Autodeterminaci¨®n
La resoluci¨®n aprobada por una comisi¨®n del Parlamento de Catalu?a, con el voto en contra de los socialistas, la ausencia del PP y el voto favorable de los dem¨¢s grupos, declarando que Catalu?a no renuncia al derecho de autodeterminaci¨®n ha provocado una gran conmoci¨®n en el resto de Espa?a. En Catalu?a, en cambio, donde ya estamos acostumbrados a esta especie de ducha escocesa en la que los grandes principios aparecen y reaparecen en funci¨®n de intereses coyunturales, ha generado una mezcla de desorientaci¨®n, de sorda indignaci¨®n y de satisfacci¨®n poco entusiasta, seg¨²n los sectores. Precisamente por eso hemos sido muchos los que hemos optado en un primer momento por no entrar en la pol¨¦mica, porque en pol¨ªtica, como en todo, en las pol¨¦micas se debe entrar cuando uno quiere, no cuando te intentan meter a empujones. Pero dado el cariz que ha tomado la cuesti¨®n quiz¨¢ conviene aclarar algunas cosas.La primera es que sobre el derecho de autodeterminaci¨®n en s¨ª hay poco que discutir en este asunto. En todo caso son los que han planteado el tema y lo han aprobado en el Parlament los que tienen que explicar por qu¨¦ lo han hecho y qu¨¦ sentido le dan. Y lo cierto es que hasta ahora se han callado o han intentado desviar los tiros.
El derecho de autodeterminaci¨®n como concepto general tiene diversas acepciones. Pero hay un hecho inequ¨ªvoco: que nuestra Constituci¨®n no lo contempla y que en el momento en que se estaba elaborando se rechaz¨® de manera expl¨ªcita su inclusi¨®n. Las razones de este rechazo fueron y son muy claras: la Constituci¨®n intenta resolver los contenciosos hist¨®ricos sobre la identidad nacional en Espa?a manteniendo la integridad territorial del Estado, haciendo compatibles la idea de naci¨®n espa?ola con la de naci¨®n o nacionalidad o regi¨®n catalana, vasca, gallega, andaluza, etc¨¦tera, y organizando para ello el Estado como un sistema general de autonom¨ªas. ?sta fue la opci¨®n, aprobada por consenso de las fuerzas pol¨ªticas y por el refer¨¦ndum de los ciudadanos espa?oles. Y si se rechaz¨® el derecho de autodeterminaci¨®n es porque ¨¦ste representa una opci¨®n. totalmente diferente. El derecho de autodeterminaci¨®n implica la posibilidad de la separaci¨®n de una o dos o todas las nacionalidades y regiones, y por eso no es compatible con el sistema dise?ado en la Constituci¨®n, porque no era ni es lo mismo decir que el contencioso hist¨®rico sobre la identidad nacional se puede resolver con la creaci¨®n del Estado de las autonom¨ªas o bien con la posible desmembraci¨®n del mismo y la creaci¨®n de varios Estados en su ¨¢mbito. Una cosa o la otra, pero no las dos a la vez.
Sin embargo, si alguien considera que debe seguir luchando por el derecho de autodeterminaci¨®n y por el consiguiente cambio de la Constituci¨®n est¨¢ en su pleno derecho. Pero lo m¨ªnimo que le podemos exigir, en este caso, es que nos diga por qu¨¦, con qu¨¦ objetivo pol¨ªtico y con qu¨¦ medios. Hasta ahora, la ¨²nica respuesta expl¨ªcita es la de ETA: la autodeterminaci¨®n quiere decir, para ella, crear un Estado vasco independiente, y para conseguir este objetivo utiliza el terrorismo y tambi¨¦n hace que fuerzas pol¨ªticas afines utilicen las elecciones. En los dem¨¢s casos, el derecho de autodeterminaci¨®n se utiliza como un instrumento pol¨ªtico arrojadizo, pero sin aclarar nunca qu¨¦ se entiende con ello. Y ahora, en el caso de Catalu?a, hemos asistido al espect¨¢culo de que las mismas fuerzas que lo votaron favorablemente en comisi¨®n, al d¨ªa siguiente se callaron o lanzaron globos al viento en el solemne acto de conmemoraci¨®n del d¨¦cimo aniversario del Estatut de Catalunya, celebrado en el propio Parlament. Por consiguiente, antes de entrar en la pol¨¦mica conceptual, esperemos lo que nos tienen que decir estas mismas fuerzas. Y en funci¨®n de lo que digan, veremos si vale o no la pena.
