Valdano y el tiempo
`Buenas noches, buenas noches", dice el presentador, desopidiendo el programa. Acabada la grabaci¨®n, vuelve a casa, se ducha, se prepara una copa y se dispone a presenciar en su televisor el show que dirige y presenta, y que se emite dos horas despu¨¦s de su realizaci¨®n. En ese momento, y cuando ya aparecen en pantalla las primeras im¨¢genes, se abre la puerta del apartamento y suena un disparo. Alcanzado en el t¨®rax, el presentador, agonizante, trata de reconstruir, mientras las im¨¢genes se suceden, las circunstancias de la grabaci¨®nPasa revista a los personajes que ha entrevistado, las palabras que ha intercambiado con sus colaboradores, los gestos de las personas que van apareciendo en pantalla u otras que se encontraban en el plat¨®.
Intenta descubrir en las im¨¢genes alguna la pista que le permita ratificar a alguien que pueda tener motivos para matarle. Finalmente, cuando el programa est¨¢ a punto de finalizar, comprende qui¨¦n ha sido el autor del disparo, Desesperadamente, con el ¨²ltimo aliento de vida, trata de advertir a su propia imagen, que la en pantalla gesticula y dice "buenas noches, buenas noches", que no regrese a casa que alguien va a matarlo si lo hace.
Se trata de un terrible cuento de Donald Westlake, publicado hace a?os en el n¨²mero 2 de la revista Gimlet. La imposibilidad de volver atr¨¢s, de rectificar lo ya vivido, constituye la tragedia m¨¢s definitiva de la condici¨®n h¨²mana. ?Qui¨¦n no ha experimentado con angustia esa sensaci¨®n de impotencia ante la imposibilidad de corregir un gesto, borrar una palabra, romper un silencio fatalmente inscrito en el pasado? No existe una segunda oportunidad, no puede haberla. A veces se trata de acontecimientos m¨ªnimos, pero no por ello menos irremediables. El peque?o choque al aparcar el autom¨®vil hubiera podido evitarse con s¨®lo gira un poco el volante una d¨¦cima de segundo antes. Pero ya no tiene remedio. En ocasiones el asunto es m¨¢s trascendente. El delantero decidi¨® en el ¨²ltimo momento tirar el penalti a su Izquierda, y hacia ese lado volaba ya el guardameta. Si hubiera mantenido su intenci¨®n anterior, habr¨ªa sido gol. Seguramente. Pero es imposible comprobarlo. S¨®lo Dios puede circular simult¨¢neamente por dos caminos diferentes o regresar a voluntad a una encrucijada inscrita en el pasado para seguir ahora una ruta diferente.
La t¨¦cnica permite, sin embargo, algunas peque?as vulneraciones. Un viajero que despega de Par¨ªs a bordo de un Concorde en direcci¨®n a Nueva York puede contemplar dos veces el amanecer del mismo d¨ªa Pero mucho m¨¢s excepcional e que alguien tenga oportunidad de conocer experiencias como la que estos d¨ªas vive Valdano, el futbolista.
Hace unas pocas semanas Carlos Bilardo, el responsable de la selecci¨®n argentina de f¨²tbol, ofreci¨® a Valdano, que lle vaba casi tres a?os retirado, la posibilidad de volver a integrarse en esa selecci¨®n para disputar el pr¨®ximo a?o, en Italia, la fase final del Campeonato del Mundo. Supe la noticia por mediaci¨®n de un amigo periodista (Alfredo Rela?o) bastantes d¨ªas antes de que se publicase en los peri¨®dicos. Al oirla not¨¦ una sensaci¨®n rara. Algo a la altura del est¨®mago. Como cuando te encuentras en una situaci¨®n que est¨¢s seguro de haber vivido anteriormente y que, sin embargo, sabes positivamente que no es posible que t¨².. Esa confusi¨®n. Rela?o me dijo que Valdano se lo estaba pensando seriamente y me pregunt¨®: ?T¨² qu¨¦ har¨ªas? Jorge Valdano lleg¨® a Vitoria en 1975, a sus 19 a?os. Para entonces ya hab¨ªa sido internacio nal en su pa¨ªs. Marc¨® dos goles el d¨ªa de su deb¨², en Montevideo: Uruguay, 2; Argentina, 3 Estuvo cuatro a?os en el Alav¨¦s, pas¨® luego al Zaragoza y m¨¢s tarde al Real Madrid. No tuvo suerte en el Mundial de Espa?a, en 1982, pues se lesion¨® en el partido inaugural. Pero en el de M¨¦xico, cuatro a?os despu¨¦s, form¨® parte de la selecci¨®n campeona y marc¨® uno de los goles de la final. Internacional a los 18 y campe¨®n del mundo a los 30. Y habiendo visto realizado su sue?o de jugar en el Madrid. ?Cabe un destino m¨¢s glorioso para un futbolista?
