El adi¨®s al amigo vietnamita
Los camboyanos est¨¢n expectantes ante un choque entre 'jemeres rojos' y tropas regulares
La retirada del Ej¨¦rcito vietnamita de suelo camboyano es algo irreversible. Las dudas se ciernen ahora sobre la unidad en el Ej¨¦rcito regular camboyano frente a los jemeres rojos, de tr¨¢gico recuerdo. Sydney Schanberg, premio Pulitzer en 1976, por un relato sobre la victoria jemer, que se llev¨® al cine con el nombre Los gritos del silencio, ha regresado a Camboya y describe en este tercer reportaje las expectativas despu¨¦s de la salida de las tropas del vecino pa¨ªs.
Los optimistas: "Los vietnamitas han retirado sus tropas por etapas desde 1983, de manera que, en ese tiempo, el ej¨¦rcito camboyano se ha hecho m¨¢s independiente y ha adquirido una mayor confianza. El punto m¨¢s fuerte para su defensa es el odio del pueblo hacia los jemeres rojos.Los pesimistas: "El ej¨¦rcito gubernamental no parece unido. Diversas facciones luchan por el poder. Y tambi¨¦n hay que contar con el resentimiento que ha creado en la gente, la corrupci¨®n y el reclutamiento. Cogen sin m¨¢s a los j¨®venes en las calles, contra su voluntad. Es muy posible que los jemeres rojos tomen, durante poco tiempo, algunas capitales de provincia en el Oeste y, tal vez despu¨¦s, capturen 100.000 o 150.000 personas".
Los indecisos: "Algunos dicen que la moral del ej¨¦rcito est¨¢ muy baja y podr¨ªa replegarse; entonces los campesinos tendr¨ªan que ir con los jemeres rojos. Mi opini¨®n es que, a largo plazo, los jemeres rojos constituir¨¢n un gran problema pero s¨®lo como una amenaza guerrillera y no como un desaf¨ªo serio para derrocar al Gobierno. Tal vez sin los vietnamitas, cuando las tropas gubernamentales se replieguen, reagrupen y obtengan una o dos victorias, se conviertan en un verdadero ej¨¦rcito".
?stas son opiniones de diplom¨¢ticos en Phnom Penh (diplom¨¢ticos del bloque del Este, ya que son los ¨²nicos existentes en esta capital rehuida por Occidente) sobre lo que puede suceder en Camboya cuando las ¨²ltimas tropas vietnamitas, la ¨²nica defensa segura del pa¨ªs durante los ¨²ltimos 10 a?os, vuelvan a su hogar: un acontecimiento programado para finales de este mes.
El terror 'jemer'
En el centro del problema de Camboya todav¨ªa est¨¢ la guerrilla marxista, conocida como los jemeres rojos, que gobernaron en la locura desde 1975 a 1979 y dejaron tras de s¨ª entre uno y dos millones de camboyanos muertos. Hoy han revivido (con la ayuda de China, Tailandia e, indirectamente, de EE UU) y aguardan en la selva empe?ados en una vuelta al poder.
La gran fuerza que en 1979 vino del Este y los empuj¨® hacia la selva, a lo largo de la frontera tailandesa, hacia el Oeste, fue el ej¨¦rcito vietnamita, que despu¨¦s instal¨® un Gobierno aliado en Phnom Penh y se qued¨® durante 10 a?os para proteger y fortalecer a su aliado. Ahora los vietnamitas se van, fatigados f¨ªsica y econ¨®micamente por la carga que, ello signific¨® y por el embargo, a¨²n efectivo, impuesto por Occidente cuando iniciaron la invasi¨®n.
Por tanto, camboyanos y extranjeros por igual se sientan a especular, de manera interminable, sobre lo que tratar¨¢n de hacer los jemeres rojos y si el ej¨¦rcito gubernamental, a¨²n sin bautizo de fuego, es capaz o no de contenerlos. Al haberse complicado las recientes conversaciones de paz en Par¨ªs, ahora es probable, e incluso cierto, que el futuro de este peque?o pa¨ªs de siete millones de habitantes se defina (como ha sucedido en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas) con el resultado en el campo de batalla.
Al mismo tiempo, no hay en Phnom Penh ninguna sensaci¨®n de guerra inminente. Los camboyanos han vivido una degradada guerra civil con los jemeres rojos, pr¨¢cticamente desde aquel d¨ªa de 1979 cuando la guerrilla huy¨® ante los vietnamitas y establecieron sus bases en el monte.
Normalidad
Por el contrario, aqu¨ª parece reinar la normalidad. En efecto, existe una normalidad creciente mientras el pa¨ªs no quiere abandonar el control de su resurgimiento. Los ni?os fluyen a los colegios en oleadas de uniformes azules y blancos. Los barcos. del r¨ªo Mekong llegan al amanecer desde las provincias de Kandal y Kompong Cham, transportando legiones de campesinos cargados con productos que venden en los mercados. Los sastres est¨¢n muy ocupados haciendo ropa nueva. Los j¨®venes, en los parques, se cogen de la mano mientras se recuestan contra el grueso tronco de los ¨¢rboles koki.
El alambre de espino no se despliega en las calles de la capital. Los carros de combate no se distribuyen alrededor de los lugares estrat¨¦gicos. Los helic¨®pteros no surcan el ciclo buscando infiltrados (algunos de los cuales, sin lugar a dudas, ya est¨¢n aqu¨ª).
