El narrador de historias
"Je suis un homme comme les autres", no se cansaba de repetir el viejo Simenon, repantigado en una banalidad, que a nadie enga?aba. A fin de cuentas, no es dado a cualquier mortal escribir 500 t¨ªtulos-traducidos a un mont¨®n de lenguas, a todas las lenguas. ?Por qu¨¦ esa obstinaci¨®n del fen¨®meno en negar su genialidad?Har¨¢ cosa de nueve a?os,, un joven cr¨ªtico literario, Denis Tillinac, le encarg¨® al comisario Maigret que investigase las andanzas del escritor Georges Simenon, alias Georges Sim, Christian Brulls, Jean du Perry, Georges d'lsly, Georges Martin, Luc Dorsan, Gom Gut, Kim, Maurice Pertuis, Germain d'Antibes, etc¨¦tera, etc¨¦tera, de la Lieja natal hasta las orillas del lago Leman (Le myst¨¨re Simenon, de Denis Tillinac. Calman-L¨¦vy, Par¨ªs, 1980). De regreso de Suiza, el comisario, despu¨¦s de zamparse uno de esos platos canallas -un miroton de buey- que le cocina la se?ora Maigret, se desabrocha los dos ¨²ltimos botones del chaleco, sorbe golosamente su copita de alcohol de ciruela, carga la pipa y se dispone a darle el parte a su mujer.
"Alors? C'est un sale type'", pregunta la se?ora Maigret. "No precisamente", le responde el comisario, "pero tampoco un buen tipo (brave type). Es alguien que se siente inc¨®modo en su propio pellejo. Rico y c¨¦lebre, cuando en realidad no estaba hecho para ello. ?Para qu¨¦ estaba hecho? Sin duda, para quedarse en su sitio, pero no lo habr¨ªa soportado".
Falsas pistas
El verdadero Simenon no est¨¢ en sus memorias, interminables memorias que el viejo dictaba; memorias plagadas de falsas pistas, de embustes. El verdadero Simenon hay que pillarlo en sus historias, en sus personajes. Tras ellos corre el adolescente, el eterno adolescente Georges Simenon, en un vano intento de evadirse, de rebelarse, de franquear la l¨ªnea de demarcaci¨®n que separa la vida ordinaria de la aventura.
Pegado, literalmente pegado a las polainas de Maigret, su ¨²nico amigo, contempla a sus semejantes, "sans piti¨¦ et sains haine". Qu¨¦ no dar¨ªa por parecerse a ellos. "Je suis un homme comme les autres". Mentira podrida. Simenon tiene miedo a cruzar la l¨ªnea de demarcaci¨®n. Por eso no se cansa de escribir, de inventar, de contar historias. "El narrador de historias", el apodo que los ind¨ªgenas de Samoa le dieron a Stevenson, -¨¦se era el ¨²nico t¨ªtulo que dec¨ªa ambicionar Georges Simenon, al que no le dieron el Nobel ni fue consagrado inmortal por la Academia francesa. Ellos tambi¨¦n tuvieron miedo; no de cruzar la l¨ªnea de demarcaci¨®n, sino de ponerse en rid¨ªculo. Algo que a Georges Simenon, que lleg¨® a escribir una historia contra reloj, con un tema impuesto de antemano y encerrado en una jaula de cristal, a la vista del p¨²blico, siempre le dio cien patadas.
En su g¨¦nero, que ¨¦l invent¨®, fue ¨²nico. Luego, a Dios gracias, vino, y con qu¨¦ fuerza, Patrick Modiano. Hoy, Manolo V¨¢zquez Montalb¨¢n volver¨¢ a leer, por en¨¦sima vez y no sin un ligero sobresalto, las 30 ¨²ltimas p¨¢ginas de La veuve Couderc, mientras yo so?ar¨¦, por en¨¦sima vez, que me tomo el segundo pic¨®n en la barra de Fouquet's, junto a Monsieur ?mile, el gran ?mile Maugin de Les volets verts. S¨ª, Simenon, el adolescente Georges Simenon, sigue vivo; pegado a las polainas de Maigret, a nuestra insobornable memoria.
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