Un oasis en medio de la guerra de Eritrea
La poblaci¨®n de Asmara recuerda con nostalgia cualquier tiempo pasado
La guerra est¨¢ en su tercera d¨¦cada, las comunicaciones con Addis Abeba est¨¢n cortadas, hay soldados por todas partes y la hambruna amenaza de nuevo en derredor. Pero las calles est¨¢n limp¨ªsimas y las tiendas rebosan joyer¨ªa y calzado occidental. El agua est¨¢ racionada, pero las fuentes siguen manando, y el Ayuntamiento de Asmara proyecta levantar un restaurante de lujo en un alto con vistas a la catedral El recuerdo de los d¨®lares que fluyeron anta?o y el de un emperador ben¨¦volo dibujan el cuadro de pasadas glorias nacionales.
El desprecio hacia los sovi¨¦ticos, junto con las mil restricciones de la vida diaria, se resumen en una creciente p¨¦rdida le apoyo para el presidente Mengistu Haile Mariam y su precario poder. La triada de Warx, Lenin y Engels aparece frecuentemente en cualquier esquina enmarcada en carteles que proclaman un futuro mejor, mando a los 15 a?os de la revoluci¨®n poco puede verse de todo ello en el presente.La poblaci¨®n culpa al r¨¦gimen marxista de Addis Abeba le haber tra¨ªdo a los poco amenos sovi¨¦ticos, por importar tropas forasteras de lengua amh¨¢ica, por arruinar la econom¨ªa, por arrestar a los paseantes con el m¨¢s m¨ªnimo pretexto. Incluso el alcalde de Asmara, Awfork Behane, se llena la boca ?ablando del pasado. De cuanto los norteamericanos se hallaban en la base de Kagnew, en Eritrea; de todo el sistema de telecomunicaciones que ten¨ªan instalado en el pa¨ªs; de su estaci¨®n de radio; de su emisora de televisi¨®n. Al quedar la base la base desfasada por el avance de las comunicaciones por sat¨¦lite y por el cambio de r¨¦gimen en Addis Abeba, EE UU se retir¨® de Kagnew en 1974, poco despu¨¦s del golpe que depuso a Haile Selassie.
Pero el pueblo eritreo habla, adem¨¢s de recordar. "Nadie apoya al Gobierno, nadie", grita un ciudadano local. El racionamiento, las colas, la s¨²plica ante las oficinas de la Administraci¨®n, todo es molesto para el pueblo de Asmara. La econom¨ªa en harapos convierte la presencia de los soldados sovi¨¦ticos en un engorro a?adido.
Nadie ignora c¨®mo ponerse en contacto con la guerrilla secesionista, y la mayor¨ªa d elos eritreos la apoya, seg¨²n la voz de la calle . De igual forma, muchos se alegraron del intento de golpe de Estado el pasado mayo. Las autoridades locales dan una versi¨®n muy diferente. Isaac Tsegay, vicejefe de la administraci¨®n civil de Eritrea, profesor de historia, ataviado con un traje mao color azul, responde a nuestra pregunta de c¨®mo reaccion¨® Asmara ante el fracaso de la intentona militar. "Ha fortalecido al r¨¦gimen".
Las declaraciones oficiales reiteran la necesidad de sacrificarse para la construcci¨®n del socialismo. Contrariamente, las tradiciones religiosas anteriores a la colonizaci¨®n italiana retienen todo su vigor. La religi¨®n hist¨®rica de Etiop¨ªa desborda cada d¨ªa m¨¢s a la esfera de lo p¨²blico. En Asmara, la ret¨®rica del r¨¦gimen parece m¨¢s irrelevante que enojosa. Una boda en la iglesia llena todo un amplio espacio urbano en forma de plaza; los contrayentes, tocados con regias capas azules con reborde dorado y coronas de fieltro, atraen la atenci¨®n de todos los presentes. Siete damas de honor vestidas de blanco escuchan a un coro de tres flautistas. Uno de los pocos asesores sovi¨¦ticos que a¨²n quedan en Asmara pasa en ese momento por all¨ª en una camioneta verde campa?a. No aparta la vista del frente mientras su conductor et¨ªope acelera al cruzarse con la multitud que abarrota la ceremonia.
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