Novedades polacas
ALGO M?S complejo y trascendental que la simple formaci¨®n de un nuevo equipo de Gobierno, presidido por el general Czeslaw Kiszczak, se est¨¢ planteando en Polonia. En medio de una angustiosa situaci¨®n econ¨®mica, se perfilan dos hechos pol¨ªticos fundamentales que apuntan hacia un futuro nuevo. El primero -subrayado por el dirigente de Solidaridad Adam Michnik despu¨¦s de una visita a Mosc¨²- es que la URSS ya no rechaza la hip¨®tesis de un Gobierno no comunista en Varsovia. El segundo es el fin del monopolio del partido comunista (oficialmente Partido Obrero Unificado, POUP) en la pol¨ªtica polaca, monopolio que ha existido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. El POUP est¨¢ condenado a perder ese monopolio a causa, fundamentalmente, del triunfo aplastante de Solidaridad en las elecciones. Pero ahora contribuye tambi¨¦n a debilitar su hegemon¨ªa la actitud de dos peque?os partidos, el Campesino y el Dem¨®crata -simples instrumentos de los comunistas durante d¨¦cadas-, que levantan cabeza en la nueva coyuntura, se separan en ciertas votaciones del POUP y parecen aspirar a un papel de bisagra en el Parlamento entre los comunistas y Solidaridad.Kiszczak ha iniciado sus gestiones hablando de un Gobierno de amplia coalici¨®n y ofreciendo a Solidaridad la vicepresidencia y varias carteras. Oferta con fuerte carga simb¨®lica: la hace el mismo general que dirigi¨® la represi¨®n contra Solidaridad que se sald¨® con la detenci¨®n de m¨¢s de 20.000 militantes de dicha organizaci¨®n. Es cierto que, en las etapas ulteriores, Kiszczak ha actuado en favor del di¨¢logo entre el Gobierno y la oposici¨®n y que fue decisivo en la mesa redonda en la que se perfil¨® la actual transici¨®n hacia un sistema democr¨¢tico. Pero, independientemente del pasado, el problema hoy es que resulta absolutamente anormal que el POUP pretenda ocupar a la vez la presidencia de la Rep¨²blica, con el general Jaruzelski, y la jefatura del Gobierno, con Kiszczak, despu¨¦s de unas elecciones en las que Solidaridad ha logrado m¨¢s del 80% de los sufragios. En el plano estrictamente formal, el POUP puede seguir gobernando, pero ello se debe a una concesi¨®n realizada por Solidaridad en la mesa redonda, en virtud de la cual el POUP tiene una representaci¨®n abultad¨ªsima -sin relaci¨®n con sus votos- en la elecci¨®n del jefe del Gobierno.
El movimiento encabezado por Lech Walesa esgrime sobradas razones para no aceptar en las actuales condiciones la oferta de Kiszczak. Para abordar en serio una nueva pol¨ªtica econ¨®mica hace falta desmontar el aparato burocr¨¢tico, incompetente y corrompido, que es responsable de la desastrosa gesti¨®n cuyos efectos sufre hoy todo el pa¨ªs. El sector reformista del viejo poder, que el general Kiszczak representa, no puede realizar esa limpieza, por positivo que sea o haya sido su papel a la hora de realizar avances graduales hacia la democracia.
Solidaridad representa la gran esperanza del pueblo polaco y no puede comprometer esa esperanza asoci¨¢ndose a un Gobierno que, por su composici¨®n misma, representa la continuidad, aunque sea en una versi¨®n mejorada. Su contraoferta ha sido valiente: ha anunciado que est¨¢ dispuesto a aceptar una cohabitaci¨®n a la francesa, es decir, como la que existi¨® entre el presidente Fran?ois Mitterrand y el primer ministro Jacques Chirac. O, traducido al caso polaco, un presidente comunista, Jaruzelski, y un Gobierno de Solidaridad. Es una propuesta generosa y con evidentes riesgos: en la desastrosa situaci¨®n econ¨®mica que sufre Polonia, asumir el Gobierno es un reto sumamente dif¨ªcil. Aunque la oferta no sea aceptada por ahora, es un factor nuevo en el marco pol¨ªtico de Polonia: queda sobre la mesa como una v¨ªa de salvaci¨®n ante los problemas sin duda grav¨ªsimos que deber¨¢ abordar el Gobierno que Kiszczak intenta constituir en estos d¨ªas.
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