Informaci¨®n y propaganda
DE AQUELLOS polvos, estos Iodos. El Gobierno ha venido haciendo o¨ªdos sordos a las quejas de la oposici¨®n y a las denuncias de los medios de comunicaci¨®n sobre el sectarismo de la televisi¨®n p¨²blica, y ahora se encuentra con una grave amenaza de deslegitimaci¨®n del proceso electoral por parte de partidos que representan a una gran parte del electorado. El asunto es bastante serio, sin que la rid¨ªcula propuesta presentada por esas formaciones pol¨ªticas pueda ser utilizada para desviar la atenci¨®n respecto a la cuesti¨®n de fondo: la utilizaci¨®n de la televisi¨®n p¨²blica por el partido del Gobierno. Quede claro que la pretensi¨®n de la oposici¨®n de atribuirse un derecho de veto sobre las informaciones electorales, o de nombrar a los realizadores que intervengan en estos espacios, o de fijar los minutos que corresponder¨¢n a cada formaci¨®n, constituyen otros tantos homenajes a aquello que dicen combatir. Lo que desean no es evitar la manipulaci¨®n en un servicio p¨²blico, sino extenderla a mansalva, sin otro criterio que sus respectivos intereses.Semejante disparate no debe servir, sin embargo, para ignorar la situaci¨®n actual. Para explicar el comportamiento del Gobierno no hace falta tampoco recurrir a estrafalarias teor¨ªas conspirativas, como la de ese Departamento de Manipulaci¨®n de Im¨¢genes que dirigir¨ªa el doctor Guerra. Al contrario, tales teor¨ªas s¨®lo sirven para restar credibilidad a las quejas de la oposici¨®n. De otro lado, la idea seg¨²n la cual el Gobierno tendr¨ªa derecho a compensar el sesgo antigubernamental de buena parte de los medios privados de comunicaci¨®n, abusando a su vez de los medios p¨²blicos, es tan frecuente en labios socialistas como incompatible con el car¨¢cter de servicio p¨²blico de Televisi¨®n Espa?ola, corporaci¨®n regulada por un estatuto que exige expresamente su imparcialidad.
El propagandismo gubernamental de Televisi¨®n Espa?ola tiende a hacerse especialmente notorio en per¨ªodos electorales. Pero los intentos de regulaci¨®n han fracasado sistem¨¢ticamente. De entrada, el criterio de distribuir los tiempos de presencia en pantalla en funci¨®n de la representatividad parlamentaria obtenida en las elecciones anteriores es bastante discutible. Significa dar por supuesto que todo Va a seguir m¨¢s o menos igual, lo que a veces desmiente la realidad: en 1982, la UCD fue el partido que cont¨® con mayor presencia y luego obtuvo el 7% de los votos.
La organizaci¨®n de debates y mesas redondas entre las diferentes formaciones tiende a compensar es a desigualdad de partida sin caer en el absurdo de que las decenas de siglas concurrentes cuenten con la misma cuota de pantalla. La responsabilidad de tales debates corresponde a la propia Televisi¨®n, que deber¨¢ articularlos con arreglo a criterios profesionales. Solana abri¨® paso al confusionismo actual al intentar rehuir esa responsabilidad pidiendo que fueran los partidos quienes presentasen propuestas.
A su vez, la respuesta de Alfonso Guerra, su r¨¢pida reacci¨®n d¨¢ndose por aludido, equivale casi a un reconocimiento de culpabilidad. Por una parte, deduce, del acuerdo firmado el jueves, la existencia de un pacto pol¨ªtico "entre la derecha y los comunistas", y pide al electorado que obre en consecuencia; y, por otra, se saca de la manga el invento de que para que se produzca un debate en el que participe el presidente del Gobierno, los firmantes deber¨¢n designar un candidato a la Moncloa. Tales trucos desacreditan a quien recurre a ellos.
Porque, por lo dem¨¢s, la discusi¨®n sobre si en Televisi¨®n Espa?ola hay o no manipulaci¨®n sectaria de las informaciones es, a estas alturas, una broma: en el telediario citado apareci¨® fugazmente Arzalluz, que hab¨ªa presentado el programa del PNV. De su intervenci¨®n s¨®lo se escuch¨® una frase. Precisamente aquella en la que hablaba de la probabilidad de que el PSOE obtenga la mayor¨ªa absoluta. No hace falta un equipo de siniestros personajes ordenando a cada redactor lo que tiene que hacer en cada momento para que la inercia oficialista instalada en esa casa produzca habitualmente ese tipo de resultados. La oposici¨®n tiene motivos para quejarse. Pero lo lamentable es que lo ¨²nico que se le ocurra sea proponer como soluci¨®n compartir con el PSOE el derecho a controlar la informaci¨®n en Televisi¨®n Espa?ola.
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