Apoteosis
Si el presidente hizo prop¨®sito de la enmienda por su prodigalidad del mi¨¦rcoles en los trofeos, y piensa mantener un criterio estricto del jueves, se puede felicitar a Almer¨ªa, pues su feria, d¨ªa a d¨ªa, tendr¨¢ m¨¢s prestigio. Pero si su cicater¨ªa obedece a que se levant¨® malhumorado de la siesta, hay que decir que sufri¨® la, justicia comparativa.Ortega Cano realiz¨® ensu primero una faena mucho m¨¢s meritoria que la de las dos orejas del d¨ªa anterior. No era un toro franco, y el de Cartagena lo fue: encelando en la muleta, con rriando, con admirable t¨¦cnica, y las series de muletazos iban ganando en calidad, hasta alcanzar su m¨¢xima cota en sendas tanclas de redondos y de naturales, de gran categor¨ªa. El cuarto embest¨ªa al paso, y Ortega puso toda su buena voluntad, pero sin fruto. A ambos los mat¨® de sendas estocadas hasta los gavilanes.
Bartolom¨¦ /Ortega, Espartaco,Cepeda
Tres toros de hijos de Felipe Bartolom¨¦, terciados y blandos, uno, sobrero de Rivera Ord¨®?ez (primero) y dos de Luis Algarra, (quinto y sexto) los tres bien presentados. Ortega Cano: estocada (oreja y petici¨®n de la segunda); estocada (vuelta). Espartaco: estocada ca¨ªda (oreja y petici¨®n de la segunda); pinchazo, estocada ca¨ªda (vuelta). Fernando Cepeda: media (oreja); dos pinchazos, estocada (oreja). Paseado a hombros. Plaza de Almer¨ªa, 24 de: agosto. Cuarta corrida de feria.
Caldo de puchero
Reapareci¨® Espartaco. La cornada de Antequera no le ha quitado ni el sitio ni el valor. Que mantiene el sitio lo demostr¨® en su primero, un toro con poca fuerza, al que se hart¨® de torearlo, sin que ni una sola vez le tropezara la muleta, tanto en los pases fundamentales como en los accesorios. El temple de Espartaco es admirable. Luego, su toreo, a unos les sabe a caldo de puchero, y a otros a caldo de pastilla, pero lo que es indiscutible es la perfecci¨®n de su t¨¦cnica que es an factor fundamental en este dif¨ªcil oficio.Que no ha menguado su valor, lo demostr¨® en el cuarto. Un toro de mucho m¨¢s trap¨ªo que no paraba de dar cabezazos, am¨¦n de quedarse en mitad del viaje. Espartaco, cruz¨¢ridose, como si no tuviera ning¨²n contrato, le sacaba muletazos cortos, aguantando los ga?afones, hasta que acab¨® someti¨¦ndolo.
El toreo m¨¢s profundo, de m¨¢s pureza, correspondi¨® a Fernando Cepeda. Tore¨® a la ver¨®nica, a su primero, ora con el comp¨¢s abierto, ara a pies juntos, con un temple infrecuente. La lentitud, el desahogo y la limpieza con que llevaba a su enemigo con la mano derecha, en tres series, resultar¨¢n inmarcesibles para los que lo presenciarnos.
Los naturales, si bien fueron m¨¢s cortos, el m¨¦rito correspondi¨® al torero, pues. el toro se estaba acabando. La faena al sexto tuvo otras caracter¨ªsticas. Menos hondura y m¨¢s preciosismo. El toro tambi¨¦n era distinto. Elde Gines lo tore¨® bien al natural, pero a pies juntos y con la ayuda del estoque. Los ¨²ltimos naturales, ya sin la ayuda, y el garbo de los adornos fueron lo m¨¢s notable de su faena.
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