'Autokritika'
LA PASTORAL de los obispos vascos ante las elecciones de] d¨ªa 29 tiene algo de sutil autocr¨ªtica. Esa palabra ocupa desde hace un par de a?os un lugar estelar en la pol¨ªtica vasca. Fue Xabier Arzalluz quien la introdujo, si bien de manera impl¨ªcita, al proclamar en un c¨¦lebre discurso -pronunciado en el mismo escenario en que Unamuno invitara a sus paisanos, ocho d¨¦cadas antes, a bajarse de la mula del vizca¨ªno del Quijote- que era injusta la, identificaci¨®n entre los conceptos de ciudadano vasco y nacionalista vasco. Proclamaci¨®n oportuna, porque lo dicho no era ninguna evidencia para su auditorio: uno de sus predecesores en la presidencia del nacionalismo vizca¨ªno hab¨ªa escrito a comienzos de los ochenta lo siguiente: "Naturalmente, cuando digo vasco quiero significar nacionalista vasco, del mismo modo que cuando digo polaco estoy diciendo patriota polaco". La autocr¨ªtica de Arzalluz fue el punto de partida de la perestroika que est¨¢ renovando al PNV -y a todo el nacionalismo vasco democr¨¢tico- en los ¨²ltimos tiempos, y algunos de cuyos hitos han sido la estabilizaci¨®n de un Gobierno de coalici¨®n en Vitoria, el pacto de Ajuria Enea -contra la violencia y el reconocimiento retrospectivo de la Constituci¨®n por Euskadiko Ezkerra.En su conjunto, esa perestroika significa un esfuerzo por recuperar la tradici¨®n reformista que interrumpi¨®, primero, la dictadura de Primo de Rivera, y m¨¢s tarde, el levantamiento franquista. Y esa tradici¨®n resulta incompatible con cualquier ambig¨¹edad respecto al nacionalismo antidemocr¨¢tico de ETA y Herri Batasuna. La diferencia no reside ¨²nicamente en los medios, como fingi¨® creer el PNV durante a?os, sino en los fines mismos: nacionalistas dem¨®cratas y no dem¨®cratas persiguen cosas diferentes.
Desde la aprobaci¨®n, ahora hace 10 a?os, del Estatuto de Gernika, los pronunciamientos de los obispos vascos han estado marcados por su voluntad de no separarse de lo que consideraban consenso establecido en el seno de la comunidad nacionalista. Ese consenso comprend¨ªa, desde luego, el rechazo de los m¨¦todos violentos empleados por los terroristas. Sin embargo, y en sinton¨ªa con la que hasta hace poco fue posici¨®n dominante entre los nacionalistas, ese rechazo iba casi siempre acompa?ado de consideraciones que suger¨ªan una simetr¨ªa en la condena, incluyendo, vinieran o no a cuento, referencias a la violencia institucional, los derechos inalienables de los pueblos, etc¨¦tera. Como si hoy fuera posible imaginar alguna causa pol¨ªtica capaz de justificar los cr¨ªmenes de ETA. En general, esos pronunciamientos daban por supuesto un conjunto de valores, incluso de t¨®picos, que, si bien forman parte de la ideolog¨ªa del nacionalista medio, distan de ser incuestionables para cualquier ciudadano, creyente o no. La relativa ambig¨¹edad de los prelados, reflejo de la que afectaba a buena parte de la sociedad vasca, se manifestaba, sobre todo, en el cuidado por no molestar a quienes se identificaban con el radicalismo violento. Con lo que era a las v¨ªctimas a quienes ofend¨ªan: dif¨ªcilmente podr¨ªan entender ¨¦stas que la condena de los asesinatos de ETA pudiera estar condicionada o matizada por cualquier tipo de consideraci¨®n pol¨ªtica.
Los obispos vascos no han amparado el terrorismo, como ha venido pregonando la derecha ex franquista, pero se han resistido durante a?os a ir un mil¨ªmetro m¨¢s all¨¢ del tipo de condena que estaba dispuesto a avanzar el nacionalista medio. Les ha faltado coraje moral para ello. Lo que han dicho ahora lo dijo hace menos de un mes el lehendakari Ardanza: "La gente que vota a HB est¨¢ manteniendo y potenciando los asesinatos de ETA". Ello era una evidencia antes incluso de que los propios portavoces del radicalismo abertzale pregonaran desafiantes que "votar HB es votar ETA". Pero es lo cierto que hasta hace poco hac¨ªa falta cierto valor para atreverse a proclamarlo desde las filas del nacionalismo. El que los obispos hayan reparado ahora en ciertos "valores que es preciso promover", y que deduzcan de ello que "ap9yar con el voto a los que juegan con la muerte y acaban matando" no es compatible con "la conciencia moral y menos a¨²n con la conciencia cristiana", significa que tambi¨¦n ellos se han atrevido a dar un paso al frente, a despecho de lo que puedan pensar y decir los profetas armados y sus edecanes. Pero constituye, sobre todo, un s¨ªntoma muy significativo de los cambios que se est¨¢n produciendo en la sociedad vasca.
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