Victona
La noche del domingo al lunes la pas¨¦ en vilo, con los rulos puestos, armada con el rizador de pesta?as para el caso de que tuviera que defender mi honra y mi hacienda, tratando de decidirme entre esconder el col¨¢geno bajo tierra o simplemente trag¨¢rmelo. Ahora que estoy preparada para la vida moderna van a perder los del PSOE su mayor¨ªa absoluta, me desesperaba. Tantos a?os desenganch¨¢ndome de la decoraci¨®n con macram¨¦ y madera de pino para esto, dec¨ªa yo en mi desasosiego.Transformada, por obra y gracia de la rehabilitaci¨®n intensiva, en una amante de la ¨®pera. Redimida de mi vulgaridad indumentaria por una serie de desfiles consecutivos en la Pasarela Cibeles. Entrenada en el coleccionismo de ponchos andinos rayados a coca e indios con boca de plato, para honrar a mi manera el V Centenario. Reconvertida, en fin, a base de esfuerzo y tes¨®n, en una euroespa?ola ejemplar... Y todo ello se ven¨ªa abajo de la noche a la ma?ana por la bagatela de un esca?o movedizo.
Cre¨ª que no podr¨ªa soportarlo. Lleg¨® un momento en que la tensi¨®n era tal que estuve a punto de colgarme de un ficus, mientras contemplaba, con los ojos llenos de agua, la foto del presidente subido en una peana en su ¨²ltimo mitin multitudinario. Pero precisamente la contemplaci¨®n de este hombre ejemplar que no duda en enfrentarse con todos los peligros en solitario, sin que nadie le eche una manita, me dio valor para continuar. Me aterraba, sin embargo, que el Gobierno, perdida la mayor¨ªa absoluta, no pudiera seguir editando esos folletos tan hermosos en papel satinado que cuentan lo bonita que es Espa?a y que, adem¨¢s, crean tantos puestos de trabajo en las imprentas.
Estaba hecha unos flecos cuando, de madrugada, los catalanes, que de las piedras hacen panes, acudieron con su esca?o galopando al vent como el S¨¦ptimo de Caballer¨ªa. Hosti, t¨².
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