Mi amigo Tadeusz Mazowiecki
El pasado viernes, el peri¨®dico de Solidaridad, Gazeta, insertaba en primera p¨¢gina una gran foto de Tadeusz Mazowiecki, con el t¨ªtulo 'Nuestro primer ministro'. Un mes antes, o, incluso la semana pasada, esta presentaci¨®n hubiese sido una simple fantas¨ªa. Pero en Varsovia los acontecimientos se han precipitado, dando la impresi¨®n en ocasiones de que se escapan al control de sus protagonistas. E general Jaruzelski no ocultaba, claro est¨¢, que Polonia necesita un Gobierno de unidad nacional para hacer frente a una crisis econ¨®mica sin precedentes. Pero no fue hasta el pasado jueves, despu¨¦s de una larga conversaci¨®n con Bronislaw Geremek primero y despu¨¦s con Walesa y los l¨ªderes de los partidos minoritarios (Campesino y Democr¨¢tico), cuando dio su conformidad a la formaci¨®n de un Gobierno bajo los auspicios de Solidaridad. Salvo repercusiones imprevistas, Tadeusz Mazowiecki deber¨ªa conseguir el 24 de agosto la investidura de la Dieta (Parlamento), convirti¨¦ndose en el primer presidente en Polonia de un Gabinete no comunista desde 1947.La importancia de este acontecimiento sobrepasa, sin duda alguna, los l¨ªmites de este pa¨ªs y marca una fecha en la historia del conjunto del bloque del Este. No obstante, desde la ¨®ptica puramente polaca, podr¨ªa hablarse de un cambio total casi simb¨®lico: al d¨ªa siguiente de la guerra, cuando las consignas proclamaban que Polonia seguir¨ªa su propio camino hacia el socialismo y no copiar¨ªa el modelo sovi¨¦tico, el jefe del Gobierno era Osubka-Morawski, un socialista largo tiempo olvidado; 42 a?os m¨¢s tarde, la URSS da nuevamente -y con una mayor seriedad- luz verde a los polacos para que busquen su propio camino, y es otro no comunista, Mazowiecki, quien se hace cargo de las riendas del Gobierno.
Evidentemente, la historia no vuelve jam¨¢s al punto de partida y hace pagar muy caras las ocasiones perdidas. La gravedad de la situaci¨®n en Polonia basta para demostrarlo. Explica tambi¨¦n en parte el singular itinerario pol¨ªtico del candidato de Solidaridad a la presidencia del Gabinete.
Conoc¨ª a Tadeusz Mazowiecki en el oto?o de 1956, poco despu¨¦s del regreso de Wladislaw Gomulka al poder. Lo recuerdo porque fue el primer cat¨®lico de izquierdas -muy influido por Emmanuel Mounier, algo extra?o en la Polonia de entonces- que tuve ocasi¨®n de encontrar en Varsovia. Al igual que su maestro franc¨¦s, estaba convencido de la necesidad de dar un sello cristiano al movimiento obrero y al ideal socialista.
A pesar de su optimismo sobre las posibilidades de la nueva experiencia de Gomulka, no deseaba verse aislado en el PAX, grupo cat¨®lico totalmente subalterno del partido comunista. En el mes de agosto de 1957 emprendi¨® la funci¨®n de su propia revista, Wiez (Uni¨®n), cuyo primer n¨²mero aparecer¨ªa en febrero de 1958, con la ambici¨®n de convertirla en el equivalente pol¨ªtico de la revista Esprit. Gomulka, en esta fase de tolerancia, no s¨®lo no impidi¨® la publicaci¨®n, sino que incluso facilit¨® la elecci¨®n de Tadeusz Mazowiecki para la Dieta, dentro del peque?o grupo de diputados cat¨®licos independientes. Durante 10 a?os, de 1961 a 1971, realiz¨® su aprendizaje de la pol¨ªtica parlamentaria polaca, y, desde este punto de vista, su experiencia es ¨²nica entre: los hombres de Solidaridad.
