Los rockerosmuertos
No es por ponernos bordes con Miguel R¨ªos -Mike en aquel ayer fielmente reproducido por Andy Bausch en la pel¨ªcula germanoluxemburguesa A wopbopalcobop a lopbamboom-, pero los viejos rockeros cantan a cadaverina cosa mala, y la f¨¦nder de alquiler padece artrosis, y hay carcoma en los amplis bricolados por correspondencia, y afon¨ªa en la voz de su amo de los n¨²cleos provinciano seuropeos que imitaban a loss wasp yanquis. Amenazaba lluvia en Donostria y en torno a la taquilla del Principal, sede del Zabaltegi, se api?aba un gent¨ªo mayormente joven y moderadamente pureta que encandilado por el t¨ªtulo del filme -m¨¢s mal¨¦volo que enga?oso- se dispon¨ªa a disfrutar una de nostalgias, guitarras filosofales y sincopa con moho. M¨¢s que ir al cine supon¨ªa colocar en la pantalla casera, por en¨¦sima vez, el recordatorio de la d¨¦cada prodigiosa captado en tomavistas.Y buen chasco, se Ilevaron. A wopbopaloobop a lopbamboom, con un clima y un cl¨ªmax impecablemente conseguidos por Bausch, constituye, m¨¢s all¨¢ de la historia fronteriza, mezquina y cateta concebida como drama rural de la posguerra, una briosa desmitificaci¨®n de los sesenta que lo engendraron, quiz¨¢, en el primer guateque. Por decirlo de una manera cl¨ªnica, Bausch mata al padre del heavy, el rockabilly, el pijer¨ªo y el tecnopop. La coyuntura sociol¨®gica juvenil se contagi¨® de toda una jerga estadounidense. Los fisi¨®logos juraban que el twist da?aba el menisco y en los permisos de la mili -Elvis tamb¨ª¨¦n la hizo, ?oh!- los reclutas adquir¨ªan una subcultura sexual en la ¨²ltima fila, en rincones f¨¦tidos y, como privilegio contorsionista, en el asiento de un doscaballos. Bausch ha colocado al fin en su sitio la g¨¦nesis mitificada de unos cuarentones que hoy dominan el mundo.
Babelia
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