El fin de los populismos en Latinoam¨¦rica
Una campa?a populista, que desemboca en un programa econ¨®mico salido de los cajones del Fondo Monetario Internacional (FMI): la elecci¨®n y las primeras decisiones de Carlos Menem en Argentina ensombrecen a¨²n m¨¢s la dram¨¢tica situaci¨®n de Latinoam¨¦rica. Pr¨¢cticamente por todas partes se hacen sentir las presiones populistas, eco del empobrecimiento de un gran sector de la poblaci¨®n. Sin embargo, no existe evidentemente una soluci¨®n populista cuando el Estado tiene los bolsillos vac¨ªos y los capitales abandonan el pa¨ªs en lugar de entrar en ¨¦l. M¨¢s real que el populismo es la inflaci¨®n, y sobre todo, la hiperinflaci¨®n, que eliminalas reivindicaciones y presiones populares, abriendo camino para la gran operaci¨®n en curso: rearticulaci¨®n de una parte de la econom¨ªa nacional en la econom¨ªa mundial, al precio de una marginaci¨®n creciente de un amplio sector de la poblaci¨®n.Durante casi medio siglo, Latinoam¨¦rica ha estado orientada por una pol¨ªtica econ¨®mica que daba prioridad a la intervenci¨®n del Estado, al desarrollo del mercado interior y a la b¨²squeda de la integraci¨®n social. Hoy vuelve a su situaci¨®n anterior, a una econom¨ªa orientada hacia la exportaci¨®n, por lo que un sector de la poblaci¨®n que se declica a las llamadas actividades marginales o informales queda abandonado a su propia suerte. Una poblaci¨®n que se expresa. a trav¨¦s de motines como en Caracas, por medio de toda forma de desorganizaci¨®n social como en Lima, y que se lanza a un populismo sin salida, como sucede hoy en Argentina y ma?ana, posiblemente, en Brasil. En esite intento se consume y se destruye su capacidad de resistencia a la nueva pol¨ªtica econ¨®mica. Tenemos la impresi¨®n de asistir a una renovaci¨®n del populismo. Pero es todo lo contrario, el gran acontecimiento es la autodestrucci¨®n del populismo. La ola populista llega hasta los pies del poder, come, en M¨¦xico, o se adue?a de ¨¦l, como en Argentina. Pero, en cualquier caso, se trata de una falsa victoria, de un callej¨®n sin salida pol¨ªtica que muestra la impotencia y el car¨¢cter absolutamente caduco de todos los intentos populistas.
Lo que sucede en Latinoam¨¦rica no es muy distinto de lo que puede observarse en Euro pa y tal vez cause asombro ver en el derrumbe de las pol¨ªticas econ¨®micas de Latinoam¨¦rica, una segunda victoria de la se?ora Thatcher. Es posible tambi¨¦n reflexionar sobre el sentido de la victoria que Felipe Gonz¨¢lez acaba de obtener en las elecciones para el Parlamento Europeo sobre la UGT, o incluso sobre el fracaso en Francia de la pol¨ªtica de F. Mitterrand y P. Mauroy entre 1981 y 1984. Durante la posguerra, en un clima de desarrollo econ¨®mico creciente, duradero y r¨¢pido, se hablaba pr¨¢cticamente por todas partes del welfare State (Estado asistencial), de socialdemocracia y de pactos sociales. No obstante, a comienzos de los setenta llegaron las perturbaciones del orden econ¨®mico universal, que dejaron pr¨¢cticamente por todas partes, salvo en Extremo Oriente, profundas heridas, subordinando la econom¨ªa industrial a una econom¨ªa financiera bruscamente inflada. S¨®lo la habilidad de los bancos centrales evit¨® que esta econom¨ªa artificial desembocara en un nuevo 1929. Pr¨¢cticamente por todas partes la respuesta inicial a la crisis consisti¨® en reforzar la competitividad de las empresas. Tanto en Europa como en EEUU se recurri¨® al Estado para financiar el desarrollo acelerado de las nuevas tecnolog¨ªas. Se limita el retroceso del welfare State haciendo que la parte esencial del esfuerzo recaiga en una reforma del sector p¨²blico de producci¨®n, paralizado a menudo por el corporativisnio y la burocracia. Las medidas tomadas o a tomar en Latinoam¨¦rica son mucho m¨¢s violentas.
En ninguna parte, salvo en Brasil, las empresas nacionales resultan competitivas en el mercado mundial. Argentina es un caso extremo de econom¨ªa protegida artificialmente, y por tanto, poco eficaz y siempre m¨¢s tentada por los beneficios financieros que por un esp¨ªritu empresarial. Con el fin de no debilitar las empresas, se hace recaer el peso del ajuste econ¨®mico sobre los salarios y los pobres. Sin embargo, esto no logra mejorar la capacidad de inversi¨®n y s¨®lo permite que los ricos mantengan o aumenten su nivel de lujo. Las tensiones sociales aumentan por todas partes. Carentes del apoyo del Estado, las fuerzas populares, que nunca han contado con una organizaci¨®n aut¨®noma fuerte, se encierran primero en movimientos comunitarios defensivos (con frecuencia de inspiraci¨®n religiosa); despu¨¦s, el paro y la miser¨ªa socavan desde dentro su capacidad de acci¨®n y fortalecen la violencia urbana, el clientelismo, la corrupci¨®n e incluso los intentos de ¨¦xito individual, a los que H. de Soto otorga una importancia exagerada.
