El 'Guernica', en color
M¨¢s de la mitad de Oviedo, los de las quintas del cuarenta al cincuenta, por uno u otro motivo, posamos ante el objetivo discreto del primitivo flatomat¨®n de aquella portentosa mujer fot¨®grafo del campo de San Francisco, La Torera. ?Se acuerdan?A un servidor le toc¨® en suerte plantarle cara a su vieja m¨¢quina un Domingo de Ramos, con seis a?itos del alma, unos pololos relucientes de blanco por el azulete, una blusa de marinerito y un sombrero de capit¨¢n de corbeta. Con el ramo de palma en una mano y la otra sobre los lomos de un caballo za¨ªno de cart¨®n que se me antoj¨® tan gigante como el de Troya, el buen hacer de La Torera me inmortaliz¨®. Eso s¨ª, en blanco y negro, seg¨²n imperativos de la ¨¦poca. La foto, engalanada con un marquito de alpaca, se subi¨® al piano y, perd¨®n por la falta de modestia, le dio vida al instrumento. Pero poco le dur¨® la alegr¨ªa, una gruesa madona de carnes enfajadas, vecina circunstancial, quiz¨¢ por envidia, secuestr¨® la foto a mi madre y la llev¨® al taller de un curioso que la sombre¨® con colorines. ?Jur¨¦ odio eterno a aquella foca! El caballo se convirti¨® en drag¨®n, yo en un an¨¦mico guerrero de las galaxias, y el fondo del campo de San Francisco, en un trozo de Saturno. ?Ay, si La Torera levantara la cabeza!
Despu¨¦s de casi cuarenta a?os, cre¨ª que estas fechor¨ªas a los grandes de la imagen eran historia muy pasada. Fue una ingenuidad por mi parte pensar que la horterada y la estupidez se circunscrib¨ªan a las ¨¦pocas de Maricasta?a. El ciclo de pel¨ªculas de colorines que el martes comenz¨® a emitir Televisi¨®n Espa?ola me demostr¨® dos cosas: primera, que la insensatez a la hora de tratar las obras de arte sigue vigente, y segunda, que a finales del siglo XX interesa m¨¢s alardear de ser unos t¨ªos pistonudos a la hora de aplicar el tema de la inform¨¢tica que mostrar las excelencias de un cl¨¢sico del cine.-
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