L¨®gica
Reconforta saber que a los pobres se les puede quitar todo menos la l¨®gica. Los habitantes de la comarca de La Serran¨ªa son pobres. Setecientos cincuenta a?os de Pa¨ªs o Reino de Valencia no han hecho mucho por ellos. He aqu¨ª que de repente se les asigna el noble protagonismo hist¨®rico de albergar un cementerio estatal de pararrayos radiactivos, decisi¨®n del Gobierno aut¨®nomo destinada, a "ofrendar nuevas glorias a Espa?a", como reza el himno comunitario. Lejos de emocionarse ante tan sublime misi¨®n los habitantes de La Serran¨ªa, incluidos algunos alcaldes socialista se han cabreado, han recogido 13.000 firmas sobre una poblaci¨®n poco mayor de 20.000 personas y se han manifestado. Son portadores de un arma a¨²n no expropiada a los pobres: la l¨®gica.D¨ªcense y icen cosas como esta si el cementerio no es peligroso, ?por qu¨¦ no lo ponen en Madrid o en Valencia?; si no es una agresi¨®n para la comarca, ?por qu¨¦ ofrecen centenares de millones de pesetas como compensaci¨®n?; ?por qu¨¦ han intentado instalarlo en el t¨¦rmino de Dome?o cuya poblaci¨®n reside a m¨¢s de 30 kil¨®metros? La l¨®gica de los serranos prosigue: ?no quer¨ªan convertir la marca en punto de atracci¨®n de un turismo ecol¨®gico?; si es as¨ª, ?qu¨¦ pinta un cementerio de pararrayos radiactivos en la zona?
La poderosa l¨®gica de mis indig nados paisanos hunde sus rra¨ªces en un estoicismo antiguo: si ustedes, pol¨ªticos, empresarios, gente de la capital, nos han olvidado durante tanto tiempo, sigan, por favor, olvid¨¢ndose de nosotros. Sin embargo, su l¨®gica se revela como sorprendentemente moderna. Tal como van las cosas, al planeta lo van a salvar los pobres, lo ¨²ltimos de la lista, los pueblos y lo comarcas que se nieguen a ser la cloaca del sistema, el ¨²ltimo y silencioso eslab¨®n de la cadena de irracionalidades. La Serran¨ªa no se apunta a la Legi¨®n aunque le aumenten la prima de enganche. Son pobres, no desesperados.
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