Por todas partes se constituye una nueva alianza entre el Estado, las empresas volcadas a la exportaci¨®n y el sector modernizado, t¨¦cnico y profesional de las clases modernas, mientras se hunden en la margirialidad las antiguas clases medias, firmadas sobre todo por funcionarios (en particular, los ense?antes), por el sector informal urbano y por una gran parte de la agricultura: conjunto ampliamente mayoritario en algunos pa¨ªses. En ciertos casos extremos, el sector que se integra a la econom¨ªa mundial es sobre todo el de la droga, donde se f¨®rmaron las ¨²nicas empresas multinacionales del continente.
El hecho m¨¢s dram¨¢tico es la impotencia pol¨ªtica de los sectores marginales, que se sublevan y, ante todo, votan por los l¨ªderes populistas, que se cuidan muy bien de proponerles cualquier programa porque, si tienen ¨¦xito, aqu¨¦llos se convertir¨¢n en los agentes del triunfo de cara al exterior. All¨ª donde el sistema econ¨®mico es especialrriente d¨¦bil y se halla en abierta crisis, como en Argentina o Per¨², la amenaza de crisis pol¨ªtica generalizada es directa y abierta. All¨ª donde la econom¨ªa es s¨®lida, como en Brasil, existen posibilidades de que no haya ruptura, aunque hoy el triunfo de Collor, candidato casi desconocido hasta hace unos meses a la presidencia, parece probable para muchos pol¨ªticos brasile?os. Por ¨²ltimo, all¨ª donde se ha logrado enderezar la econom¨ªa, como en Chile, se puede hablar de transici¨®n democr¨¢tica, aunque se corre el riesgo de no ver all¨ª tampoco que la prioridad dada al sector exterior ocasiona una dualidad creciente de la sociedad.
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Traducci¨®n: C. Scavino.
El fin de los populismos en Latinoam¨¦rica
Viene de la p¨¢gina anterior?Es preciso concluir diciendo que Latinoam¨¦rica vuelve a la situaci¨®n anterior a 1930 o incluso de la I Guerra Mundial y que el rechazo de las exigencias de participaci¨®n social, econ¨®mica y pol¨ªtica que comenz¨® con las dictaduras militares de los a?os sesenta y setenta llevar¨¢ a rupturas cada vez m¨¢s violentas? De hecho hay tres salidas posibles. Hoy, la primera, la m¨¢s visible es la que acaba de describirse: prioridad al desarrollo hacia afuera y una creciente dualidad que no resulta peligrosa por los propios efectos de la crisis social, en especial urbana, que debilita la capacidad de acci¨®n colectiva del sector dominado.
La segunda tambi¨¦n es posible: la nueva pol¨ªtica econ¨®mica puede crear fuertes resistencias populares y fracasar, lo que lleva al caos. En esta situaci¨®n se encontr¨® Bolivia en 1985-1986, se encuentran Argentina y Per¨² y est¨¢n muy cerca de ella Colombia y Venezuela. Incluso Brasil, que hab¨ªa logrado una mejora espectacular despu¨¦s de la crisis de 1982, da la impresi¨®n, desde el fracaso del Plan Cruzado en 1986, de estar a la deriva y de perder cada vez m¨¢s su capacidad de decisi¨®n.
Por ¨²ltimo, la tercera evoluci¨®n posible se apoya en la constituci¨®n de alianzas pol¨ªticas de izquierda que combinen el fortalecimiento de las exportaciones con la mejora de los servicios -educaci¨®n, vivienda, sanidad- que se prestan a la mayor¨ªa de la poblaci¨®n. Muchos hablan aqu¨ª de socialdemocracia, pero la prueba principal para una pol¨ªtica de este tipo es la reducci¨®n de las desigualdades sociales a trav¨¦s de una pol¨ªtica fiscal totalmente opuesta a la que se sigue en el momento actual y por la puesta en marcha prioritaria de importantes programas que mejoren las condiciones de vida de las clases populares. A excepci¨®n de Uruguay, no se ve hoy ning¨²n pa¨ªs comprometido en esa direcci¨®n. Aunque incluso en Chile sea posible que la democracia cristiana elija finalmente la pol¨ªtica auspiciada por G. Vald¨¦s de alianza con los socialistas, desde hace un a?o parece m¨¢s preocupada en asegurar, de com¨²n acuerdo con la derecha liberal, la continuidad de la pol¨ªtica econ¨®mica. Tal vez sea del lado de M¨¦xico de donde vengan los indicios m¨¢s alentadores: el desmantelamiento del antiguo sistema pol¨ªtico avanza gracias a la habilidad de Salinas de Gortari, y es posible imaginar un Partido Revolucionario Institucional (PRI) orientado hacia la Izquierda, imponiendo importantes correcciones sociales a una pol¨ªtica econ¨®mica que busca, no sin ¨¦xito, mejorar la competitividad de las empresas mexicanas y la eficacia de la Administraci¨®n p¨²blica.
Sin embargo, resulta imposible no ver que es ahora, ante nuestros ojos, que se termina medio siglo de poutica nacional popular (de acuerdo con la expresi¨®n cl¨¢sica) y que se quiebra el viejo sue?o de asociar crecimiento econ¨®mico con justicia social, aumentando las desigualdades sociales, y con ellas, los peligros de ruptura y violencia.
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