Sin embargo, en el campo, al gunas veces en las remotas regiones fronterizas, pero otras no m¨¢s lejos de 30 millas de la capital, los jemeres rojos se muestran capaces de hostigar a placer: atacan, molestan, siembran minas y despu¨¦s desaparecen entre los ¨¢rboles.
Todo el mundo est¨¢ expectante (aunque esto tambi¨¦n podr¨ªan ser unas conjeturas mal orientadas) porque parece que van a intentarlo ahora. Y el Gobierno del primer ministro, Hun Sen, esta vez est¨¢ haciendo realmente preparativos especiales para la defensa: se realizan movimientos que son mucho m¨¢s evidentes en el campo que en Phnom Penh.
Durante un reciente viaje por carretera a la frontera tai, fue posible observar convoyes de camiones con nuevos reclutas, desplaz¨¢ndose hacia las zonas fronterizas en disputa, no lejos de las ciudades de Battambang y Sisophon, Tambi¨¦n han llegado refuerzos a la regi¨®n de Siem Reap. Los gobernadores y comandantes militares de estas provincias fronterizas se est¨¢n preparando efectivamente para iniciar la lucha.
Ith Locur, gobernador de la provincia de Banitheay Meanchey, cuya principal ciudad es Sisophon, manifest¨® tener confianza en la capacidad de sus tropas para dominar la situaci¨®n, pero coment¨®: "El mayor temor es que los jemeres rojos penetren en las aldeas y empiecen a hacer fuego desde ellas. En tal situaci¨®n, no podemos responder debido a la poblaci¨®n civil que all¨ª permanece. Podr¨ªamos cortarles la retirada. Es todo lo que podr¨ªamos hacer".
Ith Loeur, con 39 a?os y nacido en esta provincia, nos confirma tambi¨¦n las noticias de que, en recientes enfrentamientos, elementos de dos grupos guerrilleros no comunistas hab¨ªan llevado a cabo operaciones conjuntas con los jemeres rojos, de los que, hasta ahora, s¨®lo hab¨ªan sido socios hostiles en una coalici¨®n contra los vietnamitas y el Gobierno de Phnom Penh.
No es un problema del tama?o relativo de los tres ej¨¦rcitos protagonistas, ya que las fuerzas gubernamentales sobrepasan en mucho a la coalici¨®n de los jemeres rojos. El resultado se definir¨¢ por la instrucci¨®n, la experiencia, el liderato, y, sobre todo, por la mot?vac?¨®n. Los jemeres rojos y sus aliados tal vez cuenten con 55.000 hombres armados. El Gobierno de Phnom Penh tiene el mismo n¨²mero en el ej¨¦rcito nacional, pero otros 200.000 o m¨¢s entre las fuerzas provinciales y las milicias aldeanas.
En Phnom Penh, uno de los indicios significativos de que la maquinaria militar comienza a. moverse es el reclutamiento, que se realiza con demasiada frecuencia y de una manera que se ha convertido en tradici¨®n durante los ¨²ltimos 20 a?os: la leva. En los mercados y en las esquinas, los j¨®venes son cogidos por reclutadores militares que les dicen que tienen que luchar "por la madre patria". A algunos ni siquiera se les permite ir a su casa y despedirse de sus padres.
Esta conducta prepotente no le da al Gobierno socialista una gran popularidad. Los pesimistas la se?alan como una de las razones a su falta de confianza en el futuro.
Aunque los tailandeses a¨²n sirven de conducto para que las armas chinas lleguen a los jemeres rojos, han comenzado a darle una mayor tranquilidad a Phnom Penh cooperando en la frontera, colaborando con los servicios de inteligencia y proporcion¨¢ndoles las coordenadas para la artiller¨ªa, en sus ataques a los jemeres rojos que operan con frecuencia dentro de territorio tai. Los tailandeses quieren comerciar y hacer negocio aqu¨ª (algunos ya lo est¨¢n haciendo) y, a su vez, Phnom. Penh ha dado una mayor prioridad en mejorar las relaciones, especialmente con los vietnamitas, que ahora se retiran.
Un informe habla de un plan para el caso de que los jemeres rojos tomaran la capital y lograran una victoria total. Esta historia dice que el Gobierno pasar¨ªa a la clandestinidad y crear¨ªa una fuerza de resistencia. Contar¨ªa con bases secretas en las provincias del Este, cerca de Vietnam y otros campamentos base en el Norte, cercanos a la frontera con Laos. Nuevamente, algo que no resulta totalmente il¨®gico.
Tambi¨¦n est¨¢ la historia que dice que la antena sobre el tejado de la villa del primer ministro, Hun Sen, es una l¨ªnea directa con las altas jerarqu¨ªas, tanto militares como gubernamentales, del Gobierno tailand¨¦s. Y hay otras historias que hablan, de altos funcionarios y de acaudalados civiles que, por las dudas, han hecho preparativos para irse, embarcando anticipadamente hacia el extranjero ¨¦l dinero acumulado. Ciertamente, con el futuro incierto, algunas personas de gran fortuna deben de estar tomando precauciones.
Mentras tanto, no hay ning¨²n ¨¦xodo desde Phnom Penh. En cambio, hay una afluencia de gente hacia all¨ª. Se trata de turistas, de hombres de negocios asi¨¢ticos (que presienten aqu¨ª un buen mercado) y de refugiados camboyanos que escaparon de los jemeres rojos y se establecieron en otros pa¨ªses y que ahora vuelven a visitar a sus familiares. Y por ¨²ltimo, periodistas, unos 200, que se espera lleguen para la gran retirada vietnamita.
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