La 'cumbre' de Malta
AUNQUE LOS portavoces de la Casa Blanca insisten en que "no hay que esperar grandes decisiones" de la reuni¨®n en la cumbre que inician hoy en Malta los presidentes de Estados Unidos y de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, el encuentro se produce cuando la coyuntura internacional est¨¢ pasando por la mayor mutaci¨®n desde la II Guerra Mundial. Los cambios en marcha son de tal magnitud que, aunque efectivamente la adopci¨®n de decisiones concretas parece descartada en una cumbre tan abierta como la acordada por Bush y Gorbachov, s¨ª se espera de las grandes potencias un enfoque lo m¨¢s concertado posible sobre la evoluci¨®n que est¨¢ poniendo fin a lo que era el mundo hace 40 a?os.Es obvio que Bush y Gorbachov hablar¨¢n de Europa. No para decidir. Yalta es el pasado, y Europa est¨¢ en condiciones de resolver sus problemas, por complejos que sean. Pero Europa necesita, a la vez, que EE UU y la URSS adopten actitudes favorables a la ola renovadora de nuestro continente que ayuden a la estabilidad de un proceso en el que el avance hacia la democracia en el Este se mezcla con serios problemas de seguridad. La idea de un Heisinki II en 1990, lanzada en Roma por Gorbachov, parece dirigida a preparar las bases de ese nuevo equilibrio que Europa necesita.
En este marco destacan dos problemas: los bloques militares y la cuesti¨®n alemana. En el primero, la realidad exige que se reduzca el car¨¢cter militar de los bloques y se les oriente m¨¢s bien hacia un papel estabilizador del proceso de reformas y de encuadramiento del desarme. En cuanto al asunto alem¨¢n, hay diferencias entre la posici¨®n de EE UU y la de la URSS. Pero ello no deber¨ªa ser obst¨¢culo para que coincidan en la necesidad de que el Gobierno de la RFA reconozca claramente las fronteras de posguerra, sancionadas ya en los acuerdos de Helsinki. Poner fin a toda ambig¨¹edad en ese punto facilitar¨¢ un enfoque sereno de la unidad alemana. Y ser¨ªa una ayuda para consolidar el proceso democr¨¢tico en Polonia, Checoslovaquia y otros pa¨ªses.
De la reuni¨®n de Malta cabe esperar asimismo, con o sin publicidad, que haga progresar el proceso del desarme. Tanto en el terreno nuclear como en el convencional, la opini¨®n p¨²blica quiere que se materialicen acuerdos reiteradamente anunciados. Bush y Gorbachov deben dar para ello el impulso pol¨ªtico que permita superar los obst¨¢culos t¨¦cnicos. Es algo vital para la URSS por imperativos econ¨®micos. Pero tambi¨¦? en EE UU crece la presi¨®n a favor de que se reduzcan los gastos militares. Es absurdo tratar hoy del desarme como si la URSS estuviese preparando un ataque nuclear o una ofensiva convencional. Nadie cree en tal amenaza. ?Tiene sentido en la Europa de hoy persistir en la renovaci¨®n del armamento nuclear de corto alcance?
Sobre muchos otros puntos, como por ejemplo los conflictos regionales, las conversaciones de Malta pueden ser tambi¨¦n de gran utilidad. Ello depende no tanto de soluciones concretas como de la comprensi¨®n general que se establezca entre Bush y Gorbachov sobre la nueva etapa de la historia en que hemos entrado. Si Europa es el teatro de los cambios m¨¢s espectaculares, no se puede olvidar que la divisi¨®n de Europa era la divisi¨®n del mundo. Durante 40 a?os, dos mundos se han enfrentado pol¨ªtica e ideol¨®gicamente, prepar¨¢ndose afanosamente para la eventualidad del choque militar. Hoy, esa divisi¨®n se est¨¢ esfumando, pero en el horizonte aparece una mucho m¨¢s profunda entre los pa¨ªses desarrollados y el Tercer Mundo. La cumbre de Malta se desarrolla, pues, en un marco hist¨®rico distinto al de las anteriores, y ello tiene que marcar su orden del d¨ªa.
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