal alem¨¢n, Helmut Kohl. El resto de los dirigentes mundiales se aposent¨® ante los balcones protegidos por cristales antibalas, pero aguantaron ¨²nicamente la mitad del espect¨¢culo
Durante dos horas y media, e espect¨¢culo fant¨¢stico e imaginativo de Goude -atrapado tambi¨¦n, sin embargo, en algunos t¨®picos- llen¨® de fiesta la noche de Par¨ªs, bajo el predominio de los colores azul, blanco y rojo -el primer t¨ªtulo del espect¨¢culo era Bleu, Blanc, Goude- y de las notas de La Marsellesa, interpretada junto al obelisco de la Concordia por la soprano Jessye Norman, envuelta de la cabeza a los pies por una enorme bandera tricolor de seda dise?ada por el modista Azzedine Alaia.
Derroche de luz
?se fue uno de los momentos cumbres de la noche, repleta la plaza de centenares de figurantes, miembros de los cuadros esc¨¦nicos de los tambores franceses y de las tribus de Francia Vestidos completamente de negro, los integrantes de estos cuadros iluminaban su cara, como los mineros, con una luz suspendida sobre su cabeza, mientras otra bombilla resaltaba la bandera tricolor que llevaban a la espalda. Otro grupo de 1. 120 m¨²sicos, que portaba las 38 banderas regionales de Francia, tocaba sus instrumentos iluminados.La plaza era, pues, un derroche de luz, mientras Jessye Nor man cantaba el himno nacional y los espectadores, de pie, alumbraban con la presi¨®n de los de dos la bombilla que -cada uno de ellos hab¨ªa encontrado en su localidad, fabricada especialmente para la ocasi¨®n por la compa?¨ªa nacional de electricidad.
El desfile se hab¨ªa iniciado a las 10.30 con el paso de 60 italianos que lanzaban al viento la bandera francesa a la manera en que lo hacen en Siena, durante la fiesta del Palio.
Despu¨¦s lleg¨® el silencio, en homenaje a los estudiantes chinos muertos de la plaza de Tiananmen de Pek¨ªn en reivindicaci¨®n de la democratizaci¨®n de su pa¨ªs. Un enorme tambor silencioso -el ta ku- de color rojo, rodeado de bamb¨², y un grupo de chinos en bicicleta fue lo que qued¨® de un n¨²mero modificado tras la matanza estudiantil llevada a cabo el pasado cuatro de junio.
Torero con cuernos
La presencia de Espa?a -se hab¨ªa previsto una corrida, flinalmente anulada- qued¨® reducida a una m¨ªnima participaci¨®n en el n¨²mero de las bailarinas Zodantes. Catorce bailarinas ataviadas con un amplio vestido que ocultaba un veh¨ªculo con ruedas acariciaban a otros tantos ni?os, s¨ªmbolo cada uno de ellos de las razas del mundo. Ah¨ª, el torero con cuernos, que sujetaba la bandera espa?ola, alternaba con el polic¨ªa montado del Canad¨¢, el samurai, el tirol¨¦s o el arlequ¨ªn. En los actos del bicentenario no ha habido representaci¨®n espa?ola porque el Gobierno franc¨¦s decidi¨® no invitar a ninguna monarqu¨ªa europea. Margaret Thatcher ha asistido, de hecho, come. representante de uno de los siete grandes, y no como primera ministra de un pa¨ªs mon¨¢rquico.El ritmo africano aport¨® al desfile uno de los n¨²meros m¨¢s logrados, tanto en la escalera musical dirigida por el senegal¨¦s Dudu N'D¨ªaye Rose, como en la pir¨¢mide habitada por 94 percusionistas que no cesaban de dar trabajo a sus manos. En lo alto de la escalera, cuatro danzarinas negras formaban, con el color azul, blanco y rojo de sus vestidos, la bandera francesa.
El maquinista de la revoluci¨®n industrial
J. A S. / E. G., Jean-Paul Gotide vari¨® a ¨²ltima hora el final de La MarseIlesa. Mientras el cielo de Par¨ªs se te?¨ªa de tricolor con el castillo final de fuegos artificiales, 253 m¨²sicos negros de la Florida Marching Band tocaban temas de James Brown y bailaban al estilo de Michael Jackson. En principio, la parada musical deb¨ªa haberse cerrado con un n¨²mero en el que una locomotora, s¨ªmbolo de la revoluci¨®n industrial, recorr¨ªa los Campos El¨ªseos.
Pero la variaci¨®n fue s¨®lo cronol¨®gica, porque la locomotora pas¨® por all¨ª, minutos antes, majestuosa, lanzando un espeso humo blanco y conducida por un joven, Michel Pothin, un maquinista que, sin embargo, no ha visto nunca la pel¨ªcula de Renoir La b¨ºte humaine, en la que est¨¢ Inspirado el n¨²mero y en la que Jean Gabin conduc¨ªa una locomotora igual. Rodeando la m¨¢quina de vapor sonaban los tambores del Bronx, un grupo de percusionistas hijos de ferroviarios de Nevers.
Francia concedi¨® la gentileza de cerrar el espect¨¢culo a la gran potencia de Occidente, pero antes hab¨ªa desfilado el' gigante sovi¨¦tico. Dos camiones cisterna con la leyenda glasnost en la panza lanzaban nieve-confetti a una plataforma en la que una bailarina danzaba agarrada a un oso blanco patinador. Detr¨¢s no faltaban ni el paso de la oca de seis guardianes del mausoleo de Lenin, ni los marinos del acorazado Potemkin, ni la exhibici¨®n de las banderas de todas las rep¨²blicas sovi¨¦ticas, reunidas en estos tiempos de tribulaciones ¨¦tnicas. Cerraba el n¨²mero una carroza con un ingenio industrial de la ¨¦poca constructivista.
Junto a las grandes potencias desfil¨® tambi¨¦n el Reino Unido, cuya representaci¨®n no complaci¨®, al parecer, a la primera ministra Margaret Thatcher, verdadero elefante en la cacharrer¨ªa del bicenteriario. Goude declar¨® ayer que Thatcher no entend¨ªa su Reino Unido, mezcla de anglosaones, indios y jamaicanos. Junto a los soldados brit¨¢nicos, las marchas escocesas, la lluvia, los paraguas, el autob¨²s rojo de dos pisos y los coches de bomberos, Goude hizo desfilar, efectivamente, ?entro de una coreograf¨ªa sobre el ron jamaicano, a un batall¨®n colonial tocado con salakof que interpretaba ritmos le la India. Menos mal que os tres elefantes previstos fueron al final sustituidos por caballos.
El creador del espect¨¢culo, el mayor de los celebrados jam¨¢s en Par¨ªs, estaba ayer satisfecho, despu¨¦s del temor cumulado por alg¨²n ensayo general desastroso, en el que desfile se alarg¨® mucho m¨¢s e lo previsto.
Goude, que hab¨ªa explicado personalmente la idea de a Marsellesa a Mitterrand en el palacio del El¨ªseo, recibi¨® un chapeau de felicitaci¨®n del ministro de Cultura, Jack Lang, m¨¢ximo responsable de los actos.
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