La temporada 1986-1987 no comenz¨® muy brillantemente para Valdano. No andaba fino. Hasta que se descubri¨® que ten¨ªa hepatitis. Contrataron a otro extranjero, Jankovie, a la espera de su recuperaci¨®n. Como todav¨ªa estaba vigente la norma que imped¨ªa contar con
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m¨¢s de dos extranjeros en cada plantilla, Valdano fue dado de baja. Mientras tanto, su recuperaci¨®n se iba retrasando m¨¢s de lo previsto. Tanto, que tom¨® una decisi¨®n: retirarse antes de volver a estar en condiciones de jugar. Lo explic¨® alegando que as¨ª le ser¨ªa menos doloroso abandonar el f¨²tbol. Cumpli¨® su prop¨®sito. Cuando estuvo totalmente restablecido pudo fichar por alg¨²n equipo franc¨¦s e incluso volver al Madrid. No lo hizo. Nunca podr¨¢ saberse si, de haberlo hecho, ese equipo hubiera sido camp¨¦on de la Copa de Europa las dos ¨²ltimas temporadas; pero al elegir irse antes de tiempo consigui¨® cerrar su carrera en su punto m¨¢s glorioso. Algo a lo que todo ser humano aspira, pero pocos consiguen.Y ahora van y le ofrecen volver a la selecci¨®n campeona del mundo. A su edad, es dif¨ªcil que consiga a?adir nuevos gallardetes a su pabell¨®n, mientras que es probable que, por no estar a la altura, emborrone al final tan brillante historial. Pero Valdano ha dicho que s¨ª. Yo habr¨ªa hecho lo mismo. Si el destino te ofrece una oportunidad como ¨¦sa, la posibilidad de abolir lo irremediable, de volver a la encrucijada, de reescribir lo ya rubricado, no puede rechazarse. Aunque se arriesgue el alma.
Entre los cinco y los 17 a?os el f¨²tbol fue para m¨ª la cosa m¨¢s importante del mundo. Dec¨ªan que pod¨ªa ser futbolista, tal vez llegar a jugar en el equipo de mi pueblo. Reci¨¦n cumplidos los 17 particip¨¦ en un torneo juvenil organizado por el Juventus O. A. R. para sacar jugadores. Nos seleccionaron a tres. Pero nos toc¨® eliminarnos en semifinales con el Alir¨®n, un filial del Athl¨¦tic, y el entrenador me aconsej¨® no firmar todav¨ªa por el Juventus: "Si juegas bien en semifinales, seguro que te llaman los del Athl¨¦tic". Jugu¨¦ bastante mal en semifinales. Pero no hab¨ªa perdido del todo las esperanzas cuando un domingo de aquel mes de abril de 1963, a eso de las dos de la tarde, me puse a pelotear en el patio de los Escolapios por matar el tiempo. Al ir a rematar de cabeza un env¨ªo desde la derecha, ca¨ª en mala postura y me part¨ª el brazo. Me pas¨¦ tres a?os con la zurda en cabestrillo y en ese tiempo me operaron tres veces. Para cuando me quitaron el yeso definitivamente ten¨ªa 20 a?os y la vida me hab¨ªa llevado por otros derroteros. Nunca pude saber si verdaderamente val¨ªa o no para futbolista.
Desde entonces, miles de veces he tenido el mismo sue?o. El Athl¨¦tic est¨¢ a punto de bajar a Segunda, se re¨²ne la directiva y acuerda tomar medidas dr¨¢sticas. Volver¨¢n a fichar a dos veteranos, Zarra y Ga¨ªnza, y a una promesa que se malogr¨® en su d¨ªa, pero ya est¨¢ en condiciones de volver a jugar. No tengo que decir c¨®mo se apellida esa promesa. Desde hace a?os llevo en la cartera un viejo recorte de prensa. En ¨¦l se pasa revista a la edad en que se retiraron algunos famosos futbolistas. Puskas, por ejemplo, a los 38, lo mismo que Beckenbauer y Cruyff. Pel¨¦, a los 37, y a punto de cumplir los 40, Di St¨¦fano. El argentino Gatti, a los 42. Con uno menos, Dino Zoff fue campe¨®n del mundo, con Italia, en el mundial de Espa?a. Pero el r¨¦cord lo ostenta Stanley Matthews, profesional entre 1931 y 1964. Fue internacional hasta los 42 a?os, y lleg¨® a jugar a los 49. Cada a?o, el d¨ªa de mi cumplea?os, tacho mentalmente uno de esos nombres. Ya s¨®lo me queda Matthews. Pero no pierdo la esperanza. Por eso, yo habr¨ªa hecho lo mismo que Valdano.
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