Toros con jumera
Los toros sal¨ªan ayer tan altivos como desafiantes, despu¨¦s galopaban con furor hacia los primeros capotes y subalternos que les citaban. Pero era un espejismo, porque poco a poco se iban apagando y en el ¨²ltimo tercio parec¨ªan ajumerados. A excepci¨®n del tercero, los dem¨¢s se mostraban distra¨ªdos y temblones, como si les hubieran dado de beber vino en lugar de agua. Quedaban inasequibles al desaliento y a los enga?os de los coletudos. Se defend¨ªan sin sa?a y, as¨ª, los revolcones que sufrieron Vioque y Carmelo no pasaron de sustos, afortunadamente. El de Vioque fue escalofriante, pues al entrar a matar con decisi¨®n a su primero se qued¨® colgado de las afiladas perchas. S¨®lo sac¨® la taleguilla destrozada, por lo que se puso los pantalones de un monosabio y de esta extra?a guisa continu¨® a partir de entonces.El toro que parec¨ªa gozar de m¨¢xima melopea fue el mayor, un galafate de 609 kilos, cuya bella estampa era directamene proporcional a su te¨®rico grado de alcoholismo. Dos de los subalternos de Sand¨ªn, Alcalare?o y Periquito, montaron con ¨¦l un mitin en banderillas, con continuas pasadas en falso.
Hern¨¢ndez / Vioque, Sand¨ªn, Carmelo
Toros de F¨¦lix Hern¨¢ndez Barrera, bien presentados, mansos. Ferm¨ªn Vioque: silencio con aviso; silencio. Lucio Sand¨ªn: ovaci¨®n; silencio. Carmelo: silencio en los dos. Madrid, 20 de agosto.
Los ¨²nicos naturales
El animal debi¨® de marcarse con tanta vuelta de los peones a su alrededor, porque tras soportar los tres ¨²nicos naturales que se vieron en toda la tarde, instrumentados con una belleza sin m¨¢cula por Sand¨ªn, se peg¨® una panzada tremenda y ah¨ª se acab¨®.En su anterior, el diestro lidi¨® con decoro pero no pudo alborear su arte. Como tampoco lo hicieron Vioque, que repet¨ªa tras su triunfo anterior en este coso, ni Carmelo. En parte por la falta de colaboraci¨®n de sus enemigos y en parte porque torean muy poco y esa falta de experiencia les perjudica. Vioque adoleci¨® de escasa quietud y sitio en algunos momentos, aunque seguramente tampoco hubiera logrado nada.
Carmelo desaprovech¨®, tambi¨¦n por esa falta de actuaciones, al ¨²nico animal m¨ªnimamente manejable y ajumerado en grado inferior, el tercero. El diestro inici¨® su faena con pases del celeste imperio, pero sus afanes se fueron diluyendo y no le sac¨® el partido que deb¨ªa, pese a su valor y ganas.
Si Sand¨ªn se luci¨® con la fl¨¢mula, Carmelo lo hizo con el percal frente a este. tercero, al que recogi¨® con perfecta t¨¦cnica y le instrument¨®, embraguetado y ganando terreno, deleitosas ver¨®nicas. El ¨¢nimo pareci¨® ven¨ªrsele abajo a Carmelo en el sexto, al que despach¨® con rapidez en vista de que tampoco serv¨ªa para otra cosa.
Destac¨® con los palos el otro miembro de la cuadrilla de Sand¨ªn, Lorenzo del Olmo, que as¨ª compens¨® la actuaci¨®n de sus dos compa?eros de cuadrilla. En los quites, Joselito Calder¨®n y Manuel Eriza.
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