Los dos comunismos
La Revoluci¨®n de 1917 rompi¨® la unidad del socialismo, afirmando que no pod¨ªa prolongar la evoluci¨®n democr¨¢tica emprendida desde 1789, pero que implicaba necesariamente una larga transici¨®n de dictadura que asociaba el partido ¨²nico y la colectivizaci¨®n integral. Setenta y dos a?os despu¨¦s, la revoluci¨®n de Gorbachov conlleva una divisi¨®n igualmente radical entre dos ramas del comunismo. Nos lleva a considerar de nuevo la separaci¨®n consumada en Francia en el congreso de Tours en 1920, en Italia en el congreso de Livourne en 1921 y en las dem¨¢s naciones de la Comunidad Europea en esa misma ¨¦poca.Se extiende tanto hacia el Este como hacia el Oeste. Entre los pa¨ªses que invocan a Lenin se ve la separaci¨®n entre la Uni¨®n Sovi¨¦tica, Polonia y Hungr¨ªa, por una parte, y la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana, Checoslovaquia, Bulgaria y Ruman¨ªa, por otra. En Occidente, es igualmente clara entre los partidos comunistas ortodoxos de Francia y de Portugal, por un lado, y por otro, los renovadores que han abandonado al primero o se esfuerzan en actuar en el interior, y los partidos de Italia y de Espa?a, que materializan la distancia entre los dos comunismos en las democracias pluralistas, constituyendo un grupo aut¨®nomo en el Parlamento de Estrasburgo.
El Pacto de Varsovia mantiene, por el contrario, una unidad diplom¨¢tica y militar entre Estados que no tienen ning¨²n inter¨¦s en hacer p¨²blicas sus divergencias pol¨ªticas e ideol¨®gicas. Cualquier ruptura oficial reforzar¨ªa en Mosc¨² a los adversarios de la perestroika, que los estalinistas acusar¨ªan de dislocar el mundo del socialismo llamado real en beneficio del adversario capitalista. Debilitar¨ªa al mismo tiempo a los arqueo-comunistas de Berl¨ªn-Este, de Praga, de Sofia y de Bucarest, privados del apoyo del gran hermano. Por diversas razones, las dos ramas de los pa¨ªses comunistas no insisten en sus divergencias, disimuladas, por otra parte, y como es l¨®gico, por unas relaciones de naturaleza esencialmente diplom¨¢tica.
En el Oeste, las contiendas pol¨ªticas conducen a actitudes variables dependiendo de los pa¨ªses. En Italia y en Espa?a, las elecciones de junio han precipitado la ruptura con los partidos hermanos de la Comunidad. En Grecia han llevado, por el contrario, a ocultar una separaci¨®n que se hab¨ªa materializado desde hac¨ªa tiempo por la fragmentaci¨®n del comunismo en dos partidos, uno estalinista y otro renovador. El primero corre el riesgo de dominar al segundo (incorporado al PCI) mediante la alianza gubernamental que uno y otro han aceptado con la derecha, contra el partido socialista. Renueva el viejo maximalismo de los a?os treinta, en que los comunistas consideraban a los social- traidores como el enemigo principal que se deb¨ªa derribar a toda costa. De este modo, el partido comunista alem¨¢n colaboraba con los nazis en 1932 para desestabilizar al Gobierno del SPD de Prusia mediante la huelga del metro de Berl¨ªn y el refer¨¦ndum sobre la disoluci¨®n del Landtag. En Par¨ªs, Georges Marchais practica la misma estrategia contra Fran?ois Mitterrand, mediante una colusi¨®n con la oposici¨®n conservadora que puede llegar incluso al voto de una moci¨®n de censura presentada por ella.
En Occidente, la escisi¨®n entre los dos comunismos seguir¨¢, como es l¨®gico, un sentido totalmente contrario. Tiende, en efecto, a restablecer la unidad del socialismo. El arqueo-comunismo est¨¢ condenado a desaparecer o a vegetar a medida que se desarrolle la Comunidad. Progresa ¨²nicamente en las regiones atrasadas de Portugal, ya que su fracaso econ¨®mico y pol¨ªtico en los pa¨ªses del Este le quita toda credibilidad.
Por otro lado, los renovadores estar¨¢n, en lo sucesivo, bastante m¨¢s alejados de ¨¦l que del socialismo democr¨¢tico. En Francia, apenas tienen otra. v¨ªa que la adhesi¨®n al partido socialista.
En Italia, al contrario, la renovaci¨®n se ha convertido en la estrategia de la totalidad del partido comunista, que dispone de electores, de militantes y de una organizaci¨®n bastante m¨¢s importantes que los del partido socialista. Pero este ¨²ltimo se apoya en una tradici¨®n enraizada y en un jefe que ha mostrado cualidades de hombre de Estado. La virtuosidad que despliega actualmente con una alianza de derechas demuestra que ser¨¢ un compa?ero dif¨ªcil en una alianza de izquierdas. El paso de la primera a la segunda no es menos ineluctable. Va a funcionar a partir de ahora en Estrasburgo. ¨²nicamente ella podr¨ªa introducir en Roma el mecanismo de alternancia, que es la fuerza de las otras grandes democracias: Reino Unido, Rep¨²blica Federal de Alemania, Francia y Espa?a.
Tanto si se realiza mediante absorci¨®n o uni¨®n, el retorno a la unidad del socialismo no puede ser una simple suma de fuerzas actualmente separadas. El fracaso del arqueo-comunismo es el de la utop¨ªa m¨¢s grande que se haya intentado realizar jam¨¢s. Se produce en el momento en que la socialdemocracia ha llegado al t¨¦rmino de su Estado-providencia, en que ha edificado una sociedad menos injusta y menos desgraciada que la mayor¨ªa de los otros, en el mundo y en la historia. La alianza entre el neocomunismo y el socialismo democr¨¢tico no es s¨®lo una estrategia electoral y parlamentaria. Tomar¨¢ todo su sentido s¨®lo si logra definir el proyecto de un socialismo del siglo XXI.
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