Libertad deportiva
EL DEPORTE profesional espa?ol, y m¨¢s concreta mente el f¨²tbol, cuenta con una de las legislaciones m¨¢s progresistas de Europa que, parad¨®jicamente, alienta con frecuencia situaciones abusivas. Si originariamente, y hasta hace muy poco, el deportista espa?ol se mov¨ªa en un entramado jur¨ªdico-laboral con evidentes connotaciones feudales, en la actualidad cualquier jugador puede romper unilateralmente su vinculaci¨®n contractual con el club por el mero hecho de querer cambiar de entidad. Pese a ello, ning¨²n profesional del deporte se ha atrevido a utilizar el decreto 1006 hasta las ¨²ltimas consecuencias en defensa de su libertad como trabajador por cuenta ajena.Casi un a?o y medio despu¨¦s de publicarse en el BOE el citado real decreto (el 27 de junio de 1985), un jugador, el ahora madridista Paco Llorente, rescindi¨® -previo pago de 50 millones de pesetas- su contrato con el Atl¨¦tico de Madrid. En estos d¨ªas, el baloncestista yugoslavo Drazen Petrovic ha decidido acudir a la justicia norteamericana, y no a la espa?ola -a pesar de que le amparaba la se?alada legislaci¨®n-, para demandar al Real Madrid y poder hacer uso de su derecho a rescindir el contrato y firmar uno nuevo con el club Portiand Trail Blazers, de la NBA. Curiosamente, una legislaci¨®n racional y progresista propici¨® una liberalizaci¨®n salvaje del mercado futbol¨ªstico, de la que se han aprovechado -b¨¢sicamente- los clubes m¨¢s poderosos y los jugadores. Las consecuencias de esta normativa se han dejado sentir tambi¨¦n en el Campeonato de Liga, donde la cada. vez mayor diferencia econ¨®mica entre el Real Madrid y el Barcelona con el resto de clubes profesionales se traslad¨® al terreno de juego: los dos clubes se han repartido los cinco ¨²ltimos t¨ªtulos de Liga y renuevan sus plantillas, a veces casi al completo, desmontando formaciones ajenas, gracias precisamente al nuevo marco de relaciones contractuales.
A ello habr¨ªa que a?adir el comportamiento peculiar de presidentes singulares de club que retienen a sus jugadores con cl¨¢usulas de indemnizaci¨®n superiores a los 1.000 millones de pesetas, mientras se permiten el lujo de incordiar a sus rivales prometiendo cifras fastuosas a sus estrellas para que rompan su ligaz¨®n contractual. En un ¨¢mbito m¨¢s modesto, pero siempre con la constante de la primac¨ªa del poderoso sobre el d¨¦bil, se puede citar el caso del f¨²tbol vasco, hasta ahora tradicional defensor de la cantera y en el que el Athl¨¦tic de Bilbao decidi¨® emular a los m¨¢s fuertes y echar mano del talonario para quitarle jugadores a la Real Sociedad y a Osasuna.
No es tarea del legislador el conseguir un Campeonato de Liga m¨¢s igualado, sino crear un entramado jur¨ªdico m¨¢s justo. Sin embargo, y en el ¨¢mbito deportivo, hay que se?alar que el precio de la libertad no es otro que el que los mejores jueguen donde m¨¢s les paguen. Esta conclusi¨®n, tan descarnadamente mercantilista, es comprensible entre quienes han de solucionar su futuro en poco m¨¢s de 10 a?os de trabajo. Ello explicar¨ªa, siquiera parcialmente, el que algunas leyes bienintencionadas se quedaran en un desarrollo incompleto, sin descalificar la labor del legislador.
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