Hugo sentenci¨® el 'derby' del refer¨¦ndum
Tanto concili¨¢bulo despert¨® este partido a lo largo de tres semanas que, finalmente, perdi¨® argumento en el terreno de juego. Tanto se carg¨® y descarg¨® la atm¨®sfera que los protagonistas, ellos y el ¨¢rbitro, abundaron en tal exceso de precauciones que el encuentro careci¨® de toda hilaz¨®n. No hubo principio ni final, no hubo desarrollo. S¨®lo dos goles de Hugo S¨¢nchez, un jugador ejemplar cuando limita su actuaci¨®n al estricto marco del terreno de juego. Tres semanas de verborrea, quince d¨ªas de papeleo y circunloquios, entre refer¨¦ndum, manifiestos, papeletas, expedientes, acusaciones, exigencias y comisiones o comit¨¦s de diverso pelaje, terminaron con el partido.
Y no fue el terreno de juego, h¨²medo primero, pesado despu¨¦s, el culpable. Fue el exceso de precauci¨®n lo que termin¨® por restar frescura al espect¨¢culo. El Madrid sali¨® al campo temeroso de no poder demostrar su superioridad sin alentar alguna pol¨¦mica y el Atl¨¦tico escrut¨® cada decisi¨®n arbitral buscando las garant¨ªas, que hab¨ªa solicitado. El colegiado, en el centro del debate, se limit¨® a intervenir m¨¢s de la cuenta, a pitar lo que ve¨ªa y lo que intu¨ªa, y a intentar demostrar autoridad confundiendo seguridad con parsimonia. La conclusi¨®n fue que, posiblemente, el colegiado tuvo m¨¢s veces el bal¨®n a sus pies que muchos jugadores.
As¨ª, el choque perdi¨® tensi¨®n desde el principio, si bien un remate de Butrague?o en el minuto 10, que detuvo Abel sin poder evitar que su cuerpo resbalase hasta rebasar la l¨ªnea de gol, provoc¨® un conato de esc¨¢ndalo entre el p¨²blico asistente. Y perdi¨® tensi¨®n porque el juego, donde desembocaban todos los antecedentes de la eliminatoria, era m¨¢s bien ca¨®tico, desordenado, t¨ªmido. El Madrid se hab¨ªa alineado con Schuster en el centro del campo, dispuesto a imponer calidad en la construcci¨®n ofensiva, pero careci¨® de velocidad para alcanzar el ¨¢rea con suficiencia. No le iba del todo a su toque de bal¨®n el estado del terreno de juego. Por contra, el Atl¨¦tico se coloc¨® con precauci¨®n defensiva en un principio, procurando hacerse con ocasiones suficientes como para engrasar su contraataque. Tampoco lo consigui¨® porque su contragolpe no cumple, en muchas ocasiones, con una condici¨®n tan elemental como es la de que el bal¨®n debe circular r¨¢pida y generosamente. En ese aspecto, el portugu¨¦s Futre aplica una interpretaci¨®n muy personal: el contraataque es ¨¦l y su circunstancia; termina all¨¢ donde ¨¦l pierda la pelota.
Los especuladores, por tanto, se han quedado con poco alimento para buscarle tres vueltas al encuentro. No fue justo ni injusto el resultado para quien examine la contienda desde una perspectiva colectiva: no hubo un equipo mejor que otro. El Madrid presion¨® algo m¨¢s en la primera parte, sin excesos, hasta que encontr¨® soluci¨®n a un primer gol tras remate a bal¨®n parado. El Atl¨¦tico se sinti¨® obligado a desempe?ar un papel prominente en la reanudaci¨®n, cuando el gol en contra le obligaba a buscar el empate a cualquier precio, pero Buyo no necesit¨® entrar en acci¨®n. En ambos casos se actu¨® sin convicci¨®n, sin hilaz¨®n.
De esa forma, cuando Hugo ejecut¨® a Abel por segunda vez, la eliminatoria se desinfl¨®. Se hab¨ªa hablado demasiado de este partido y ello hab¨ªa pesado en exceso sobre las 22 conciencias en juego. 22 que no 23. 21 jugadores m¨¢s el ¨¢rbitro. Un jugador, Hugo S¨¢nchez, tiene otra medida de la ¨¦tica. La suya descansa en un frio pragmatismo. La eliminatoria, es cierto, hab¨ªa provocado a los oportunistas. Pero no todos tienen el olfato de Hugo.
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