Sin embargo, es cierto que la votaci¨®n del Parlamento de Catalu?a ha planteado un importante problema pol¨ªtico. Y ¨¦ste se tiene que aclarar sin mayor tardanza porque no es un problema de grandes conceptos ni de grandes estrategias, sino de estrategia parlamentaria muy a ras de suelo. A mi entender, la raz¨®n de este pronunciamiento sobre el derecho de autodeterminaci¨®n se ha de buscar en la situaci¨®n creada en el Congreso de los Diputados de Madrid despu¨¦s de las ¨²ltimas elecciones, y muy especialmente despu¨¦s de la anulaci¨®n de los resultados de tres circunscripciones, que dejan la mayor¨ªa absoluta del PSOE en el aire.
Converg¨¨ncia i Uni¨® -que, como es sabido, ha ganado todas las elecciones auton¨®micas, pero ha perdido todas las elecciones legislativas y las municipales frente al Partit dels Socialistes (PSC-PSOE)- lleva a?os intentando salir de su a¨ªslamiento, en la pol¨ªtica espa?ola porque sabe, como ha sabido siempre el nacionalismo catal¨¢n de derecha, que ¨¦ste es su aut¨¦ntico terreno pol¨ªtico. En Catalu?a, CiU re¨²ne un voto contradictorio que le lleva a una permanente ambig¨¹edad pol¨ªtica, pero que no puede perder si no quiere convertirse en una fuerza secundaria: la derecha no nacionalista le vota para que gobierne o influya en el resto de Espa?a, y el electorado nacionalista justamente para lo contrario, porque necesita mantener viva la idea de un enemigo exterior permanente. En las recientes elecciones, y una vez comprobada la imposibilidad de forjar una alternativa de centro-derecha frente al PSOE, toda la estrategia de CiU ha pasado por defender con u?as y dientes su base electoral anterior y conseguir que el PSOE perdiese la mayor¨ªa absoluta, con la esperanza de que el PSOE se viese obligado a pactar de alg¨²n modo con ella en Madrid. Es la ¨²nica manera de mantener los votos de la derecha no nacionalista, impaciente por influir en Madrid, y a la vez descolocar a los socialistas catalanes y cambiar la correlaci¨®n de fuerzas en Catalu?a. Pero en la medida en que no lo consigue y constata que el PSOE puede seguir gobernando solo o, si no puede, prefiere buscar el apoyo de otras fuerzas, su estrategia se encamina a romper estos posibles apoyos.
En este momento, el PSOE mantiene un pacto de gobierno en el Pa¨ªs Vasco con el PNV, y es indudable que tiene en dicho partido a uno de sus interlocutores -no el ¨²nico, desde luego- con vistas a posibles acuerdos futuros. Pues bien, si CiU ha planteado ahora el tema del derecho de autodeterminaci¨®n, utilizando como mascar¨®n de proa a los j¨®venes radicales de otras formaciones, es porque sabe que ¨¦ste es precisamente el tema que m¨¢s le puede complicar las cosas al PNV y que m¨¢s tensiones puede generar entre este partido y el PSOE en Euskadi y en el conjunto de Espa?a. Nada lo demuestra mejor que la rapidez con que otras formaciones vascas, como HB, o Eusko Alkartasuna, que mantienen una dura pugna con el PNV, han saludado la iniciativa del Parlamento de Catalu?a, y los equilibrios con que algunos dirigentes del PNV est¨¢n intentando hacer frente a la situaci¨®n.
Se me podr¨¢ aducir que se trata, en todo caso, de unas estrategias parlamentarias perfectamente leg¨ªtimas, y esto es totalmente cierto. Nada tengo que objetar. Lo que s¨ª tengo que objetar es que para ello se instrumentalice al pueblo de Catalu?a y sus instituciones y se introduzcan temas de esta envergadura -que afectan a situaciones pol¨ªticas muy delicadas, como la del Pa¨ªs Vasco- en nombre de intereses partidistas a muy corto plazo, sobre todo cuando nada se dijo al respecto en la reciente campa?a electoral, que era una buena ocasi¨®n para hacerlo si el tema se considera de verdad tan trascendental. Si un partido quiere reivindicar la autodeterminaci¨®n est¨¢ en su derecho, a menos que recurra a la violencia, en cuyo caso todo cambia. Pero no es de recibo que uno o varios partidos instrumentalicen a una instituci¨®n que tanto deben respetar, como es el Parlamento de Catalu?a, sobre todo cuando un Gobierno, como el de CiU, se ha permitido el lujo, antidemocr¨¢tico a todas luces, de mantenerlo cerrado durante cinco meses para que no le molestase en sus cuitas electorales.
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