Con la muerte en los talones
El ¨²ltimo d¨ªa del festival de Venecia y el primero del de San Sebasti¨¢n son el mismo. Esta anomal¨ªa necesita alguna explicaci¨®n, porque no hay cabeza sana que entienda c¨®mo es posible que dos acontecimientos de la misma especie y considerados del mismo rango se interfieran rec¨ªprocamente de manera tan absurda, en perjuicio mutuo, aunque es obvio que el m¨¢s da?ado de ambos es el segundo de ellos.Parece evidente que el peor enemigo exterior -los enemigos interiores son otra historia- del festival donostiarra es la Mostra veneciana. De otra manera no se explica que le pise los talones de manera tan evidente e insolidaria. Los perjuicios, en cuanto a audiencia internacional se refiere, que esta zancadilla puede acarrear al primer festival espa?ol son m¨¢s que considerables, pues es un secreto a voces que un festival de cine existe por y para los medios de informaci¨®n, sin los que su celebraci¨®n ser¨ªa una pura rutina de burocracia municipal. Pues bien, todo el grueso de la atenci¨®n de ¨¦stos estar¨¢ hoy con los ojos puestos en el final de Venecia a costa del arranque de San Sebasti¨¢n. Por qu¨¦ esto es as¨ª y por qu¨¦ no se ha hecho algo efectivo para remediarlo es algo que se escapa a los alcances de todos los cronistas de cine espa?oles y genera l¨®gica indiferencia en los de otros pa¨ªses.
Lo l¨®gico es, cuando uno nota que le pisan los talones y le comen el terreno, iniciar una huida hacia adelante. Ignoro qu¨¦ razones impiden a los organizadores de San Sebasti¨¢n escapar a la encerrona de septiembre y meterse en las fechas, m¨¢s despejadas, de octubre. Si un festival de cine se justifica en raz¨®n de su credibilidad y de su audiencia internacional, esta posibilidad debiera tomarse en serio, porque la Mostra, llena de luchas intestinas poco escrupulosas para s¨ª misma, no va a guardar los escr¨²pulos que no tiene para respetar a la competencia.
Vaivenes y cambios
Hace seis, incluso cinco a?os, nadie daba un c¨¦ntimo por el futuro del festival de San Sebasti¨¢n. Los vaivenes en los criterios de selecci¨®n de pel¨ªculas, los continuos cambios de cabeza visible, los golpes de tim¨®n y de rumbo en sus objetivos hab¨ªan dado con sus huesos en el saco de los festivales de segunda y tercera. El nombramiento de Diego Gal¨¢n como responsable del festival le proporcion¨® estabilidad, y esto hizo que recuperara su catalogaci¨®n perdida de festival A, m¨¢xima que concede la Federaci¨®n Internacional de Productores de Cine y que s¨®lo cuatro poseen, entre el casi centenar de festivales que hay en Europa.
Pero en estos terrenos llegar a una meta de nada sirve si no se sostiene con persistencia, a?o tras a?o, el impulso que permiti¨® alcanzarla. El festival de San Sebasti¨¢n funcion¨® bien los primeros a?os de esta su actual etapa, pero los dos ¨²ltimos fue discutido. No es malo para ¨¦l que se le discuta. Todo lo contrario. Pero una cosa es que un a?o tenga buenas pel¨ªculas y al siguiente no -que es cosa que ocurre en todos, como a la Mostra veneciana, que en 1988 fue magn¨ªfica, y este a?o, mediocre-, y otra muy distinta que se deje comer por otros el terreno que le pertenece.
Todo el mundo est¨¢ de acuerdo en que la selecci¨®n de pel¨ªculas que San Sebasti¨¢n ofrece en este septiembre es atractiva y sobre el papel tiene buena pinta, bastante mejor que la ofrecida en Venecia. Pero en este tipo de escaparates culturales no basta con ser bueno: hay que actuar de manera que todo el mundo se entere. Pero dej¨¢ndose pisar los talones por una Mostra que es agresiva, quiz¨¢ porque se encuentra en una situaci¨®n cr¨ªtica no f¨¢cil de resolver, no hay, manera de que su bondad escape fuera de la peque?a caja de resonancias del localismo -l¨¦ase provincianismo- espa?ol. Vista desde los grandes vol¨²menes del negocio internacional del cine, Espa?a es una aldea y no conviene olvidarlo. Hay que hacer que el nombre de San Sebasti¨¢n se oiga n¨ªtidamente m¨¢s all¨¢ de los Pirineos. Y para ello hay que alejarse de los ruidosos altavoces instalados por la Bienal en las playas del V¨¦neto.
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