El honor de Paraguay
Augusto Roa Bastos no solamente es el mayor escritor de la historia de Paraguay, ese peque?o pa¨ªs tan largamente sometido a situaciones hist¨®ricas de injusticia y tiran¨ªa, sino tambi¨¦n un maestro de la narrativa hisp¨¢nica de todos los tiempos. Desde sus or¨ªgenes, entre las dos fundaciones de Buenos Aires, cuando Domingo Mart¨ªnez de Irala quiso hacer de la naciente Asunci¨®n el gran centro hispanoamericano del Atl¨¢ntico, Paraguay se constituy¨® como un pa¨ªs aparte, tremendamente personal y original, sometido a una serie de experiencias ins¨®litas en aquellas latitudes, desde las Reducciones de la Compa?¨ªa de Jes¨²s hasta la afirmaci¨®n de la identidad nacional bajo la ambivalente dictadura del doctor Jos¨¦ Gaspar Rodr¨ªguez de Francia, para desembocar, ya en nuestro siglo, en la odiosa, tr¨¢gica y frecuentemente olvidada tiran¨ªa del ominoso Alfredo Stroessner.N¨²cleo esencialmente ind¨ªgena, enclavado entre dos idiomas colonizadores, el espa?ol y el portugu¨¦s, o entre pa¨ªses de predominio de las razas conquistadoras, como Argentina y Chile, la personalidad de Paraguay se yergue como un reducto altivo, rabiosamente personal, peque?o David frecuentemente enfrentado a sus poderosos vecinos, y tambi¨¦n como un modelo de sincretismo cultural, ling¨¹¨ªstico y social de primera magnitud en aquellas latitudes. El guaran¨ª es all¨ª la lengua m¨¢s hablada, aunque la menos escrita, papel que corresponde al espa?ol, claro est¨¢. El guaran¨ª es un idioma para la l¨ªrica y el canto, y su literatura es fundamentalmente hablada, y as¨ª los primeros escritores en castellano del pa¨ªs -el poeta Fari?a Nu?ez, el narrador Rafael M. Barret (de nacimiento espa?ol adem¨¢s), Herib Campos Cervera, Josefina Pla, Gabriel Casaccia o Rub¨¦n Bareiro Saguier- son tard¨ªos con relaci¨®n al resto del continente.
Y es precisamente Augusto Roa Bastos quien recibe la antorcha, el escritor que, en medio de una vida itinerante, sometida a toda suerte de viajes voluntarios o involuntarios, hasta llegar al largo exilio de los ¨²ltimos a?os, ha sabido crear una obra escasa pero contundente, de rara calidad y de una impresionante densidad. Periodista, diplom¨¢tico y exiliado, guionista de cine en Argentina, autor de libros para ni?os, poeta y cuentista inolvidable, su celebridad se debe sobre todo a dos novelas, Hjo de hombre y Yo, el supremo, libros de una impresionante intensidad po¨¦tica, que sin embargo no obstaculiza su poder¨ªo narrativo. Entre ellos hay que citar tambi¨¦n los poemas de El naranjal ardiente, y los relatos de El trueno entre las hojas, El bald¨ªo y otros tres o cuatro libros importantes.
El trueno entre las hojas fue el primero de sus libros que confiri¨® a Roa Bastos su celebridad inicial, y hay que recordar su ep¨ªgrafe inicial, sacado de una antigua leyenda india: "El trueno cae y queda entre las hojas. Los animales comen las hojas y se ponen violentos. Los hombres comen los animales y se ponen violentos. La tierra se come a los hombres y empieza a rugir como un trueno". El c¨ªrculo est¨¢ cerrado. La suya es una literatura inmersa en la violencia, pues violenta es la tierra de la que nace, violentas las injusticias que describe y violenta la historia contra la que se eleva.
Pero esta violencia nada tiene que ver con las antiguas denuncias de la narrativa indigenista. La narraci¨®n indigenista anterior contemplaba la realidad desde fuera pero desde la obra como la de escritores de la talla del peruano Jos¨¦ Mar¨ªa Arguedas o la del propio Roa Bastos, lo ind¨ªgena es visto desde su interior, y la violencia se convierte en algo inmanente y esencial de la escritura misma.
La violencia en la obra de Roa Bastos no es exterior, ni superficial, ni se convierte en un panfleto. Es una violencia serena, l¨ªrica, po¨¦tica, que hunde sus ra¨ªces en lo guaran¨ª. Sus libros est¨¢n plagados de expresiones guaran¨ªes, y hasta los primeros llevaban al final un glosario de voces ind¨ªgenas que expresaban su significado a los lectores hispano-parlantes.
Pero la maestr¨ªa del sincretismo literario de Roa Bastos le ha llevado a no necesitar glosarios ni vocabularios, y en sus textos finales escritos en un castellano de sabor eminentemente cl¨¢sico y tradicional, las expresiones ind¨ªgenas est¨¢n ya tan bien colocadas, son tan claras y transparentes que sobra todo ap¨¦ndice explicativo.
Hijo de hombre es un conjunto unitario de diez episodios, de inspiraci¨®n claramente religiosa donde se desgranan, de unos en otros, las vidas de sus personajes, dando la vuelta a un simbolismo claramente cristiano; pero los valores se invierten y la imagen de Cristo resulta casi hereje, expulsada de toda ortodoxia, porque: la ortodoxia est¨¢ en manos de los violentos; pero as¨ª ese nuevo Cristo es el hombre que sufre y soporta el peso de la injusticia, para desembocar en la pasi¨®n y el mito. Todo sucede durante la guerra del Chaco, que el joven Roa Bastos, viviendo en el seno de una colectividad predominantemente ind¨ªgena, pudo conocer de primera mano, y en la que combati¨® al final.
Su siguiente novela, Yo, el supremo, es sin duda una de las grandes narraciones de nuestro siglo sobre el tema de las dictaduras en Am¨¦rica Latina. Si en Hijo de hombre se iba del mito a la historia, en Yo, el supremo se invierte el camino y se va de la historia al mito. Obra fundamental, modelo en su g¨¦nero, novela total, su presencia en las letras hisp¨¢nicas del siglo XX es ya definitiva.
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