Poca y mal repartida
ESPA?A TIENE sed. Tras varios a?os de equilibrada climatolog¨ªa, con cosechas excelentes, esa vieja conocida, la sequ¨ªa, ha vuelto a recordarnos que ¨¦ste es un pa¨ªs tradicionalmente seco, sediento. Del estudio de las precipitaciones habidas en Espa?a a lo largo del ¨²ltimo siglo se deduce que, incluso si se mantuviera una pluviosidad equivalente a la de los a?os m¨¢s favorables, ser¨ªa precisa una pol¨ªtica de captaci¨®n y distribuci¨®n del agua para evitar que amplias zonas del territorio nacional fueran deficitarias. Del agua ca¨ªda sobre el territorio, la mayor parte se pierde al ser vertida directamente al mar; otra parte es retenida en los embalses, pero acaba perdi¨¦ndose tambi¨¦n por incapacidad para transportarla, una vez satisfechas las necesidades locales, a las zonas deficitarias.De los ¨²ltimos 50 a?os, fue el per¨ªodo comprendido entre 1943 y 1954 el m¨¢s seco. Fue entonces cuando, en aplicaci¨®n de proyectos que quedaron interrumpidos por la guerra, se dieron los primeros pasos hacia una planificaci¨®n orientada a administrar algo m¨¢s racionalmente la escasez. Ni las insuficiencias de aquellos proyectos ni la utilizaci¨®n propagand¨ªstica de ellos hecha por el r¨¦gimen franquista justifican el escepticismo que posteriormente releg¨® a un muy secundario plano la pol¨ªtica hidr¨¢ulica, con efectos como los que ahora tienden a hacerse evidentes.
Desde anoche ha quedado totalmente prohibida, bajo amenaza de fuertes sanciones econ¨®micas, toda utilizaci¨®n para riego agr¨ªcola de las aguas de los embalses de la cuenca del Guadalquivir. La medida, considerada inevitable a la vista de la reducci¨®n al 10% de su capacidad de la cantidad de agua contenida en esos embalses, tendr¨¢ efectos dram¨¢ticos sobre toda la agricultura de Andaluc¨ªa occidental, en particular para las cosechas de arroz y de algod¨®n. Las asociaciones de agricultores han culpado de esta situaci¨®n a las autoridades por su falta de previsi¨®n, al no haber adecuado la pol¨ªtica de inversiones y realizaciones hidr¨¢ulicas al incremento de superficies dedicadas a cultivos de regad¨ªo. Por ejemplo, a cultivos de arroz en la provincia de Sevilla.
Ciertamente, el paso adelante que supuso la aprobaci¨®n de la ley de Aguas, en la que por primera vez se atribu¨ªa al agua la condici¨®n de un bien p¨²blico unitario, no ha sido seguido por una pol¨ªtica que la desarrollara en planes concretos que permitieran paliar los efectos de la sequ¨ªa. La relativamente alta pluviosidad registrada durante los a?os setenta, y especialmente la excelente del per¨ªodo 1983-1988, hizo que los planes de inversiones, e incluso el desarrollo legislativo previo al despliegue de tales planes, quedasen marginados en relaci¨®n a otras prioridades en materia de infraestructuras. Y si bien es cierto que gobernar es elegir -y que no se puede hacer todo a la vez-, s¨ª parece que en determinadas zonas, en Andaluc¨ªa principalmente, las infraestructuras hidr¨¢ulicas deber¨ªan haber recibido una mayor atenci¨®n.
La Espa?a actual no es ya la de los a?os cuarenta, cuando la mitad de la producci¨®n nacional depend¨ªa del sector primario, en el que se concentraba la mayor parte de la poblaci¨®n activa. De ah¨ª que, por dram¨¢tica que sea la situaci¨®n para determinadas zonas y sectores, los efectos de la sequ¨ªa no tengan hoy la dimensi¨®n social del pasado. Pero este a?o se ha producido el hecho, relativamente ins¨®lito, de que la ausencia de precipitaciones ha afectado tanto a la Espa?a seca como a la tradicionalmente considerada h¨²meda. Los problemas de abastecimiento dom¨¦stico han alcanzado incluso a Galicia, y la ausencia de pastos anuncia fuertes p¨¦rdidas en la ganader¨ªa de la comisa cant¨¢brica. En la meseta y en el valle del Ebro, la producci¨®n de cereales ser¨¢ muy inferior a la del ¨²ltimo quinquenio, y cientos de poblaciones sufren restricciones dom¨¦sticas, cuando no tienen que ser abastecidas por camiones cisterna. Las rogativas no paliar¨¢n esos problemas. Una planificaci¨®n racional de los recursos, s¨ª. Aunque no los resuelvan de golpe.
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