Doble atropello
EN LA mil¨ª de hace un par de d¨¦cadas se utilizaba un manoseado chascarrillo para caricaturizar la tosquedad intelectual de ciertos oficiales o suboficiales. Situado en el trance deexplicar la trayectoria de un proyectil, se pon¨ªa en boca del personaje en cuesti¨®n la siguiente rotunda conclusi¨®n: "[ ... ] y en determinado momento, la bala comienza a caer, ya sea por la ley de la gravedad o... por su propio peso". Es seguro que el estereotipo no hac¨ªa justicia a una inmensa mayor¨ªa de los militares profesionales, peroun suceso reciente da pie para pensar que, por desgracia, existen todav¨ªa en nuestras Fuerzas Armadas oficiales con un grado de finura intelectual semejante, o por debajo, al del protagonista del chiste.Es el caso del teniente coronel que espera de sus soldados no ya la reciedumbre y hombr¨ªa tan propias de la aburrida ret¨®rica militar (desafortunadamente, a¨²n en plena vigencia), sino que desafien por a?adidura las m¨¢s elementales leyes de la fisica. ?C¨®mo pedir si no a un subordinado que mantenga una posici¨®n erecta mientras es golpeado "varias veces con lamano abierta"? ?C¨®mo exigir en semejante situaci¨®n el control de las reacciones o de las simples inercias corporales? S¨®lo un ej¨¦rcito de tentetiesos o de punching-balls ser¨ªa capaz de cumplir los requerimientos disciplinarios de tan sorprendente oficial.
Es muy probable que tan atrab¨ªliaria descripci¨®n obedezca no a los legos conocimientos de la fisica del jefe en cuesti¨®n, sino simplemente a la intenci¨®n de justificar una conducta -la del oficial- que fue posteriormente objeto de una merecida sanci¨®n. Se tratar¨ªa, en este caso, de un mecanismo compensatorio destinado a explicar los excesos del jefe: es posible que el teniente coronel actuase mal, pero s¨®lo como consecuencia de la "postura poco correcta" del subordinado. Y para que ello quede bien claro, el soldado es sancionado con 14 d¨ªas de calabozo, el doble del arresto impuesto al oficial. Y as¨ª, al atropello inicial a las leyes de la naturaleza se a?ade despu¨¦s -siempre por no confesar que un oficial ha metido simplemente la pata- una nueva transgresi¨®n, esta vez contra las leyes de los hombres. Definitivamente, determinadas l¨®gicas militares siguen estando re?idas con las pautas que rigen para la sociedad en su conjunto. S¨®lo que ahora, afortunadamente, los tribunales civiles dir¨¢n la ¨²ltima palabra.
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