Compases con pimienta
En un medio como el nuestro, en el que tanta m¨²sica falta por escuchar, la Joven Orquesta Nacional de Espa?a (JONDE), con su titular Edmon Colomer, se ha lanzado, curiosamente, al estreno espa?ol de la impropiamente denominada D¨¦cima sinfon¨ªa de Beethoven, presentada en Londres por su facedor, Barry Cooper, el pasado oto?o.Ni entonces, ni ahora, hubo acontecimientos; mucho menos se produjo ninguna fecha clave en la historia de la m¨²sica. Ya es curioso que el aludido reconstructor -o m¨¢s bien el inventor de un tiempo de sinfon¨ªa sobre ideas de Beethoven- haya escrito tantas veces que de los dejados por Beethoven ning¨²n fragmento sobrepasa los 30 compases, que frecuentemente falta la armon¨ªa y que apenas existen indicaciones para la orquestaci¨®n.
El tema de la D¨¦cima sinfon¨ªa no es nuevo, ni mucho menos. Lo trata Prud'Homme en su c¨¦lebre obra de principios de siglo, y naci¨®, probablennente, el mismo d¨ªa que Carla Holz le dijo a Otto Jahn que hab¨ªa escuchado a Beethoven fragmentos de la proyectada sinfon¨ªa. La serie de peque?os y numerosos hallazgos de borradores, temas y anotaciones animaron a Cooper a realizar su trabajo.
Suele Insistirse en la paternidad beethoveniana de las ideas b¨¢sicas. Pero, ?qu¨¦ significa esto en Beethoven? ?Qu¨¦ habr¨ªa resultado en manos de otro la idea inicial de la Quinta sinfon¨ªa? Acaso la evocaci¨®n de un cuco tartamudo. Sin embargo, Beethoven logr¨® una de sus p¨¢ginas m¨¢s compactas, perfectas y geniales. ?Est¨¢ dotado Cooper de facultades compositivas an¨¢logas a las de Beethoven? Hay motivos para dudarlo, pero aunque lo estuviera y se tratase de un Beethoven n¨²mero dos habr¨ªa algo indiscutible: nunca ser¨ªa un Reethoven n¨²mero uno. Poco significa, entonces, este a?adido al ciclo hist¨®rico de las nueve sinfon¨ªas. Quiz¨¢ un entretenimiento y, con un poco de suerte, un suceso editorial pasajero.
Ya es sorprendente que el maestro Colomer, que, suponemos, ha sido el programador del acontecimiento, manifieste tan serias dudas sobre ¨¦l. En todo caso, los conciertos de la universidad Complutense a?adieron a un programa beethoveniano habitual una cierta dosis de pimienta.
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