Tercera visita papal
LA QUE hoy se inicia es la tercera visita de Juan Pablo II a Espa?a. La primera, pocos d¨ªas despu¨¦s de la victoria electoral de los socialistas, estuvo precedida por s¨®rdidas batallas para capitalizar pol¨ªticamente, a favor de las opciones conservadoras, el aura del Papa polaco. Sus (liscursos y pronunciamientos sobre cuestiones de moral y costumbres, que, como el divorcio y el aborto, hab¨ªan ocupado un lugar central en la pol¨¦mica pol¨ªtica, no contribuyeron precisamente a facilitar la deseable distinci¨®n entre los asuntos de Dios y los del c¨¦sar. Su segunda visita, a Zaragoza, en 1984, fue mucho menos pol¨¦mica. No tanto por el contenido de sus discursos -que de todas formas tuvieron un tono menos militante que los de dos a?os antes-, como por la maduraci¨®n producida en la sociedad espa?ola en ese per¨ªodo. Hubo menos dramatismo porque la sociedad se hab¨ªa hecho m¨¢s tolerante.Esta tercera visita, como otras anteriores a los principales pa¨ªses de Europa occidental con fuerte tradici¨®n cat¨®lica, enlaza con la doctrina del actual pont¨ªfice sobre la necesidad de afirmar la construcci¨®n europea en la recuperaci¨®n de las ra¨ªces cristianas del continente. Frente a quienes ponen el acento en el despliegue cultural del Renacimiento o en el universalismo racionalista de la Ilustraci¨®n, el tradicionalista Wojtyla exhorta a los europeos contempor¨¢neos a volver los ojos hacia los valores espirituales compartidos que marcaron la cultura europea durante siglos. La elecci¨®n de Santiago y Covadonga como ejes de esta visita tiende a subrayar esa dimensi¨®n, pero tambi¨¦n a matizarla como escasamente ecum¨¦nica. Santiago, matamoros; Covadonga, cuna de la Reconquista: la identidad afirmada como rechazo al otro. Santiago-y Covadonga simbolizan la uni¨®n de religi¨®n, pol¨ªtica y milicia en los momentos fundacionales de una naci¨®n. Algo que no es ajeno al mensaje refundador del conservador y din¨¢mico Wejtyla.
El segundo aspecto de la visita es el papel otorgado a los j¨®venes. La concepci¨®n del actual pont¨ªfice sobre unas iglesias nacionales socialmente activas, militantes, es inseparable de la conquista del sector juvenil de la poblaci¨®n, ¨²nico dispuesto, piensa el Pont¨ªfice, a movilizarse por ideales diferentes a los del hedonismo y el materialismo. La Jornada Mundial de los J¨®venes, un encuentro anual muy del gusto y del estilo del Papa, se celebrar¨¢ este a?o en Santiago. Juan Pablo II volver¨¢ a exhortar a los j¨®venes a resistir el atractivo de los bienes materiales y a recobrar el gusto por lo espiritual en una especie de auto sacrarnental modernista e impresionista -en el que el dinero simbolizar¨¢ el mal- que constituir¨¢ el eje de la celebraci¨®n. La batalla contra la secularizaci¨®n de la sociedad -o mejor, por la espi:ritualizaci¨®n de lo secular- ser¨¢ el estandarte que el Papa ofrecer¨¢ a los j¨®venes.
Su mensaje tendr¨¢ ocasi¨®n de desplegarse una vez m¨¢s en torno a sus temas tradicionales: la unidad de la familia, la ense?anza cat¨®lica, el rechazo del aborto. Pero tambi¨¦n en torno a la paz, asunto al que*no deja de referirse cuando sus interlocutores son preferentemente j¨®venes. Sus intervenciones pacificadoras en relaci¨®n a los diferentes conflictos b¨¦licos que siguen asolando el mundo no han tenido hasta ahora suficiente reflejo en una doctrina antiarmamentista clara. Su oposici¨®n a las ejecuciones en diversos pa¨ªses del mundo tampoco se ha reflejado, tras m¨¢s de una d¨¦cada de pontificado, en un pronunciamiento doctrinal de principio contra la pena de muerte.
Tan rid¨ªculo como los intentos de capitalizaci¨®n pol¨ªtica de la primera visita de Juan Pablo II por los sectores m¨¢s conservadores resultar¨ªa hoy escandalizarse por el contenido conservador de su mensaje. El Papa -¨¦ste o cualquier otro- representa lajerarqu¨ªa de una Iglesia cuya doctrina no tiene por qu¨¦ ser asumida por toda una sociedad, pero s¨ª respetada mientras no pretenda imponerse de manera excluyente.
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