Revelaciones
O sea, joven amiga, que Rumania era un paradisiaco lugar de vacaciones, un comunismo d¨ªscolo respecto a Mosc¨², un lugar maravilloso donde los viejecitos rejuvenec¨ªan y donde se pod¨ªa encontrar a Carrillo rodeado de alegres campesinas o de mu?equitas gimnastas. Y ahora, claro, te sorprendes. Porque resulta que el tal conducator no es m¨¢s que un vivales con delirios de grandeza. Y hoy, adem¨¢s, un asesino. Y ma?ana ser¨¢ sodomizador de gallinas, traficante de alfombras, adulterador de caviar y palanganero de los mejores burdeles del mar Negro. Lo mismo que le pas¨® al pobrecito Honecker, que hace tres meses mandaba tanto y cualquier d¨ªa de ¨¦stos le cuelgan la bomba del Liceo. Cuando todo esto acabe y se nos caiga la venda de los ojos comprobaremos que Ceaucescu no es otro que el conde Dr¨¢cula y que Ruman¨ªa s¨®lo era un decorado de Polanski.Y esta revelaci¨®n tiene lugar ahora, cuando los ochenta echan el resto. Porque en estas Navidades nos va a salir la d¨¦cada por las orejas y todo el mundo opina sobre si la d¨¦cada ha sido buena o mala, como si el tiempo fuera un vino de cosecha y no el discurrir infinito de la historia. La fragmentaci¨®n del tiempo en d¨¦cadas o en centenarios es una manera como otra de convertir la historia en un bien de consumo. Y en la cultura empresarial que nos invade hay que contar con una historia para cada consumidor y para cada momento. As¨ª Bush mim¨® en su d¨ªa a Noriega y hoy le manda el s¨¦ptimo de caballer¨ªa. Asociaron a Ceaucescu con una cierta esperanza y hoy s¨®lo es sin¨®nimo de matanza. Nos dieron la paliza con la guerra nuclear y los mismos que nos metieron el miedo en el cuerpo hoy nos tranquilizan con abrazos mutuos. La historia nunca nos ha pertenecido. Nos la venden a porciones y nos dan una nueva a cambio del envase. Tal vez un d¨ªa la historia fue el sin¨®nimo de la verdad, pero hoy es sin¨®nimo de cuento. Y con cuentos nos duermen entre el fragor de las d¨¦cadas.
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