Ignacio y sus companeros m¨¢rtires
Ignacio, Segundo, Amando, Lolo, Pardito, Nacho, yo os abandon¨¦ en 1980, despu¨¦s de muchas batallas, juntos, porque no pude seguir vuestro ritmo de hero¨ªsmo. La muerte que hab¨¦is tenido a manos de los escuadrones del ej¨¦rcito, de la extrema derecha y del Gobierno que les da todos los d¨ªas un mill¨®n y medio de d¨®lares para armas, os honra. Ahora est¨¢is con las legiones de jesuitas m¨¢rtires por la fe y la justicia, como abanderados del siglo XXI.Qu¨¦ puedo decir yo de vosotros en estas p¨¢ginas donde se habla de las cosas m¨¢s banales de la vida. Esa violencia que tratasteis de contener con racionalidad, estudio, an¨¢lisis y generosidad ha roto todas las barreras. La violencia asesina de la irracionalidad, del poder econ¨®mico y militar, ha acabado con el equipo humano m¨¢s espl¨¦ndido que he encontrado en mi vida.
Todos erais doctores en universidades prestigiosas. Nacho, por ejemplo, en Chicago; todos religiosos convencidos, de vanguardia, sin chapuzas ni medias tintas en vuestra vida privada, generosos hasta lo incre¨ªble con un pueblo pobre y sufrido que adoptasteis como propio por amor al pr¨®jimo; valientes como Ignacio, que regres¨® a El Salvador contra el consejo de todos sus amigos el domingo pasado, cuando ya se hab¨ªa desatado la violencia en el pa¨ªs.
Su muerte es una p¨¦rdida inmensa para El Salvador, para la Compa?¨ªa de Jes¨²s, para Espa?a, y para la humanidad, donde no abunda tanta generosidad y tanta esperanza. Los asesinos, militares cobardes e incapaces, que no pueden nada en el cuerpo a cuerpo con jovencitos armados, han ejecutado la sentencia del odio que la oligarqu¨ªa m¨¢s retr¨®grada del mundo hab¨ªa decretado.
Ellos no han sido responsables de la violencia guerrillera que sacude al pa¨ªs. Al contrario, trataron de terminarla en una negociaci¨®n justa y razonable. Ellacur¨ªa, sobre todo, se hab¨ªa convertido en un campe¨®n de la negociaci¨®n. Los que le han matado son claramente enemigos de negociar, de razonar. Son violentos por naturaleza y s¨®lo creen en la violencia.
Que el testimonio de estos jesuitas de El Salvador nos sirva para luchar por la paz en El Salvador y en Centroam¨¦rica. No dejemos que el Gobierno se inhiba bajo el pretexto de que estaban nacionalizados salvadore?os.
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