Sus ilusiones con respecto a Gomulka se desvanecieron, como es l¨®gico, en 1968, cuando Polonia particip¨® en la invasi¨®n de Checoslovaquia. La salvaje represi¨®n de la huelga de Gdansk y de Gdynia en diciembre de 1970 fue la gota que colm¨® un vaso ya demasiado lleno. Mazowiecki emprendi¨® entonces una investigaci¨®n sobre esta masacre de huelguistas del litoral y, en su ¨²ltimo discurso a la Dieta, expuso conclusiones explosivas, solicitando la persecuci¨®n de los culpables (entre los cuales, digamos de paso, se encontraba el general Jaruzelski, ministro de Defensa). A modo de respuesta, no volvi¨® a ser elegido para la Dieta y alg¨²n tiempo m¨¢s tarde se le prohibi¨® viajar al extranjero.
Volvimos a vernos en Varsovia, en el a?o 1979, despu¨¦s de un invierno de un fr¨ªo intenso que hab¨ªa paralizado la vida econ¨®mica del pa¨ªs. Mazowiecki y un grupo de sus redactores de Wiez me parecieron los ¨²nicos intelectuales que se manten¨ªan en contacto con los distritos obreros; me anunciaron que "las cosas no pod¨ªan continuar as¨ª". Si embargo, no preve¨ªan que la gran huelga de agosto de 1980 tuviese corno centro los astilleros de Gdansk. Pero inmediatamente despu¨¦s de que estallase, Mazowiecki organiz¨® el llamamiento de 64 intelectuales en favor de los huelguistas y el 22 de agosto, junto con Bronislaw Geremek, se lo entreg¨® personalmente a Lech Walesa y a su comit¨¦ de huelga. El hombre de Gdansk les pidi¨® a ambos que se quedasen con ¨¦l: "Ayudadme convirti¨¦ndoos en mis consejeros". Desde hace nueve a?os, contra viento y marea, a pesar de las reclusiones y de la prisi¨®n, despu¨¦s del golpe militar de diciembre de 1981, estos dos intelectuales no han dejado de creer que "ayudar a Lechu", como le llaman familiarmente, era su principal cometido.
De car¨¢cter mas reservado que Geremek, y tambi¨¦n menos pol¨ªglota, Tadeusz Mazowiecki brilla menos en el escenario internacional. Sin embargo, su influencia dentro de Solidaridad no tiene igual. La v¨ªspera de las elecciones de junio Walesa le suplic¨® en vano que: fuese el nuevo candidato a la Dieta. Para ¨¦l era m¨¢s importante reforzar las estructuras de Solidarnosc en las f¨¢bricas que el terreno parlamentario. Los hechos le han dado la raz¨®n ¨²nicamente a medias: la victoria electoral de Walesa y de sus amigos ha provocado un terremoto pol¨ªtico que nadie hab¨ªa previsto.
No obstante, a un plazo m¨¢s largo, la batalla se desarrollar¨¢ ¨²nicamente en la Dieta, y ser¨ªa ilusorio confundir el Gobierno y el poder. Al general Jaruzelski no le faltan cartas en juego. No s¨®lo contin¨²a como presidente con inmensos poderes, sino que, adem¨¢s, controla el mando de la econom¨ªa, sin hablar del Ej¨¦rcito y de la polic¨ªa,. No puede pensarse tan siquiera que un Gobierno pueda desmantelar, aunque s¨®lo fuese parcialmente, estas estructuras en unos plazos razonables. Por otra parte, ser¨ªa suficiente un paso en falso del nuevo Gobierno y disensiones en el seno de Solidaridad, para que Jaruzelski sacase provecho de ello. Puede disolver la Dieta en cualquier momento y convocar nuevas elecciones en la forma m¨¢s favorable para su partido. Luchando por la reestructuraci¨®n de Solidaridad, en la que participa como director de su semanario, Tadeusz Mazowiecki ha contribuido en gran medida a la creaci¨®n de: las condiciones de un ¨¦xito duradero del sindicato para que la convivencia institucional con Jaruzelski no se vuelva en favor de este ¨²ltimo.
Por mi parte, tengo mucha fe en su constante sensibilidad popular; la necesitar¨¢ en estos momentos en que todo el mundo en Polonia exige sacrificios por parte de los trabajadores, como si el problema de la justicia social pudiese esconderse alg¨²n tiempo. En resumen, si Solidaridad ten¨ªa que arriesgarse a dirigir una coalici¨®n gubernamental, Tadeusz Mazowiecki era su mejor hombre para este delicado cometido.
Traducci¨®n: Esther Rinc¨®n.
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