"Libres como todos los europeos"
ENVIADA ESPECIAL Alegr¨ªa, mucha alegr¨ªa; gritos, brincos, el ondear de las banderas agujereadas, con los emblemas comunistas cortados; velas prendidas enfrente de las iglesias por los muertos, y sonrisas, tantas sonrisas, en la oscuridad de los pueblos rumanos, donde la luz el¨¦ctrica escasea. En los pueblos Moravitza, Dieta y otros, a lo largo de la carretera que conduce desde la frontera rumanoyugoslava a Timisoara, j¨®venes y viejos, ni?os y mujeres, paran a los viajeros y dicen: "Ceaucescu cay¨®".
Una anciana, en el pueblo de Dieta, para el coche, besa a esta enviada a trav¨¦s de la ventanilla y dice toda emocionada: "Seremos libres, como los yugoslavos, los h¨²ngaros y todos los europeos". A las matr¨ªculas yugoslavas, las primeras en entrar en Ruman¨ªa occidental, la gente abre el paso y dice: "Vean y escriban, firmen todo". El director del Liceo de Dieta habla emocionado enfrente de la iglesia: "Acabaremos con el criminal", y un corro de j¨®venes le aplaude. El Ej¨¦rcito, en la carretera, ve pasar a los coches con las placas extranjeras y saluda. Saludan todos, tienen ganas de hablar, de comunicarse despu¨¦s de tantos a?os de silencio.
En la entrada a Timisoara, la ciudad donde comenz¨® el levantamiento popular rumano, un cami¨®n lleno de militares se abre camino entre la muchedumbre Todos sonr¨ªen a los j¨®venes soldados y saludan con la mano. Timisoara, como toda Ruman¨ªa, est¨¢ en la oscuridad: poqu¨ªsimas luces el¨¦ctricas; alguna que otra ventana iluminada.La plaza 'roja' de Timisoara
En Timisuara, todos se dirigen a la plaza principal, la cual, seg¨²n parece, ser¨¢ denominada La Roja por la sangre que all¨ª fue derramada los d¨ªas pasados. Gruesos cordones formados por los ciudadanos, que llevan cintas especiales en el brazo izquierdo, cortaban el acceso a la plaza. Exigen ver los pasaportes y examinan el equipaje. Temen a los provocadores. "Perdonen por estas molestias", se excusa un joven, y dice: "Es el d¨ªa m¨¢s importante de nuestras vidas, pero tememos a los provocadores".
En la plaza principal, enfrente de la iglesia donde los polic¨ªas asesinaron a decenas de personas, la gente prende sus velas, mientras que en el teatro Nacional, justamente enfrente de la iglesia, instalaron los altovoces donde los poetas hasta ayer prohibidos y los cantantes hasta ayer proscritos recitan su poes¨ªa y cantan sus canciones. Luego, un sargento se dirige al pueblo y dice: "Timisoara es una ciudad hist¨®rica. Fue la primera en levantarse". Miles de voces responden: "Armata e cu noi" ("El Ej¨¦rcito est¨¢ con nosotros"). En la oscuridad no se Ven los agujeros de las balas,pero s¨ª los cristales rotos sustituidos por el cart¨®n. En la puerta de lo que era la librer¨ªa m¨¢s grande de la ciudad, con un escaparate entero dedicado a las obras de Ceaucescu, s¨®lo queda un letrero: "Juram sa niu placam" ("Juramos que aqu¨ª quedaremos"). De repente, la gente comienza a gritar: "Libertate, libertate".
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