La carta
SERIA DEMASIADO simple sacarse de encima el debate propuesto por Garc¨ªa Damborenea mediante el expediente -tan habitual en los que mandan, en general, y en el PSOE. en r)articular- de la descalificaci¨®n personal, en base a sus propias contradicciones, de quien levanta la voz. Por ejemplo: su modelo de direcci¨®n, cuando fue secretario general de los socialistas vizca¨ªnos, ?no es un buen ejemplo de esos vicios de personificaci¨®n del poder que ahora denuncia Damborenea? 0 bien: ?no se tratar¨¢ de una rabieta dictada por el rencor de quien jug¨® sus bazas y perdi¨®? Tal recurso podr¨¢ tranquilizar a ciertos bur¨®cratas, pero no anula el hecho de que lo que sostiene Damborenea resulta dificilmente rebatible. Porlejemplo, que el partido socialista se ha convertido en una m¨¢quina al servicio del poder, en el que no hay lugar para la discrepancia y en el que tener opini¨®n propia resulta peligroso. 0 bien que el modelo piramidal instaurado estos a?os le ha convertido en un partido sin opini¨®n definida, que se limita a sostener la de su l¨ªder, de tal forma que la eventual retirada de ¨¦ste le dejar¨ªa en la indigencia absoluta de valores, discurso, ideas y proyectos.El objetivo de la pasada por la izquierda deber¨ªa ser, seg¨²n Damborenea, "dejar arraigados h¨¢bitos de comportamiento democr¨¢tico", por una parte, y "una normativa que asegure la correcci¨®n progresiva de las desigualdades", por otra. Y, m¨¢s concretamente, inculcar en los ciudadanos "no s¨®lo la conciencia de sus derechos, sino la voluntad de sostenerlos y el marco legal que los ampare". Un debate -espec¨ªficamente pol¨ªtico- sobre estas cuestiones, cuando probablemente nos encontramos ante el tercer mandato consecutivo de los socialistas, no parece superfluo.
Preguntarse hasta d¨®nde puede llevar la actual pol¨ªtica de la c¨²pula del PSOE y lo que quedar¨¢ de su proyecto si, como parece posible, los socialistas vuelven a gobernar en mayor¨ªa absoluta, es algo que corresponde dilucidar sobre todo a los 200.000 ciudadanos que militan en ese partido. Pero lo que denuncia la carta de Damborenea no es s¨®lo un supuesto fraude contra esa militancia, sino tambi¨¦n contra el cuerpo electoral y la sociedad en general. Cada partido es libre de establecer los sistemas de organizaci¨®n interna que crea convenientes, siempre que sus militantes se lo permitan; lo que no es de recibo es que ese mismo partido se presente ante los electores diciendo lo contrarlo de lo que hace y haciendo una cosa muy distinta de lo que rezan sus estatutos. Porque ?c¨®mo creer en las ofertas electorales y en los programas de gobierno de un partido que es capaz de transgredir habitualmente sus propias normas internas?
Si es veros¨ªmil que el PSOE vuelva a conseguir la mayor¨ªa absoluta en octubre, tambi¨¦n lo es que ello ocurra pese a perder, desde aquel otro octubre de hace siete a?os, alrededor de cuatro millones de votos, es decir, de apoyos populares. ?C¨®mo puede decir Gonz¨¢lez, y corroborar Benegas, que uno de los motivos del adelanto electoral es el "casi total cumplimiento del programa de 1986?" ?Acaso piensan que quienes les votaron entonces consideran que los objetivosa los que dieron su apoyo se han cumplido en terrenos como la sanidad, la ense?anza, la vivienda, la calidad de la vida, la protecci¨®n a los desempleados, la justicia y otros servicios p¨²blicos?
Es posible que la pedrada del socialista vasco apenas levante olas en el pl¨¢cido estanque en que se ba?an el equipo del triunfo y tantos otros ganadores. Pero eso es justamente lo m¨¢s preocupante. Que alguien que plantea estos aspectos no merezca sino el desd¨¦n indica que algo falla en un partido que aspira a que la sociedad se articule con arreglo a pautas diferentes a las de la simple adhesi¨®n al l¨ªder. En realidad, es evidente que algo falla si se compara la marginaci¨®n actual de Damborenea con la presencia en puestos de relieve, sin excluir al Consejo de Ministros, de personas cuya mayor virtud consiste en caerle bien a Alfonso Guerra. Porque el riesgo no es s¨®lo que nadie se mueva (para salir en la foto), sino que nada -al menos nada sustancial- se mueva.
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