Un nuevo intento
EN FEBRERO pasado, se reunieron en M¨¦xico casi todos los actores del dra¨ªna que asola a El Salvador desde hace 10 a?os. Era un intento serio de establecer la paz, poniendo fin a una guerra civil interminablemente cruel, antes, de que se celebraran las elecciones presidenciales que acabar¨ªan dando el triunfo a Alfredo Cristiani, candidato de la ultraderechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena). Se trataba, sin embargo, de un di¨¢logo con poco futuro, pese a haber. sido propiciado por los jefes de Estado centroamericanos y por el entonces flamante vicepresidente de EE UU. En una visita a San Salvador el pasado mes de enero, Dan Quayle hab¨ªa dejado claro que comprend¨ªa que los 3.000 millones de d¨®lares gasta, dos por EE UU en apoyar la fracasada -lucha contra la guerrilla habr¨ªan podido ser mejor empleados, y condicion¨® la continuaci¨®n de,la ayuda norteamericana al fin de la sistem¨¢tica violaci¨®n de los derechos humanos en aquel pa¨ªs.En esas fechas, desafortunademente, el presidente democristiano saliente, Jos¨¦ Napole¨®n Duarte, gravisimamente enfermo y por tanto incapaz de hacer que su partido ganara los comicios que se avecinaban, no pod¨ªa presentarse. como el mejor interlocutor en un di¨¢logo en el que la oferta de paz del Frente Farabundo Mart¨ª para la Liberaci¨®n Nacional (FMLN) iba acompa?ada de condiciones poco realistas y de una amenaza de boicoteo que despu¨¦s se volver¨ªa en su contra, al tiempo que ni el Ej¨¦rcito ni las fuerzas paramilitares, en el pasado vinculadas a Arena, daban muestras de querer otra cosa que la rendici¨®n incondicional de los guerrilleros. La negociaci¨®n fracas¨®, y el FMLN retir¨® su oferta de tregua y de aceptaci¨®n de los resultados electorales (que hab¨ªa condicionado al retraso de los comicios por seis meses y a que el candidato de la guerrilla fuera admitido al libre juego de la campa?a).
Siete meses despu¨¦s, en este principio de septiembre, vuelve a renacer una cierta esperanza. El FMLN propuso negociar nuevamente en M¨¦xico y, haciendo gala de m¨¢s visi¨®n pol¨ªtica que en la ocasi¨®n anterior, anunci¨® que renunciaba a sus exigencias de compartir el poder y de integrar a sus guerrilleros en el Ej¨¦rcito regular. Se limitaba a proponer un alto el fuego a partir del 15 de noviembre y su consiguiente acceso a la vida pol¨ªtica pac¨ªfica en enero de 1990. Un dato positivo era que, en est¨¢ ocasi¨®n, su interlocutor no ser¨ªa, como en febrero, un conglomerado de todas las fuerzas pol¨ªticas salvadore?as, sino el Gobierno del presidente Cristiani.
Ello proporcionaba dos ventajas de principio: es mejor negociar con un interlocutor que con ocho, y es aun mejor que ese interlocutor sea quien gobierna. Por otra parte, Arena en el Gobierno dista mucho de ser el partido de corte fascista que creara el comandante D'Abuisson al hilo de la acci¨®n de los escuadrones de la muerte. Gan¨® las elecciones claramente y ha ido integrando con el tiempo a una parte significativa de las clases medias decepcionadas con el desgobierno de la democracia cristiana.
Pero el FMLN ped¨ªa unas contrapartidas que Cristiani no puede o no quiere dar, porque equivalen a reconocer la escalofriante historia de sangre que lleva Arena a sus espaldas. Los guerrilleros piden que se reforme el sistema judicial, que se garanticen los derechos individuales, que acabe la represi¨®n y, sobre todo, que s¨¦ busque y juzgue a los asesinos del arzobispo Romero y a los integrantes de los escuadrones de la muerte. Nada m¨¢s alejado de la realidad que decir que las guerrillas tienen las manos limpias de sangre y atrocidades, pero lo malo es que las circunstancias pol¨ªticas en Centroam¨¦rica hacen que la paz en El Salvador pase por la voluntad -y generosidad del Gobierno, y no s¨®lo del FMLN.
Por estas razones, el nuevo esfuerzo pacificador -v¨ªctima ya de altercados verbales y acusaciones mutuas- corre el riesgo de acabar, como los tres anteriores, en un fracaso. Y hasta la siguiente ronda, el perdedor ser¨¢ nuevamente el pueblo salvadore?o.
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