Campa?a
Una vez m¨¢s me encuentro al inicio de la campa?a electoral conduciendo al volante de mi propio cl¨ªtoris y sin s¨ªntomas evidentes de que la estepa er¨®tica que nuestros l¨ªderes hollar¨¢n a lo largo de los pr¨®ximos d¨ªas recoja no ya una lluvia dorada sino al menos una inseminaci¨®n de estar por casa.Si la paliza que el ciudadano va a recibir de forma inminente e inmisericorde promete ser de campeonato el vapuleo al que los periodistas que seguiremos a los candidatos en sus caravanas por la alegre ma?ana nos veremos sometidos es de poner los pelos de punta. Pocas cosas m¨¢s escalofriantes en el terreno informativo -y he visto unas cuantas- que ese pol¨ªtico carism¨¢tico que se desayuna en el autocar a horas impresentables mientras suelta necedades como pu?os y las miguitas del bollo se le caen solapas abajo. Adem¨¢s, hay que tomar notas en pleno traqueteo, el caf¨¦ se enfr¨ªa o se vuelca, o las dos cosas a la vez, y flota en el aire, por si fuera poco, una mezcla de perfumes y maquillajes de emergencia que las componentes femeninas de la expedici¨®n expanden por doquier en un intento, generalmente vano, de perder ese toque a lo pel¨ªcula de terror de Roger Corman que se apodera de los semblantes al tercer d¨ªa de gira.
En casos como ¨¦ste, pese a ser mujer de recursos, me encuentro desarmada, y ni siquiera se me ocurre un consejo con el que reconfortar al electorado, salvo, quiz¨¢, el de adoptar un talante resignado y adquirir, quien no lo tenga, un buen aparato de v¨ªdeo con el que ver antiguos filmes -aunque sean coloreados- en donde aparezcan buenos actores haciendo de secundarios, en lugar de mediocres segundones tratando de darse el pegote de protagonistas. Al fin y al cabo, votar, que es lo que importa, lo vamos a hacer igual, y cada cual sabe a qui¨¦n, o deber¨ªa saberlo, digan lo que digan ellos.
Es m¨¢s, creo que votaremos m¨¢s y mejor si no les escuchamos.
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