Invalidez
S¨¢nchez / Lugillano, Valderrama, Ponce
Cinco novillos de Ram¨®n S¨¢nchez Rodr¨ªguez y uno (sobrero) de Ram¨®n S¨¢nchez Recio, sin fuerza y desigual juego. David Luguillano: silencio en ambos. Domingo Valderrama: ovaci¨®n en ambos. Enrique Ponce: ovaci¨®n; palmas. Plaza de La Maestranza, 10 de septiembre.
La pujanza constituye un factor esencial en el toro de lidia. Sin pujanza, ni el toro m¨¢s bravo tiene posibilidad de demostrar lo que lleva dentro. La ant¨ªtesis de la pujanza es la invalidez. La invalidez no se deriva necesariamente de una lesi¨®n org¨¢nica. La invalidez puede tener or¨ªgenes muy diversos, y se manifiesta por la imposibilidad fisica del toro para soportar la lidia.La novillada de Ram¨®n S¨¢nchez Recio fue inv¨¢lida, y de poco le sirvi¨® el que algunos de los novillos denotaran deseos de embestir, y tuvieran codicia. As¨ª, el sexto, recibi¨® numerosos pases, sin descanso, de Enrique Ponce, pero cuando dejaba de darle pases y lo toreaba, es decir, le obligaba a que siguiera el camino que el diestro le trazaba, se desplomaba. La escasa y competente afici¨®n de Sevilla que asiste a estos festejos, advert¨ªa que los pases ten¨ªan buen corte, pero que el novillo iba c¨®modamente a su aire. No hab¨ªa mando, y por tanto no hab¨ªa toreo. El tercero, adem¨¢s de inv¨¢lido, no era franco, y Ponce lo cuid¨® y estuvo por encima de su enemigo, pero sin brillo.
Domingo Valderrama inici¨® su faena al quinto con el cartucho de pescao, para despu¨¦s abrir la ilusi¨®n de los espectadores con tres soberbios naturales. Pero ah¨ª se acab¨® todo. La escasa fuerza le rest¨® trayectoria a los muletazos siguientes. El segundo no fue un novillo f¨¢cil, pero tampoco Valderrama acert¨® a encontrarle la distancia.
El debutante Luguillano merece una nueva oportunidad en Sevilla. Su primero, sin fuerza, no aguantaba los muletazos del vallisoletano. Al cuarto, con un poquito m¨¢s de gas, le dio algunos buenos derechazos. Por el izquierdo no consigui¨® acoplarse. La preocupaci¨®n por la est¨¦tica es encomiable, pero ¨¦sta tiene que surgir de la naturalidad. Parece que Luguillano violenta un tanto la compostura.
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