Saber perder (y saber ganar)
Ya dec¨ªa Descartes que el buen sentido es la cosa mejor distribuida del mundo, habida cuenta de que cada cual piensa estar tan bien provisto de ¨¦l que nadie suele desear m¨¢s del que tiene. L¨ªbreme pues el diablo de suponer que ese buen sentido, al que Ortega llamar¨ªa pura y llanamente el sentido com¨²n, anida en m¨ª m¨¢s que en los otros, ni que sea yo m¨¢s juicioso o mejor int¨¦rprete de la realidad que la pl¨¦yade de comentaristas, l¨ªderes, analistas pol¨ªticos y contertulios de toda laya que han opinado en los ¨²ltimos d¨ªas sobre las elecciones generales. El aluvi¨®n de dict¨¢menes que han volcado sobre la cabeza de los espa?oles es un regimiento, por m¨¢s que esto ¨²ltimo no sea cosa demasiado dif¨ªcil. El caso es que si uno re pasa la Prensa de los ¨²ltimos siete d¨ªas no sale de su asombro. Las elecciones son el gran triunfo de Aznar y de Izquierda Unida, el descalabro absoluto de Su¨¢rez, el crescendo de los nacionalismos y una victoria p¨ªrrica y dram¨¢tica del Gobierno, que tendr¨¢ que dar el giro social, hacer las cosas de otra manera y aprender la lecci¨®n que: ha recibido en las urnas. De modo que no me extra?a en absoluto que incluso ayer un peri¨®dico de Madrid publicara los resultados de una encuesta seg¨²n la cual son m¨¢s los espa?oles que piensan que los socialistas han perdido las elecciones que los que suponen que las han ganado.Ante semejantes interpretaciones no tendr¨¦ otro remedio que someterme a una cura de clarividencia, pues a m¨ª me parece que las elecciones del pasado domingo suponen, grosso modo, la inamovilidad del mapa pol¨ªtico; es decir, la consagraci¨®n del proceso normalizador que el PSOE ha presidido en este pa¨ªs desde hace siete a?os. Empezando por el propio PSOE, es bastante absurdo regatear el reconocimiento de que ha obtenido un memorable triunfo, al apuntarse por tercera vez, y a pesar de regir un sistema electoral proporcional, la mayor¨ªa absoluta. Mucho m¨¢s a¨²n si se tiene en cuenta que pr¨¢cticamente la campa?a de toda la oposici¨®n ha estado destinada a arrebat¨¢rsela y a obligarle a gobernar en coalici¨®n o en minor¨ªa. Ya es lamentable la actitud de unos partidos que dicen presentarse como alternativa pero salen a la liza electoral no a ganar ellos, ni tampoco a evitar que lo haga el favorito, sino ¨²nicamente a procurar que no sea por goleada.
Pero el hecho de que cuando ven frustradas sus aspiraciones se limiten a dar la espalda a la realidad es la mejor explicaci¨®n de por qu¨¦ no logran articular esa alternativa que demandan. En la madrugada del lunes 30 yo habr¨ªa esperado una felicitaci¨®n de los l¨ªderes de la oposici¨®n al del partido del Gobierno por la victoria en los comicios y una oferta de colaboraci¨®n leal en el Parlamento a la gobernaci¨®n del pa¨ªs. Es una costumbre com¨²n en las democracias como en los torneos de tenis. Escuch¨¦, en cambio, ¨²nicamente descalificaciones, acusaciones de pucherazo -me temo que absolutamente gratuitas- y desv¨ªos on¨ªricos sobre lo sucedido. Y me preguntaba yo c¨®mo vamos a pedir a los socialistas que sepan administrar la victoria sin arrogancias ni prepotencias cuando los dem¨¢s son incapaces de hacerlo con la derrota. Y qu¨¦ posible esperanza tenemos de que el PSOE sepa ganar cuando aqu¨ª todos se han mostrado tan malos perdedores.
Naturalmente, ese triunfo socialista debe ser matizado, sobre todo, por el ascenso notable -pero s¨®lo relativamente espectacular- de Izquierda Unida. Los esfuerzos de Felipe Gonz¨¢lez por identificar a esta coalici¨®n exclusivamente con el partido comunista y alejar as¨ª de ellos a un sector del electorado pueden ahora sugerir el espejismo de que efectivamente es el voto comunista, y s¨®lo ¨¦l, lo que ha generado esa subida. Cabe preguntarse, sin embargo, por la incidencia que el apoyo nada disimulado de los l¨ªderes de UGT hacia la coalici¨®n y la presencia de disidentes del socialismo en las tribunas de IU han tenido en el apoyo de una parte del electorado tradicional del PSOE a la candidatura de Anguita. ?ste ha hecho, sin duda, una buena campa?a, y con las ayudas descritas ha obtenido un resultado encomiable. Pero ni mejora ni iguala el que obtuvo Carrillo en las elecciones de 1979, ni permite suponer que en medio del desmoronamiento de los reg¨ªmenes socialistas Espa?a se vaya a convertir ahora en la reserva espiritual del marxismo. Por lo dem¨¢s, los sindicatos tienen derecho a preguntarse sobre su fuerza real, y los dem¨¢s, sobre el car¨¢cter general de la huelga de hace un a?o. Pues no cabe duda de que Izquierda Unida, representa con nitidez el volumen del aval que la ciudadan¨ªa presta a esas posiciones. Es de esperar entonces que, obtenido el grupo parlamentario, renuncie ahora a su recurrente tentaci¨®n de acudir a la calle en busca de los apoyos que no recibe en las Cortes.
