Cambios en Ir¨¢n
ES DIF?CIL que los observadores occidentales resistan la tentaci¨®n de interpretar con ¨®ptica occidental la fulgurante ascensi¨®n en Teher¨¢n del presidente Hashemi Rafsanyani y el aparente triunfo del ala moderada en la estructura de poder que se ha afianzado en Ir¨¢n tras la muerte del imam Jomeini. Har¨¢n mal, porque ninguno de los conceptos que se barajan -moderados, extremistas- tiene en el pa¨ªs fundamentalista las mismas connotaciones que en Occidente.Por consiguiente, la consolidaci¨®n del presidente Rafsanyani al frente del Ejecutivo en Teher¨¢n debe ser tomada con prudencia. Es cierto que el antiguo l¨ªder del Parlamento es m¨¢s moderado que sus adversarios pol¨ªtico-religiosos. Que nadie se llame a enga?o sin embargo: que Rafsanyani haya vencido a los herederos directos de Jomeini, a los m¨¢s fan¨¢ticos fundamentalistas, no le convierte autom¨¢ticamente en un dem¨®crata prooccidental. El presidente iran¨ª sigue siendo, por encima de todo, un nacionalista y un cl¨¦rigo, y no tiene intenci¨®n alguna de traicionar los ideales de la revoluci¨®n jomeinista, cuyo carisma es la principal fuente de legitimidad del r¨¦gimen.
Para llegar a donde se encuentra, Rafsanyani no s¨®lo consigui¨® resultar elegido presidente de la Rep¨²blica Isl¨¢mica arregl¨¢ndoselas para tener enfrente a un mero candidato testimonial; se hizo adem¨¢s con el poder absoluto, desplazando a un inc¨®modo antagonista, el hijo del propio Jomeini, quit¨¢ndole gran parte del ascendiente religioso que le proporcionaba la herencia del l¨ªder muerto, y haci¨¦ndolo, adem¨¢s, con sacrificio de dos personajes duros a los que Ahmed Jomeini amparaba: Mohtashemi y Reysbari.
Para propiciar este proceso de relativa desjomeinizaci¨®n, Rafsanyani necesitaba encabezar un Gobierno del que fuera jefe incontestado y del que, por tanto, quedaran excluidos los fundamentalistas radicales, a cuya cabeza figuraba el duro entre los duros, Ali Akbar Mohtashemi, ministro del Interior, padre del movimiento Hezbol¨¢. Ten¨ªa que desplazar a Reyshari del Ministerio de Investigaci¨®n (l¨¦ase implacable polic¨ªa pol¨ªtica). Y deb¨ªa constituir un Gobierno de tecn¨®cratas con el que consolidar la paz con Irak, emprender la reconstrucci¨®n econ¨®mica de un pa¨ªs exhausto y tender esenciales puentes de paz y colaboraci¨®n con Occidente. De su capacidad de maniobra da una idea el hecho de que esto lo haya conseguido de un Parlamento que en principio era hostil al mero concepto de un Ejecutivo no radical. El nuevo presidente ha tenido que hacer concesiones, pero al final ha triunfado. Sin embargo, lejos de ser una inocente oveja, el sustituto de Mohtashemi en el Ministerio del Interior es Abdula Nuri, un radical que en tiempos del ayatot¨¢ era su representante ante los Guardianes de la Revoluci¨®n. La compensaci¨®n, en este juego de cal y arena, est¨¢ en que los Guardianes pierden la cartera ministerial que ten¨ªan justo antes de que su mill¨®n de hombres sea integrado en el Ej¨¦rcito regular.
En todo caso, Rafsanyani es el personaje con el que tendr¨¢n que entenderse Occidente y, en especial, EE UU. En ese ejercicio diplom¨¢tico ser¨¢ necesario que el mundo libre decida cu¨¢nto del radicalismo verbal de que hace gala es concesi¨®n a su galer¨ªa y cu¨¢nto es muestra de rigidez revolucionaria. Gran parte de la. paz en el Pr¨®ximo Oriente y la vida de muchos rehenes dependen de ello (el ministro de Exteriores, Velayati, recordaba la semana pasada en EL PA?S los ¨ªntimos lazos de Teher¨¢n con los radicales libaneses de Hezbol¨¢). Tambi¨¦n deber¨¢ medir qu¨¦ garant¨ªas de ayuda occidental pueden darse a Teher¨¢n a cambio de su liberalizaci¨®n. El delicado equilibrio del palo y la zanahoria incluye calibrar el l¨ªmite de tolerancia occidental frente a los dislates que todav¨ªa pueden provenir de Ir¨¢n en el futuro, como la insistencia de sus dirigentes en mantener la amenaza de muerte contra el escritor indo-brit¨¢nico Salman Rushdie.
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