El jard¨ªn de atr¨¢s
La reuni¨®n de los siete pa¨ªses m¨¢s ricos en Par¨ªs ha dado fe p¨²blica de algunas de las tendencias hist¨®ricas m¨¢s significativas de nuestro tiempo: el Norte es cada vez m¨¢s afortunado, y sus problemas ahora no son de crecimiento o de recesi¨®n, sino de sobreabundancia; segundo, se acelera el acercamiento ideol¨®gico entre el Oeste y el Este, ya que esta segunda zona (en su territorio europeo) vive un proceso de transici¨®n democr¨¢tica, ojal¨¢ que irreversible; por ¨²ltimo, el Sur vuelve a perder bazas y la esperanza de que en alguna ocasi¨®n su quiebra sea atendida en el marco de un di¨¢logo permanente; es decir, el planeta progresa en su zona central, pero sigue teniendo un jard¨ªn de atr¨¢s al que no se riega.En la euforia de la fiesta del bicentenario de la Revoluci¨®n Francesa, junto con las m¨¢scaras tricolores del consenso, se han colado de rond¨®n otras que dificultan el reconocimiento de lo que sucede en el mundo. La bondad de unas situaciones refleja, en la comparaci¨®n, la miseria de las dem¨¢s y las hace m¨¢s lacerantes. Cuando se sale de una crisis econ¨®mica profunda y se inicia la recuperaci¨®n, las desigualdades emergen a la calle y se manifiestan descarnadas; cuando unos tratan de reducir su crecimiento
para volver al equilibrio, o conceden ayudas a terceros mientras s¨®lo clan promesas y buenas palabras a los no alineados, estos ¨²ltimos se sienten, l¨®gicamente, maltratados. Uno de los representantes del Tercer Mundo presentes en el bicentenario afirm¨®: "En Par¨ªs se ha logrado la suprema iron¨ªa de la igualdad: se ha prohibido a los ricos; y a los pobres pernoctar por igual debajo de los puentes".Por primera vez en muchos a?os, los presidentes de los siete grandes han mostrado autosatisfacci¨®n por la marcha de sus econom¨ªas. No se trata, como en el pasado, de buscar el camino para crecer, sino todo lo contrario; la ortodoxia pasa ahora por atenuar el recalentamiento, por lo que ya se denomina com¨²nmente como un aterrizaje suave. Aunque todos los desequilibrios sean malos y el peligro de la inflaci¨®n contin¨²e latente, peor son los que provienen de la recesi¨®n que los de la abundancia. Muchos pa¨ªses envidiar¨ªan estar de vuelta en la teor¨ªa de los ciclos y rebajar el nervio de sus calderas para tener futuro. George Bush, por ejemplo, ha posado orondo junto a sus seis socios, en el ambiente m¨¢s relajado de las 15 cumbres celebradas, sin acordarse de que Estados Unidos es deudor neto en el concierto de las naciones y mantiene un enorme d¨¦ficit financiero exterior.Sin duda, el gran ¨¦xito del Grupo de los Siete ha sido el de encargar a Jacques Delors la organizaci¨®n. de una cumbre en la que se discutir¨¢n las f¨®rmulas de colaboraci¨®n econ¨®mica con los pa¨ªses del este europeo (especialmente los m¨¢s volcados en procesos de transici¨®n, como Hungr¨ªa y Polonia). Esta ayuda se manifestar¨¢ en dinero fresco y, por consiguiente, en un aumento de la deuda externa. Los siete han pedido al Fondo Monetario Internacional (FMI) que agilice su negociaci¨®n con Polonia, y han expresado su decisi¨®n de reestructurar la deuda polaca en el seno del Club de Par¨ªs, en el que los pa¨ªses m¨¢s ricos del mundo tienen un peso decisivo. Para comprender la significaci¨®n de la medida aceptada es preciso recordar que fue precisamente Polonia el primer pa¨ªs que suspendi¨® pagos unilateralmente hace una d¨¦cada, convirti¨¦ndose en el precedente de un pleito que se extendi¨® al Tercer Mundo y que ha tenido en el M¨¦xico del verano de 1982 su epicentro m¨¢s peligroso.El socorro a Hungr¨ªa y Polonia estuvo precedido de una carta de Gorbachov a los siete pidiendo de forma urgente una armonizaci¨®n de los procesos de la econom¨ªa mundial. "La vida misma", dec¨ªa la misiva del l¨ªder sovi¨¦tico, "destruye los viejos obst¨¢culos levantados de forma artificial entre diferentes sistemas econ¨®micos". Hasta el lenguaje ha cambiado en la simbolog¨ªa del otro bloque. Del mismo modo que el capitalismo gir¨® tras la ¨²ltima guerra mundial e implant¨® un keynesianismo intervencionista para salvar al sistema, ahora los pa¨ªses del socialismo realmente existente hacen su revoluci¨®n pasiva e imponen medidas m¨¢s acordes con la econom¨ªa de mercado que con la planificaci¨®n obligatoria. El acercamiento pr¨¢ctico e ideol¨®gico de ambas posiciones hacia una especie de socialdemocracia gen¨¦rica facilita la aproximaci¨®n a la utop¨ªa de que, m¨¢s temprano que tarde, Gorbachov o sus sucesores se sienten a la misma mesa camilla que rige los destinos del mundo occidental