A la b¨²squeda de la identidad

S¨®lo dos peque?as novedades en este primer, heterog¨¦neo y sobrecargado programa del Ballet del Teatro L¨ªrico Nacional, que parece responder a la voluntad de que los bailarines destacados en el escalaf¨®n tengan un papel importante m¨¢s que a imperativos estrictamente art¨ªsticos: Isadora -una miniatura en homenaje a la gran revolucionaria norteamericana de la danza, que el belga Maurice B¨¦jart mont¨® en 1976 a la hoy directora del conjunto, Maya Plisetskaia, tan coreogr¨¢ficamente insustancial que ni evoca a la una ni permite que se luzca la otra- y un paso a dos extra¨ªdo del B?kti, del mismo B¨¦jart, que hoy aparece como un residuo escasamente interesante de la moda india de los periclitados a?os sesenta, que bailaron Carmen Molina y Hans Tino, entre otros.El eje del programa -en el que tambi¨¦n se repuso la Sinfon¨ªa India de Nacho Duato y el Nocturno de Ray Barra- eran los dos Balanchine, estrenados por la compa?¨ªa en 1987 y que no ha b¨ªan vuelto a verse en Madrid desde entonces.

En esto hay que aplaudir a la direcci¨®n, que se preocupa por mantener vivo un repertorio de calidad, que adem¨¢s permite apreciar los progresos del conjunto global de la compa?¨ªa estable.

Los cuatro temperamentos (1946) es una de las obras en que Georges Balanchine experiment¨® con m¨¢s brillantez su capacidad para desarrollar espacialmente una partitura y abrir caminos sorprendentes al vocabulario acad¨¦mico.

Exigencias

El cuerpo de baile del Teatro L¨ªrico Nacional estuvo a la altura de las exigencias t¨¦cnicas y le dio la forma requerida, pero no alcanz¨® a iluminar del todo la obra porque le falta familiaridad con la orquesta y se le escapa la riqueza de la relaci¨®n entre la m¨²sica y el movimiento, y tambi¨¦n porque proyectaba cierta tensi¨®n que restaba color a las l¨ªneas e imped¨ªa que el estilo saliera conaturalidad.Pero en Tema y variaciones (1947). la pareja solista -formada por los espa?oles Arantxa Arg¨¹elles y Ra¨²l Tino- casi consigui¨® desintegrar el ballet. Balanchine mont¨® esta obra con la finalidad primordial de exhibir las excepcionales cualidades del bailar¨ªn ruso-americano Igor Youskevitch; el eje de la obra es sin duda el virtuosismo del bailar¨ªn.

En 1987 la compa?¨ªa nacional contaba con el prestigiado argentino Julio Boca, pero en su ausencia no hay en el Ballet del Teatro L¨ªrico Nacional bailarines que hayan sabido asumir este papel.

Arantxa Arg¨¹elles, que tiene la curiosa facultad de ponerse autom¨¢ticamente a la altura (o bajura) de su compa?ero, bail¨® en esta ocasi¨®n por debajo de su capacidad y todo esto hizo que el esfuerzo del cuerpo de baile en esta obra corta pero grandiosa y dif¨ªcil quedara un poco ensombrecido.