El hecho religioso en Espana
La presencia de la religi¨®n en la vida social espa?ola desde la inmediata posguerra hasta la actualidad ha sido sumamente cambiante. Los primeros tiempos lo fueron de vigencia pol¨ªtica: hab¨ªa que ser cat¨®lico, y si no, se era rojo; Espa?a entera era oficialmente cat¨®lica. A partir de los a?os cincuenta, con las Conversaciones Cat¨®licas Internacionales de San Sebasti¨¢n, el catolicismo intelectual comenz¨® a distanciarse p¨²blicamente del franquismo y a independizarse de la intransigencia vaticanista. (Recu¨¦rdese que la enc¨ªclica Humani generis conden¨® por entonces la llamada th¨¦ologie nouvelle.) De las conversaciones de San Sebasti¨¢n nacieron las de Gredos, que desde el principio se constituyeron, con respecto al catolicismo oficial, como un refugio de religiosidad intimista y lit¨²rgico-cultural que no osaba oponerse a aqu¨¦l, sino que se contentaba con cultivar su propio huerto en una ladera soleada de la sierra de Gredos. Y entre tanto, la HOAC, la JOC, la influencia cristiana sobre las nacientes Comisiones Obreras, la JEC, estaban operando ya en el solar espa?ol.Los a?os sesenta fueron los del Concilio Vaticano II, y en Espa?a, del di¨¢logo cristianomarxista, la cuasi hegemon¨ªa en la oposici¨®n cultural del partido comunista y sus simpatizantes, y la extraterritorialidad -en Toulouse- del partido socialista, que en la universidad de Madrid apenas estaba representado por el muy poco socialista Miguel Boyer y el muy aut¨¦nticamente socialista mi por entonces alumno Luis G¨®mez Llorente. El cristianismo de izquierda, el FLP y despu¨¦s los Cristianos por el Socialismo, junto con la creencia marxista del, si se me permite la expresi¨®n, para¨ªso prometido por una escatolog¨ªa intramundana, fueron los representantes de lo que entonces era la fe.
Con la muerte del general Franco, y luego la transici¨®n, se inici¨® una ¨¦poca nueva. Se fund¨® por entonces el Instituto de Fe y Secularidad, y en el a?o 1978, nacidas de ¨¦l, comenzaron las reuniones del Foro del Hecho Religioso, que desde aquella fecha se han sucedido anualmente sin interrupci¨®n, y de las cuales, desde hace tiempo, soy su cronista en estas p¨¢ginas.
Tambi¨¦n el Foro ha cambiado. En un principio reun¨ªa, junto a los que han permanecido, por un lado, a los que en su tiempo denomin¨¦ "te¨®logos de UCD", y por el otro, a muchos no cristianos, no dir¨¦ que increyentes porque confiaban en la utop¨ªa marxista. Los del primer extremo se alejaron porque percibieron pronto que las directrices vaticanistas no habr¨ªan ya de ser las conciliares, sino las de la despu¨¦s llamada Iglesia de la Restauraci¨®n. Y los del segundo extremo casi desaparecieron, no solamente del Foro, sino de Espa?a, sustituidos por el PSOE, que, sin exageraci¨®n apenas, puede afirmarse que hasta despu¨¦s de la muerte de Franco no hizo su aparici¨®n p¨²blica dentro del pa¨ªs.
La Iglesia institucional, desde el concilio hasta Juan Pablo II, cambi¨®. Espa?a, tambi¨¦n, disuelta su izquierda pol¨ªtico-cultural por la atracci¨®n del PSOE. Y el Foro, bajo la influencia de aquellos cambios, tambi¨¦n cambi¨®. Pero hasta el presente a?o, hasta hace unos d¨ªas, y siempre bajo la l¨²cida inspiraci¨®n de Jos¨¦ G. Caffarena, no se hab¨ªa propuesto, como expl¨ªcito tema de di¨¢logo, la reflexi¨®n sobre s¨ª mismo a lo largo de estos 12 a?os, y sobre la presente situaci¨®n de la religi¨®n en tanto que hecho pol¨ªtico y social.
Ocho han sido las miniponencias, cuatro sobre La actualidad sociopol¨ªtica y religiosa, a cargo de Manuel Azc¨¢rate, Antonio Marzal, Jos¨¦ Ignacio Gonz¨¢lez Faus y Rafael Aguirre, y otras cuatro, a cargo de Jes¨²s Mar¨ªa Alemany, Pedro Cerezo, Joan Estruch e Ignacio Sotelo, sobre lo que puede y debe ser, en tal contexto, este Foro, esta reuni¨®n de amigos, creyentes o no (pero ?qui¨¦n es, del todo, lo uno o lo otro?), a quienes une la importancia positiva que todos ellos dan, o damos, al hecho religioso. ?Eclesiola la nuestra, como en el transcurso del di¨¢logo se la denomin¨®? En tanto que asamblea, s¨ª, ciertamente. Rotundamente no como iglesia de base, pues su objeto es la reflexi¨®n y el di¨¢logo, no el culto, la praxis religiosa m¨¢s o menos inconf¨®rmista.
?Cu¨¢l es la actual relevancia p¨²blica del hecho religioso y cu¨¢l su real importancia social? ?stas son las dos cuestiones que centralmente se trataron en los coloquios, a partir de las ponencias.
Tras el Estado cat¨®lico de la ¨¦poca franquista, la reacci¨®n hist¨®rica normal, por encima del vano intento de una democracia cristiana, era, fue la laicidad. Pero la laicidad puede entenderse de dos maneras. Por una parte es la caracter¨ªstica propia del Estado no-confesional, perfectamente conciliable con una religiosidad y una cultura religiosa seculares. Mas por la otra, la laicidad, mucho m¨¢s sutil que el viejo laicismo anticlerical (que todav¨ªa perdura, por supuesto, entre nosotros), es un realismo pol¨ªtico aparentemente indiferente, en la realidad maquiav¨¦licamente subordinador de la religi¨®n a la pol¨ªtica, y semimaquiav¨¦licamente su utilizador, reduci¨¦ndola a un tema de mitopo¨¦tica antropolog¨ªa sociocultural. (Festejos de Semana Santa y procesi¨®n del Roc¨ªo a la Blanca Paloma, puestos al nivel, o casi, de las corridas de toros y el cante y baile flamencos.)
En suma, ni la Iglesia de la Restauraci¨®n ni el actual Estado est¨¢n abiertos al di¨¢logo. La Iglesia porque establece, muy dogm¨¢ticamente, "los l¨ªmites del di¨¢logo". El Estado porque no reconoce relevancia p¨²blica a la religi¨®n, sino que la considera, simplemente, como una forma t¨ªpica de comportamiento social.
Y eso es un gran error. Se vive hoy, lo he dicho muchas veces, un nuevo reencantamiento del mundo, una creencia, o m¨¢s bien pluralidad de creencias, una vivencia religiosa del mito (empleo la palabra en sentido positivo) de Jes¨²s, unos supuestos religiosos, cada vez m¨¢s poni¨¦ndose de manifiesto, del ecologismo, un parad¨®jico sentido positivo del sentido de la Nada, una continuada influencia de las religiones orientales, la religi¨®n, cuando menos, como envoltura m¨¢s o menos m¨ªtica (ahora s¨ª empleo la palabra en su acepci¨®n vulgar) de la moral, la imaginaci¨®n y el anhelo de otra vida mejor...
En fin, la persistencia -incluso remozada- del hecho religioso y su coexistencia con una lalcidad no necesariamente irreligiosa. Y ¨¦ste ser¨¢, justamente, el tema del Foro del a?o 1990.
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