El Gobierno, espejo del pa¨ªs
Pr¨®ximos ya a nuevas elecciones legislativas, otra vez el partido del Gobierno va a encontrarse sin oponente serio, y el elector disconforme, sin apenas otra alternativa que la abstenci¨®n. Izquierda Unida no est¨¢ todav¨ªa, por lo menos a los ojos de sus posibles votantes, en una posici¨®n semejante a la del l¨ªder italiano Occhetto, lo que facilitar¨ªa una alianza de las indecisas, cautelosas, Izquierda, Democracia y Respuesta socialistas con ella. La derecha, gobernada autocr¨¢ticamente (v¨¦ase lo ocurrido con Oreja y con el sector de Hern¨¢ndez Mancha) por un hombre ele mentalidad y talante absolutamente autoritarios, que considera su partido como literalmente suyo, lleg¨® hace tiempo a su tope. Y Adolfo Su¨¢rez es mero carisma sin programa, que, por lo mismo, va dando tumbos de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, sin saber a qu¨¦ atenerse. Y ¨¦sta es, nos guste o no, la situaci¨®n real.Siempre he pensado que los grandes cambios pol¨ªticos por lo menos en ¨¦pocas, como la actual, no asistidas por el pathos revolucionario, han de hacerse desde dentro del aparato mismo del poder que se trata de derrocar. Torcuato Fern¨¢ndez Miranda, Adolfo Su¨¢rez y el Rey fueron los art¨ªfices de la transici¨®n a la democracia. Y hasta en una situaci¨®n tan diferente de la actual y sensible a cambios revolucionarios como la de las v¨ªsperas de la Rep¨²blica, ¨¦sta no habr¨ªa advenido sin la preconversi¨®n a ella de los pol¨ªticos y grandes intelectuales antes mon¨¢rquicos. S¨ª, estoy persuadido de que la inercia pol¨ªtica funciona, salvo, claro est¨¢, acaecimiento y puesta al descubierto de un gran esc¨¢ndalo que, en la circunstancia actual, podr¨ªa ser o haber sido el caso Amedo, es decir, el de un presunto terrorismo estatal organizado contra el terrorismo etarra. Pero ?est¨¢n interesados los partidos de la. oposici¨®n candidatos al Gobierno en enfrentarse a una, llam¨¦mosla as¨ª, "pol¨ªtica" -oscura, clandestina, inmoral- que ellos mismos har¨ªan suya o que a lo sumo "legalizar¨ªan" restableciendo la pena de muerte, aplicada adem¨¢s inevitablemente, dadas las formas actuales de atentados, con muy escaso rigor discriminatorio? No, no se ve alternativa al Gobierno actual, al travestissement de una derecha real detr¨¢s de unas siglas y una historia izquierdistas.
Y si desde el aparato de los partidos descendemos a la base social, salta a la vista que ¨¦sta se halla completamente atomizada. Durante el siglo pasado y la mayor parte del actual, el esquema tripartito -clases alta., media y baja- o bipartito marxista -burgues¨ªa y proletariado- estuvieron vigentes. Hoy se ha perdido la identidad social, la "conciencia de clase". Ya casi nadie dice de s¨ª mismo -o de los dem¨¢s- que es "proletario" u "obrero", y apenas si "trabajador". (Lo que s¨ª hay, y cada vez m¨¢s, son subproletarios, marginados, parados, gentes del cuarto mundo, que cuentan poco m¨¢s que los inmigrados del Tercer Mundo.) Existen los sindicatos, es verdad, pero su lenguaje es el de las reivindicaciones socioecon¨®micas, sin voz para hablar pol¨ªticamente.
Hoy la oposici¨®n -d¨¦bil oposici¨®n- es mucho m¨¢s sociocultural que sociopol¨ªtica. Los movimientos ecologista o verde, pro derechos humanos, por la paz o pac¨ªficamente autodeterminacionistas van adquiriendo importancia, pero se trata de un proceso esencialmente lento. La novedad m¨¢s efectiva de nuestro tiempo es la democratizaci¨®n cultural, la sustituci¨®n paulatina del se?ero intelectual individual por el "intelectual colectivo". En realidad no estamos tan lejos como a primera vista podr¨ªa parecer de la contracultura de los a?os sesenta. La diferencia estriba en que entonces se propon¨ªa una cultura contraria a la establecida, pero positiva y aun ut¨®pica, en tanto que la contracultura actual es mucho m¨¢s literalmente contracultural: se opone a la cultura de la tecnoburocracia, del economicismo, del consumismo, del lucro como sentido de la vida y de la especificaci¨®n como su medio, en fin, " de la inmoralidad social, pero sin disponer de un modelo positivo de reorganizaci¨®n sociomoral.
?Cu¨¢ndo aparecer¨¢ una disidencia, una "carta", como titulaba uno de sus editoriales este diario, que, m¨¢s all¨¢ de lo que una carta es, en forma plenamente decidida, configure pol¨ªticamente esta demanda cultural y sobre todo moral? Se dir¨ªa que, te¨®ricamente, est¨¢ ya realizada: se tratar¨ªa de retomar, para cumplirlo -o intentar de verdad cumplirlo: la pol¨ªtica no se identifica sin m¨¢s con la moral-, el programa del PSOE en, las elecciones de 1982. Pero no nos hagamos ilusiones: ?est¨¢ el pa¨ªs, estamos los ciudadanos, que f¨¢cilmente criticamos las presuntas inmoralidades de algunos de nuestros gobernantes, dispuestos a sacudirnos nuestra propia desmoralizaci¨®n y a demandar que el Gobierno deje de ser el espejo amplificador -todo lo amplificador que se quiera- de nuestra propia baja forma moral, y a pagar por ello el consiguiente precio material? Porque, si no es as¨ª, mientras el negocio marche sin esc¨¢ndalos muy graves, y mientras desde dentro no se rompa el conformista silencio, tendremos Gobierno semejante al actual por lo menos hasta despu¨¦s del a?o 1992.
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