Cela 'versus' el resto
Camilo Jos¨¦ Cela suele responder con frases contundentes a las preguntas de los periodistas. Esa costumbre no ha variado tras la concesi¨®n del Premio Nobel, pero tanto la cantidad como el eco de sus palabras p¨²blicas s¨ª que han ido a m¨¢s. Y las que se refieren a la salud de la literatura espa?ola han desatado la pol¨¦mica. Si ha de servir para llamar la atenci¨®n sobre los escritores espa?oles -los j¨®venes y los viejos-, bienvenida sea. Lo importante, como dijo hace much¨ªsimo tiempo el propio CJC, es que se hable de uno, aunque sea bien. Contribuyamos, pues, al ¨¦xito de la empresa.El flamante premio Nobel se permiti¨® hace poco despachar a los creadores j¨®venes de este pa¨ªs diciendo de ellos que son novelistas de catequesis, obedientes, d¨®ciles y, en general, horros de talento. Sorprende, cuando menos, tanto fervor dedicado a quienes, a juicio de CJC, apenas existen desde el punto de vista literario. Pero a m¨ª, que seg¨²n creo conozco bien a mi padre, me sorprende todav¨ªa m¨¢s la manera como se ha entrado al trapo de esa bien ingenua provocaci¨®n.
Habr¨¢ que convenir en que el Premio Nobel significa mucho m¨¢s para la conciencia de cr¨ªticos, lectores y comentaristas de lo que el escepticismo generalizado le suele conceder. Si CJC hubiera dicho eso -que lo ha dicho- antes de ser aupado al carro de la gloria, pocos se hubieran permitido reaccionar con algo m¨¢s que una sonrisa c¨®mplice. Una nueva boutade del que todav¨ªa pretende ir por el mundo escandalizando a las gentes de bien. Pero de pronto, luego de la decisi¨®n de la Academia Sueca, las opiniones de Cela se convierten en medida y contraste de lo excelso y de lo m¨ªsero. ?A t¨ªtulo de qu¨¦?
Carta de excelso
Al poco de verse nobelizado, CJC pas¨® a ser objeto de inter¨¦s no literario, sino dom¨¦stico, p¨²blico y, a este paso, tur¨ªstico. Se han buscado noticias de ¨¦l all¨ª donde las hab¨ªa y, de no encontrarse, se han ido inventando, dado que, la verdad sea dicha, para algunos de los que se titulan periodistas una y otra cosa viene a ser lo mismo. Lo que oliese a Cela cobraba carta de excelso, viniera a cuento o no. En los d¨ªas que siguieron al premio se le pregunt¨® su opini¨®n acerca de casi todo lo imaginable, desde la perestroika hasta los latines. Un poco m¨¢s y le hubieran interrogado acerca de la fusi¨®n fr¨ªa. No estoy muy seguro de que a nadie le pueda importar gran cosa lo que significan esos fen¨®menos para un premio Nobel de literatura, pero lo que me parece de una evidencia absoluta es el hecho de que la Academia Sueca premia la habilidad narrativa y est¨¢ lejos de otorgar clarividencia en todos los terrenos del saber.Resulta meridianamente obvio, pues, que CJC, antes del premio, durante el premio y despu¨¦s del premio, no tiene por qu¨¦ destacar como f¨ªsico, como soci¨®logo ni como violonchelista. Pero por aquello de las afinidades mal entendidas se ha pretendido elevar a la categor¨ªa de dogma su opini¨®n como cr¨ªtico literario. Grave error.
Astigmatismo
En la muy escasa medida en que me he acercado a ese mundo de los escritores, yo cre¨ªa que estaba suficientemente claro que existen actividades literarias de primer orden, como la de los novelistas, y de segundo orden (o metaliterarias, si se prefiere eliminar las jerarqu¨ªas), como la de los cr¨ªticos. Unas y otras no tienen por qu¨¦ coincidir y, por lo general, rara vez mantienen equivalencias. Los escritores suelen ser p¨¦simos cr¨ªticos, y los cr¨ªticos, salvo alg¨²n que otro ejemplar que parece dedicarse m¨¢s bien a la ciencia-ficci¨®n, no destacan como creadores. ?Ser¨¢ acaso CJC una excepci¨®n a la regla?De ning¨²n modo. El escritor, acad¨¦mico y, ahora, premio Nobel (Camilo Jos¨¦ Cela se distingue desde el punto de vista de su capacidad para apreciar la est¨¦tica literaria ajena por poseer un astigniatismo feroz. No hablo movido por las intuiciones, no doy palos de ciego; me limito a recordar las veces que le he regalado a mi padre libros muy buenos (desde mi punto de vista, por supuesto, pero tenidos por tal en muchos m¨¢s amplios c¨ªrculos) que eran r¨¢pidamente abandonados tras la lectura de uno o dos p¨¢rrafos. No cometer¨¦ la crueldad de citar nombres, excepto el m¨ªo. Cada vez que le he dado a mi padre un libro de los que he escrito me lo ha devuelto dici¨¦ndome, sin m¨¢s: "Est¨¢ en alem¨¢n"; tan s¨®lo el ¨²ltimo, del que puede que hayan o¨ªdo hablar ustedes, le ha parecido legible, y seguramente porque el personaje le ca¨ªa simp¨¢tico. Ser¨ªa absurdo compara -me con otros autores de mayor enjundia y m¨¢s ¨¢gil pluma, pero por ah¨ª van los tiros. Y alabados seari los dioses por esa estrechez de imiras: gracias a ella, CJC es capaz de escribir sus novelas teniendo muy claro el criterio acerca del lenguaje y el ritmo que debe utilizar. Cualquier otra alternativa le parece, pues, desechable. Esa postura, que le llevar¨ªa a durar poco como comentarista literario de cualquier peri¨®dico, le ha conducido a la larga, y en contrapartida, al Premio Nobel.
Cuando CJC descalifica a toda una generaci¨®n y salva tres nombres de otra, no est¨¢ emitiendo juicios literarios. Se limita a expresar filias y fob¨ªas que tienen muy poco que ver con la novela. Estoy convencido de que no ha le¨ªdo, por poner un par de ejemplos, El invierno en Lisboa ni El bandido doblemente armado ni La lluvia amarilla ni Todas las almas (novelas que yo, aunque supongo que a nadie le importa, considero excelentes). Si cayeran en sus manos, durar¨ªan poco; la literatura de CK va por otros derroteros muy distintos. Y puede que sea un mecanismo de rechazo muy similar el que ha hecho declarar a uno de los autores de esa generaci¨®n despreciada por CJC que la concesi¨®n del Premio Nobel a Cela era una p¨¦sima noticia para la literatura espa?ola. Boutade por boutade, no est¨¢ mal. Por desgracia para tal autor, los ecos de las palabras son diferentes en uno y otro caso. Y sin embargo, la inutilidad b¨¢sica de tales juicios es la misma.
Nos pongamos como nos pongamos, lo que hay que exigirle a CJC es que se meta de una vez con su pr¨®xima novela, Madera de boj, y lo que hay que desearle a la nueva generaci¨®n de novelistas es que la Academia Sueca, llegado el tiempo, se fije en alguno (o en varios) de sus componentes. Todo lo dem¨¢s se queda, de acuerdo con una frase muy querida por Cela, en ganas de marear.
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