Violencia, raz¨®n inconfesable
Ignacio era un amigo. Un hombre que sembraba la paz con su presencia. Gran parte de su vida la dedic¨® a estudiar los problemas de los seres humanos y, en especial, el problema de la violencia. Era un hombre consciente de las ra¨ªces profundas de la agresi¨®n. Su trabajo era comprometido, comprometido con la comprensi¨®n de la injusticia, de los motivos que impulsan a los hombres a cometer actos de barbarie. Por eso su muerte era algo previsible y sab¨ªa muy bien que le acechaba esa amenaza.Sus se?as de identidad eran el respeto y la b¨²squeda del entendimiento. A lo largo de a?os de guerra civil segu¨ªa imperturbable su tarea de educador de j¨®venes universitarios, se ocupaba del desarrollo de la ciencia social haciendo investigaciones, dirigiendo una revista, manteniendo continuos y entra?ables contactos con los psic¨®logos sociales europeos y espa?oles; para todos nosotros fue un testigo valeroso y un ejemplo encarnado de la terrible situaci¨®n salvadore?a.
Quienes le mataron tem¨ªan su influencia. Era una influencia totalmente eficaz, porque emanaba de una raz¨®n indiscutible: la defensa de la tolerancia, la defensa de la justicia. Por eso, su muerte no servir¨¢ a quienes le quitaron la vida; no era un incitador al desorden, la guerra o la sinraz¨®n Era un s¨ªmbolo de la b¨²squeda tenaz de entendimiento. sus amigos, compa?eros en el destino, hab¨ªan sido mediadores en la guerra salvadore?a muchas veces. Su trabajo como psic¨®logo social era conocido universal mente y se distingu¨ªa por su imparcialidad y rigor cient¨ªfico. Quienes conoc¨ªamos sus h¨¢bitos de trabajador incansable sabe mos que poco despu¨¦s de las tres de la ma?ana se hubiera levanta do para seguir negociando la paz, para seguir pensando, ha blando a la vista de todos la me jor soluci¨®n para evitar que caye ran m¨¢s vidas humanas.
No ocurre lo mismo con los argumentos ue han utilizado sus asesinos. Esos son argumentos oscuros, tenebrosos, y por eso desean permanecer en la sombra, en la misma sombra de la noche en que se ejecut¨® el crimen. No resisten la m¨¢s m¨ªnima luz, son ciegos e impresentables. La clarificaci¨®n de estos hechos es y ser¨¢ odiada por sus autores; han sido planeados para, que nunca salgan a la luz, que los destruir¨ªa por absurdos.
Ignacio apost¨® por la paz y ha muerto. Que nadie confunda esta muerte con una derrota. Es el s¨ªntoma de lo absurdo, de lo oscuro, lo inconfesable; quienes pensamos que la verdad no puede surgir nada m¨¢s que de la raz¨®n, la claridad en los argumentos y la valent¨ªa para defenderlos cara a cara, sabemos que hechos como el presente, por muy dolorosos que sean, s¨®lo sirven para hacer m¨¢s fuerte lo que nos distingue como seres humanos: la discusi¨®n, la negociaci¨®n, la palabra-
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