Di¨¢logo en Panam¨¢
HACE DOS meses y medio se celebraron en Panam¨¢ unas elecciones presidenciales que no pudieron terminar peor. Los que las ganaron fueron apaleados, los que las perdieron sacaron a grupos de matones a la calle y el general Noriega sigui¨® sentado en la silla de la que quer¨ªa apearle la voluntad popular. El problema planteado en los comicios era muy sencillo. Se trataba de acabar de una vez por todas con esa peculiar figura paname?a del protector que no s¨®lo es la suprema encarnaci¨®n de un cierto nacionalismo populista (cristalizado sobre todo en tomo a la recuperaci¨®n de la soberan¨ªa sobre el canal), sino que pretende representar al pueblo, con exclusi¨®n de todo otro l¨ªder, frente a una oligarqu¨ªa tradicionalmente corrupta. En cierto modo, la f¨®rmula hab¨ªa funcionado con un l¨ªder carism¨¢tico como Omar Torrijos. Pero, a la hora de mantenerse en el poder, su sucesor, Noriega, invocando viejos fantasmas, ha hecho trampa: la recuperaci¨®n del canal ya est¨¢ adquirida, y el pueblo, lejos de preferir la tutela de un general corrupto, ha mostrado una abrumadora tendencia a valerse por s¨ª mismo. En las elecciones del pasado 7 de mayo, el general Noriega dej¨® de ser la encarnaci¨®n nacional. Y, como buen tramposo, se lo tom¨® muy a mal.Fueron unos d¨ªas de grave confusi¨®n. Hubo momentos en los que se temi¨® seriamente por la vida de algunos de los principales pol¨ªticos del pa¨ªs centroamericano (en la mente de todos est¨¢n las im¨¢genes de televisi¨®n en las que se mostraba el apaleamiento sufrido por el candidato de la coalici¨®n opositora a la vicepresidencia); en otros instantes pareci¨® que la guerra civil estaba a un paso, y en otros, finalmente, que el Ej¨¦rcito de Estados Unidos se dispon¨ªa a intervenir en Panam¨¢ desde la base militar que tiene en la zona del canal. Una intervenci¨®n armada norteamericana hubiera sido una cat¨¢strofe para todos y, seguramente, se habr¨ªa saldado con un ba?o de sangre en el que las v¨ªctimas habr¨ªan sido justos y pecadores, pero todos paname?os. Y el general Noriega, causa de tanta miseria, habr¨ªa renacido como h¨¦roe popular.
Dos meses largos despu¨¦s, el dictador sigue impert¨¦rrito en su silla. Ya en una ocasi¨®n, Ronald Reagan, apoy¨¢ndose en una resoluci¨®n de un tribunal estadounidense en la que se acusaba al general paname?o de narcotr¨¢fico, le declar¨® la guerra total; tras ense?arse ambos los dientes durante semanas, la cosa acab¨® en agua de borrajas. En esta nueva circunstancia, era el mundo entero el que ten¨ªa declarada la guerra a Noriega. Sigui¨® sin pasar nada, entre otras cosas, parad¨®jicamente, porque el presidente Bush ha dejado de considerar que el problema estrat¨¦gico principal de EE UU es Centroam¨¦rica.
D¨ªas despu¨¦s de los comicios presidenciales de mayo pasado, ante la evidencia de la derrota, Noriega decidi¨® anular los resultados. Reconoc¨ªa con ello que de nada hab¨ªan servido sus intimidaciones, rotura de urnas, violencia y artima?as y que la Alianza Democr¨¢tica de Oposici¨®n le hab¨ªa propinado una soberana paliza electoral. Se lleg¨® as¨ª a un impasse sin soluci¨®n aparente. Y aquel impasse ha dado paso a dos meses de silencio casi total.
Durante este tiempo, sin embargo, ha tenido lugar una discreta negociaci¨®n. El 17 de mayo pasado fue constituida una comisi¨®n de la OEA que se desplaz¨® a Panam¨¢ para buscar una salida pac¨ªfica a la crisis, lo que quer¨ªa decir buscarle una salida pac¨ªfica a Noriega. La misi¨®n ha estado la semana pasada en el pa¨ªs centroamericano negociando a tres bandas: con la oposici¨®n, con los partidos oficialistas y con el Ej¨¦rcito. Parece que, finalmente, ha llegado a un compromiso con las tres partes para que el general Noriega abandone pac¨ªficamente el pa¨ªs el 1 de septiembre. Es mucho esperar de ¨¦l, pero puede que un resto de verdadero patriotismo le impulse a marcharse para permitir a sus compatriotas rehacer un pa¨ªs destrozado econ¨®micamente por el bloqueo norteamericano y por una situaci¨®n de guerra civil larvada.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Omar Torrijos
- Opini¨®n
- Manuel Antonio Noriega
- Panam¨¢
- Revueltas sociales
- Guerra civil
- Centroam¨¦rica
- Estados Unidos
- Pol¨ªtica exterior
- Malestar social
- Latinoam¨¦rica
- Guerra
- Organizaciones internacionales
- Conflictos pol¨ªticos
- Am¨¦rica
- Elecciones
- Partidos pol¨ªticos
- Conflictos
- Problemas sociales
- Relaciones exteriores
- Defensa
- Pol¨ªtica
- Sociedad