Los sue?os de un seductor
Ni siquiera en casa, es decir en Vic, Roca olvida una soterrada vocaci¨®n de Estado. Lleva a Mir¨® i Ard¨¦vol como vaselina de un discurso positivo, dificil de penetrar en sectores fieles a la constante pedagogia del lamento impartida por Pujol. Ahora Roca s¨®lo puede crecer con votos de la Catalu?a menos catalana. Por eso casi nunca habla de "nacionalismo" y substituye el t¨¦rmino por "catalanismo pol¨ªtico". Sus m¨ªtines ya no acaban con el canto de "Els Segadors", sino con su canci¨®n electoral y los gritos de "For?a Roca", calcados del "For?a Bar?a" que se escucha en el Nou Camp. Se trata de integrar al m¨¢ximo. ?Y acaso hay algo m¨¢s integrador en una cierta Catalu?a que el amor al f¨²tbol y el desamor a Hacienda?Para este profesional de la pol¨ªtica estas elecciones son algo personal. Por una parte est¨¢ la lucha pol¨ªtica contra su antiguo companero de despacho y amigo de juventud Narc¨ªs Serra. Pero por la otra hay otra confrontaci¨®n latente: la que se deriva del tir¨®n popular que Roca est¨¢ demostrando por s¨ª mismo sin necesidad de la presencia de Pujol. El joven Roca, que en 1976 tom¨® la palabra en la primera Diada tolerada, ha ido madurando sin llegar a ocupar ning¨²n centro de decisi¨®n administrativa. Roca se nos hace mayor y todav¨ªa no es nada. Cuando Pujol le nombra secretario general de Convergenc¨ªa lo es "por delegaci¨®n". Y cuando asume la Operaci¨®n Reformista, la soledad tras la derrota s¨®lo merece una vuelta al redil para las primeras curas y lanzarse de nuevo a la arena.
Ahora Roca controla el partido. Y encima est¨¢ saboreando las mieles de la popularidad a pesar de los argumentos dispares de su jefe natural. Mientras Pujol dice que los socialistas son innobles, Roca ofrece contribuir a la gobernabilidad del pa¨ªs si el PSOE les necesita. Este desencuentro de sensibilidades tiene m¨¢s que ver con la psicolog¨ªa que con la ideolog¨ªa. Probablemente son dos hombres y un destino. Pero Pujol lleg¨® antes y posee la f¨®rmula de su peque?o ¨¦xito. Roca tambi¨¦n la tiene, pero para aplicarla deber¨ªa independizarse. Y el nacionalismo conservador no est¨¢ tan enfermo como para necesitar dos farmacias de guardia tan iguales en su clientela y tan distintas en sus potingues.
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