No comprendo, por ¨²ltimo, las expresiones de j¨²bilo del Partido Popular, que obtiene un resultado sensiblemente igual -aunque suba un esca?o- al de las ¨²ltimas elecciones, despu¨¦s de haber hecho este: invierno una amplia operaci¨®n para captar al electorado democristiano. Ni participo de las, definiciones que se hacen de Aznar como de un gran l¨ªder, que son cuando menos prematuras y m¨¢s fruto del deseo de algunos que de la contemplaci¨®n de sus capacidades. No digo que no pueda llegar a serlo, aunque es evidente que le faltan muchas hierbas. Pienso m¨¢s bien que su habilidad mayor ha sido la de lograr que no se descomponga su electorado pese a la ausencia fantasmal de Fraga y la de superar en votos en Madrid al partido socialista -que es, para m¨ª, con lo sucedido en Barcelona, el verdadero y mayor de los descalabros marginales que el PSOE ha cosechado en esta votaci¨®n.
Yo hago, pues, un an¨¢lisis contable del resultado electoral sensiblemente distinto al que est¨¢ en boga. Creo que estamos ante una gran victoria del PSOE, y sobre todo de Felipe Gonz¨¢lez, y por eso me preocupa que el acoso de opini¨®n al que los sectores ideologizados de la Prensa y la pol¨ªtica est¨¢n ahora sometiendo al Gobierno lleve a ¨¦ste de nuevo a sumirse en el aislamiento y la arrogancia, creedor, una vez m¨¢s, de que la mayor¨ªa absoluta no significa s¨®lo el mayor n¨²mero de votos, sino tambi¨¦n la mayor cantidad de raz¨®n. Porque no van a tener m¨¢s dificultades los socialistas para gobernar que las que han tenido en el pasado, ni disfruta la oposici¨®n de m¨¢s esperanzas si las cosas no cambian verdaderamente en los pr¨®ximos a?os.
Son los socialistas ahora los que tienen que demostrar que los temores de muchos a la repetici¨®n de su mayor¨ªa absoluta, basados en la tendencia al abuso que ello comporta, eran infundados. Y es la oposici¨®n la que tiene que procurar que su incapacidad para vencer en una votaci¨®n en las Cortes no la lleve de nuevo a ganar la calle o las columnas de los peri¨®dicos a cualquier precio, incluso el de ese buen sentido al que antes me refer¨ªa. Si las minor¨ªas, un poco m¨¢s fortalecidas ahora, son capaces de reavivar el debate parlamentario y devolver a las Cortes alguna de sus te¨®ricas virtualidades como instituci¨®n, habremos avanzado un poco en eso. Pero si lo hacen apoy¨¢ndose en la descalificaci¨®n gratuita y en la proyecci¨®n de sus sinsabores, no es seguro que el deterioro al que hemos visto sometidas la fama y la vida de la clase pol¨ªtica no alcance al prestigio del r¨¦gimen.
Finalmente, creo que una reflexi¨®n honesta sobre el sistema de representaci¨®n en este pa¨ªs est¨¢ siendo m¨¢s que necesaria despu¨¦s de estos comicios. La existencia de Estas abiertas en el Senado no ha evitado la mayor¨ªa socialista en la C¨¢mara, pero s¨ª el que los dirigentes del partido pudieran decidir qui¨¦n iba a ser presidente de la misma incluso antes de que fuera elegido senador. La combinaci¨®n de las listas cerradas y bloqueadas con la provincia como circunscripci¨®n electoral, sumada a la normativa reglamentaria de las Cortes, han contribuido a desfigurar al m¨¢ximo el car¨¢cter independiente del poder legislativo. La ausencia de los disidentes de todos los partidos en las candidaturas ya nos hab¨ªa avisado sobre la consagraci¨®n de las baron¨ªas como forma aristocr¨¢tica de gobierno. Y es obvio que la ley d'Hont supone un serio correctivo al car¨¢cter proporcional de las elecciones. La maquinaria electoral debe ser, en definitiva, revisada y engrasada. Pero sus defectos no permiten el funambulismo de la interpretaci¨®n. Los espa?oles han decidido otorgar a los socialistas, para los cuatro a?os pr¨®ximos, un poder ampl¨ªsimo y una confianza abrumadora. Y s¨®lo desde el reconocimiento no timorato de este hecho pueden los dem¨¢s partidos instrumentar una estrategia que les permita en el futuro convertirse en verdadera alternativa de poder.
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