y se constituya una especie de Gobierno del mundo en la sombra que moldee los destinos de casi todos.Mientras se establec¨ªa esta complicidad entre el Este y el Oeste, en el mismo Par¨ªs se organizaba la contracumbre de la marginalidad: los siete pa¨ªses m¨¢s pobres de la Tierra. Como en las anteriores reuniones, los grandes desoyeron la demanda del Tercer Mundo de reabrir el di¨¢logo Norte-Sur, lo que destella por comparaci¨®n con el deshielo entre el Este y el Oeste. Aquel concepto del nuevo orden econ¨®mico internacional, que de tanto mencionar -y nunca practicar- devino en un t¨®pico desprestigiado, recobra ahora su fuerza ante la realidad de la deuda externa de esta zona del planeta, que supera los 1,3 billones de d¨®lares. Para estos pa¨ªses no ha habido en Par¨ªs ninguna medida efectiva; ¨²nicamente la vacua declaraci¨®n final de buena intenci¨®n, en la que se dice que "ayudaremos [los siete grandes] a los pa¨ªses en desarrollo liberalizando los intercambios y apoyando sus ajustes estructurales". Las naciones ricas han recordado que "somos firmemente partidarios de la estrategia del caso por caso", lo que supone de hecho que no negociar¨¢n de bloque a bloque y que no tolerar¨¢n la constituci¨®n de un lobby de deudores, pese a que ellas son el m¨¢s poderoso grupo de presi¨®n en s¨ª mismo: el club de los siete grandes.El caso mexicano, considerado de forma generalizada como la piedra de toque de cualquier estrategia sobre la deuda externa, permanece in¨¦dito. El presidente del pa¨ªs azteca, Carlos Salinas de Gortari, presente en Par¨ªs, vio desvanecerse una vez m¨¢s la posibilidad de que de la cumbre saliese el impulso final para la renegociaci¨®n de sus cr¨¦ditos, que se est¨¢ dando interminablemente en Nueva York con la banca privada. Fran?ois Mitterrand tampoco ha sido capaz de desenroscar la bandera de la deuda, como se crey¨® en los seis meses de presidencia espa?ola de Europa, en los que muchos temieron, ingenuamente, que Felipe Gonz¨¢lez podr¨ªa ser su portaestandarte europeo. Pese a la grandeur del bicentenario y a sus declaraciones de que "los pobres han entrado en la conciencia de los ricos", el presidente franc¨¦s no dobleg¨® la intransigencia de los socios m¨¢s duros: Estados Unidos, el Reino Unido o la Rep¨²blica Federal de Alemania. El Plan Brady sigui¨® in¨¦dito tras Par¨ªs.
Salinas de Gortari, cuando acab¨® el desfile y se cerr¨® la puerta del sal¨®n donde empezaron a cenar los siete ricos, agarr¨® el avi¨®n y se vino a dormir a Madrid, donde s¨ª consigui¨® un testimonio y un activo con el que trabajar en Nueva York: la condonaci¨®n de la mitad de la deuda externa que M¨¦xico tiene con sus acreedores privados espa?oles. Aunque estos cr¨¦ditos supongan s¨®lo el 1% de la deuda externa global mexicana -o quiz¨¢ precisamente por esto y porque se trata de M¨¦xico-, el gesto de Felipe Gonz¨¢lez marca una l¨ªnea m¨¢s expeditiva que la que ha salido de Par¨ªs. En el momento en que se cumple el 5(Y aniversario de la llegada de los exiliados republicanos al pa¨ªs azteca es un acto de coherencia concluir un acuerdo de cooperaci¨®n y desarrollo con M¨¦xico del mismo estilo que el tratado de apoyo a la democracia firmado con Argentina hace a?o y medio.As¨ª pues, pese a las apariencias del sensacional escenario ¨¦pico de los franceses, no todo ha sido dolce far niente en Par¨ªs. El primer punto del orden del d¨ªa que los sherpas hab¨ªan preparado para la reuni¨®n era el de la deuda externa, y es en el que menos se ha avanzado. Primero, porque la de Estados Unidos ha permanecido camuflada en el ambiente de la recuperaci¨®n y del aterrizaje suave; segundo, porque para mejorar las relaciones pol¨ªticas con la Europa oriental ha sido inevitable estimular la v¨ªa de su endeudamiento exterior. El fin justifica los medios empleados, pero no deja de ser una antinomia frontal que mientras se atiza el fuego en esta direcci¨®n se enfr¨ªen los medios para abordar, de una vez, el estancamiento de la mayor parte de los pa¨ªses del Tercer Mundo, hipotecados de forma indefinida en su crecimiento mientras no se d¨¦ una soluci¨®n pol¨ªtica al problema de la deuda.
El 10 de marzo de 1989, el secretario del Tesoro norteamericano, Nicholas Brady, declaraba en Washington: "?sta es la gran lecci¨®n de nuestra ¨¦poca: los pueblos de la Tierra est¨¢n unidos inseparablemente los unos a los otros por una comunidad de intereses profunda". Despu¨¦s de Par¨ªs, sus palabras son, de nuevo, s¨®lo palabras, y el jard¨ªn de atr¨¢s sigue sin fertilidad.
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