M¨¦xico y el humanismo cl¨¢sico
No sin raz¨®n se habla (Federico de On¨ªs, Juan Marichal ... ) de un segundo siglo de oro de las letras castellanas, referido en el orden del tiempo a los a?os comprendidos, por fijar fechas significativas, entre 1896, en que se publica Prosas profanas, de Rub¨¦n Dar¨ªo, y 1939, a?o del fallecimiento de Antonio Machado en su breve y dram¨¢tico exilio en FranciaEn ese medio siglo se encuentran en su tiempo final la generaci¨®n de 1868, encabezada por Gald¨®s, los precursores del modernismo (Jos¨¦ Asunci¨®n Silva, Mart¨ª, D¨ªaz Mir¨®n, Manuel Reina), el gran momento del modernismo y de la generaci¨®n espa?ola del 98, y el triunfo inmediato de la generaci¨®n del centenario de G¨®ngora, dram¨¢ticamente rota por la tragedia de la guerra espa?ola.
A lo largo de todo ese segundo siglo de oro, Alfonso Reyes escribe con la honda fuente del humanismo cl¨¢sico, redivivo y nuevo, su espl¨¦ndida obra de ensayista y poeta, fil¨®logo y fil¨®sofo de las Letras, historiador literario de Am¨¦rica y de Espa?a y revitalizador singular del humanismo cl¨¢sico grecolatino.
Sus primeros pasos po¨¦ticos no sin cierto matiz virgiliano, recogen la inspiraci¨®n de la tierra materna con sencillo y delicado sentimiento de la naturaleza. Su horizonte creador se ampl¨ªa con el m¨¦todo de los humanistas del Renacimiento.
Mis recuerdos personales se remontan hacia finales del segundo decenio de este siglo, cuando leo el primer volumen de la colecci¨®n Universal de Calpe, con el Cantar de M¨ªo Cid, texto original y versi¨®n en prosa castellana actual por Alfonso Reyes.
Fue uno de sus muchos trabajos en los 10 a?os que vivi¨® en Madrid (1914-1924). Alfonso Reyes, con su amigo de mocedad Pedro Henr¨ªquez Ure?a, trabaja en el Centro de Estudios Hist¨®ricos que dirig¨ªa Ram¨®n Men¨¦ndez Pidal, quien a?os atr¨¢s hab¨ªa publicado su famosa edici¨®n del Cantar de M¨ªo Cid, no sin haber hecho en su viaje de novios con su ilustre esposa la ruta del Cid desde Vivar hasta Valencia.
Hallazgos
Muy amplia y variada la producci¨®n literaria de Reyes en Madrid, la contin¨²a sin descanso en Par¨ªs en R¨ªo de Janeiro y en M¨¦xico. Su horizonte intelectual se ampl¨ªa, y sus libros y pr¨®logos enriquecen la historia y la cr¨ªtica de las letras castellanas. Como ha puesto de relieve el acad¨¦mico Gregorio Salvador en su intervenci¨®n en el Ateneo de Madrid en reciente conmemoraci¨®n centenaria, anticipa con genial intuici¨®n muy recientes hallazgos de la filolog¨ªa contempor¨¢nea.
Aquel inolvidable Centro de Estudios Hist¨®ricos, de Men¨¦ndez Pidal, tuvo respuesta inesperada y memorable con la Casa de Espa?a en M¨¦xico, fundada -me parece- en julio de 1937 en la capital mexicana por acuerdo del presidente L¨¢zaro C¨¢rdenas, con la eficaz ayuda de Daniel. Coss¨ªo Villegas, bajo la presidencia de Alfonso Reyes. Era un noble hogar para seguir en la tarea intelectual preclaros espa?oles abrumados por la tragedia de nuestra guerra. Invitan a personalidades como Jos¨¦ Ortega y su disc¨ªpulo Gaos y el pintor y cr¨ªtico de arte Jos¨¦ Moreno Villa y no pocos m¨¢s. All¨ª siguieron su tarea algunos espa?oles acogidos a la hospitalidad mexicana. No tardan en publicar valiosos libros (Moreno Villa, estudioso de Vel¨¢zquez, escribe un delicioso ensayo hist¨®rico sobre bufones y enanos en la corte de los Austrias, la mejor glosa de Las Meninas que pueda leerse).
Al terminar nuestra guerra, y con la presidencia de Reyes, La Casa de Espa?a se convierte en el Colegio de M¨¦xico, instituci¨®n hoy de las primeras en los estudios de lo que debemos llamar Humanidades, sean cl¨¢sicas o modernas, y que se ve rodeada de instituciones p¨²blicas o privadas del prestigio de la universidad Nacional Aut¨®noma y del Fondo de Cultura Econ¨®mica.
Visit¨¦ a Alfonso Reyes en el Colegio de M¨¦xico en noviembre de 1945, con ocasi¨®n de la reuni¨®n de las Cortes de la Rep¨²blica Espa?ola en el exilio.
Y advert¨ª en seguida -me dedic¨® alguno de sus m¨¢s recientes libros- la gran trayectoria mexicana que ¨¦l enriquec¨ªa y elevaba al m¨¢s alto grado: la del humanismo cl¨¢sico, que se inicia por los a?os de 1550 en la universidad de M¨¦xico, primera del continente, fundada por entonces, meses antes que la de San Marcos, de Lima.
Tradici¨®n
En ella el toledano Francisco Cervantes de Salazar ense?¨® Gram¨¢tica y Ret¨®rica latinas, con Luis Vives por modelo, y cuyos Di¨¢logos ampl¨ªa con preciosas estampas de la vida urbana de aquella gran ciudad. Tradici¨®n que contin¨²a en uno y otro hemisferio Juan Ruiz de Alarc¨®n, el m¨¢s clasicista de nuestros grandes dramaturgos del Siglo de Oro, m¨¢s amigo quiz¨¢ del Arte po¨¦tica, de Horacio, que del nuevo y desenfadado Arte nuevo, de Lope de Vega, tradici¨®n que sigue con sor Juana In¨¦s de la Cruz, que cierra el Siglo de Oro y que es estudiada con prodigiosa erudici¨®n en el siglo XIX por Joaqu¨ªn Garc¨ªa Icazbalceta, admirador y estudioso del humanista cristiano fray Juan de Zum¨¢rraga, primer obispo de M¨¦xico, lector de Tom¨¢s Moro y amigo de Vasco de Quiroga, que convirti¨® en realidad el socialismo ut¨®pico del gran humanista ingl¨¦s, y enriquecido y proyectado para el mejor porvenir de nuestras letras por el singular y admirable Alfonso Reyes, figura clave del segundo siglo de oro de las letras castellanas.J
Jos¨¦ Prates presidente del Ateneo de Madrid.
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