Centralismo cultural

LOS DATOS recientemente publicados sobre la distribuci¨®n territorial de las inversiones del Ministerio de Cultura reflejan un desequilibrio brutal de las mismas en favor de la capital de Espa?a. Ello es consecuencia, en parte, de una inercia jacobina: pensar que el n¨²cleo del patrimonio cultural espa?ol stilo puede estar domiciliado en Madrid. El ministro de Cultura, Jorge Sempr¨²n, ha evitado una bizantina pol¨¦mica sobre la exactitud de las cifras y ha reconocido la verdad que refleja el citado documento. Pero de nada servir¨¢ esta sinceridad ministerial si no es seguida de un efectivo cambio que arrumbe los patrones centralistas en materia cultural e instaure un verdadero equilibrio entre todas las regiones de Espa?a. Y esto solo puede suceder cuando la ayuda estatal se distribuya teniendo en cuenta no s¨®lo a las ciudades y zonas que tienen tradici¨®n cultural, sino a las que pugnan por tenerla y que un hist¨®rico abandono por parte del poder no se lo ha permitido.La capitalidad pol¨ªtica de Madrid ha justificado, para algunos, que se intentara, con pr¨®digas inversiones p¨²blicas, ensombrecer otras capitalidades culturales. Pero hoy d¨ªa esta postura carece de base alguna, no tiene en cuenta la estructura auton¨®mica del Estado y chocar¨ªa, adem¨¢s, con los criterios que rigen actualmente la creaci¨®n y difusi¨®n de la cultura. Sin embargo, en la tarea descentralizadora, el Estado debe tener la colaboraci¨®n y r¨¦plica de las autoridades auton¨®micas. El apoyo a la pluralidad cultural de Espa?a es asunto de todos, y una justicia distributiva en lo territorial no puede ser exigida desde actitudes excluyentes de aquello que, err¨®nea o perversamente, no se considera como propio del lugar.